Retrato de la Transición. Estar aquí por lo que vivimos en su momento. A través de Carmen Díez de Rivera, jefa de Gabinete de Adolfo Suárez. Mujer que podría ser de tragedia escénica y que fue fundamental en decisiones que se tomaron desde la muerte del dictador Franco pasando por las diferentes vicisitudes de la recién estrenada democracia. 

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Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra. De tu santa siesta, ahora te despiertan versos de poetas. ¿Dónde están tus ojos?, ¿dónde están tus manos?, ¿dónde tu cabeza? * Ahora Carmen, la niña muerta, resucita en las palabras y en los hechos. 

De todo se aprende. Y hay que tener mucha mano, izquierda, para solventar prejuicios que se venían arrastrando de la época franquista. Carmen Díez de Rivera aprende a morir, vaticina lo que va a suceder, influye directamente en las decisiones políticas de aquel momento. 

La niña muerta habla de vivir, de superar reveses, de representar los avances democráticos sin miedo, de influir en la legalización de los partidos políticos, hasta esa época, en la sombra. 

Sin pretensión de destacar, labor callada, la voz en la oscuridad. A pesar del dolor, a pesar de los reveses, a pesar de los intereses de unos pocos, intentando apaciguar con inteligencia asumiendo decisiones trascendentales.

La niña muerta, “la espuma del mar, un grano de sal o de arena, una hebra de pelo, una mano sin dueño, un instante de miedo, una nota perdida, una palabra vacía en un poema. Una luz de mañana. Así de pequeña soy yo. Nada de nada, nada de ti, nada de mí, una brisa sin aire soy yo, nada de nadie” *. Y es la niña muerta porque le toca morir y resucitar varias veces.

Con texto de Francisco M. Justo Tallón y Miguel Pérez García y dirección de Fernando Soto, en esta nueva temporada en el Teatro Pavón, el papel de Carmen lo interpreta con la elegancia debida y mucho más que solvencia, con desgarro, con fuerza contenida, Beatriz Argüello, a la que acompañan Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Víctor Massán en los personajes de Adolfo Suárez, el rey Juan Carlos y la marquesa de Llanzol, María Sonsoles de Icaza y de León, madre de Carmen Díez de Rivera. 

Un soplo de vida, una verdad que es mentira, un sol de invierno. Una hora en tu noche, el silencio de adioses, un sin quererlo” *. Parece que las letras de la cantante Cecilia se ajustan como un guante al sentir del personaje. Del mismo modo que “Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, ay, ay. Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” * pueden servir de memoria de aquella transición, de la que tenemos aún tantas cosas por saber. 

Carmen, nada de nadie, furiosamente lucha para que no se la olvide, para no alejarse, para no quedar definitivamente muerta, en un ejercicio de justicia poética y política, social y humana. 

Han pasado cincuenta años, parece mucho, parece poco, es nuestra historia más reciente, y que aún tiende sus brazos a la indefinición que nos preside estos días de estrategias, de acusaciones, de responsabilidades no asumidas. 

*Letras de las canciones de Cecilia


'Carmen, nada de nadie', en el Teatro Pavón de Madrid hasta el 14 de septiembre

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