“Mientras los hombres puedan respirar o los ojos puedan ver, mientras vive esto y esto te da vida”. Atardece y esto es el fin de todo. Shakespeare nos da lecciones, nos dejó pensamientos y sentimientos, nos han hecho pensar y reflexionar sobre la vida, la felicidad y, por supuesto, sobre el amor.  

Un Shakespeare que grita, que jadea, que nos indica la condición humana y el instinto animal de la personas también. Shakespeare siempre inconcluso, siempre nuevo, siempre descubierto. Tres actores de histrionismo calculado, Héctor Carballo, Diego Molero y Martín Gervasoni, se proponen un reto que puede hacerles enemistarse con los puristas del bardo de Stratford-upon-Avon, o congraciarse con aquellos detractores que lo tienen alejado por falta de entendimiento, de petulancia, de exceso de melodramatismo o de envidia.

Se proponen hacer un repaso, representado a su manera, de las treinta y tantas obras, tanto comedias, como trágicas, como dramas, y a sus personajes principales. Hete aquí que el ritmo frenético se impone, que el ingenio y algo de improvisación con participación del público impregna el escenario y que los minutos pasan “¿Te vas ya? Aún no es de día. Ha sido el ruiseñor y no la alondra el que ha traspasado tu oído medroso”.

El espíritu de Shakespeare vuela por el escenario. Ser o no ser. Es lo que importa, probablemente se esté riendo, no será necesario comprobarlo. Se constata en los espectadores, ríen gratamente sorprendidos  ante tanto desparpajo. 

La versión es de Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield, miembros fundadores de la Reduced Shakespeare Company y ya no sabes si su interés era destrozar a Shakespeare o ensalzarlo para que llegara a los que sentían rechazo hacia él. 

97 minutos de enredo, de creciente confianza a medida que vamos conociendo a sus intérpretes, de sonrisas y carcajadas en algunos casos, de incendiadas secuencias de ingenio y actualidad con constantes llamadas de atención al público para que no se nos duerma nadie. Sería, por otra parte, casi imposible, el tiempo pasa y, de repente, una hora y media se ha consumido con Hamlet danzando entre la duda y la venganza, entre el teatro isabelino y el humor, entre Dinamarca y la calle de Prim, 11 sabiendo que está la Once al lado. 

Teatro en prosa podríamos decir, es decir (redundando), quitándole ambages y solemnidad, metateatro que se mete con el teatro, razón de existir, y que no sea la última vez que acudimos al teatro, y para que les pique la curiosidad a los espectadores inquietos e indaguen quién fue Shakespeare, quiénes somos nosotros, quiénes son esta compañía que nos hace compañía durante 97 minutos. No sé si exactos. 

'SHAKESPEARE EN 97 MINUTOS'

Una obra de Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield

Reparto: Martín Gervasoni, Diego Molero y Héctor Carballo

Productor ejecutivo: Dario Regattieri

Director: Sebas Prada

Viernes y domingos en el Teatro Marquina