Cuidar de la salud comienza por lo que se pone en el plato, y de entre los alimentos más completos que se pueden añadir a la dieta, las sardinas son un pescado azul repleto de elementos y sustancias que refuerzan el corazón, el cerebro y las defensas del organismo. Se ha comprobado que el consumo frecuente de las sardinas mejora la energía, disminuye la inflamación y, además, proporciona un equilibrio nutricional muy difícil de igualar. Incluirlas de forma habitual en la comida no requiere hacer grandes cambios, simplemente se trata de escoger opciones variadas y naturales que ayuden al cuerpo a rendir mejor día a día.

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Los beneficios de las sardinas

Las sardinas son una importante fuente directa de los ácidos grasos Omega 3, que son compuestos que regulan los niveles del colesterol y que disminuyen las probabilidades de padecer enfermedades cardiovasculares. Estas grasas saludables ayudan a mantener la flexibilidad de las arterias, contribuyen a una buena circulación sanguínea y disminuyen la presión arterial. Consumir sardinas de dos a tres veces a la semana es beneficioso para el corazón y previene el envejecimiento prematuro que afecta a los vasos sanguíneos.

Energía y protección cerebral

Los Omega 3, presentes en las sardinas no solo cuidan el corazón, sino que mejoran la función cerebral. El consumo habitual de este pescado azul estimula la concentración, mejora el estado de ánimo y atenúa el estrés oxidativo que afecta a las neuronas. La sardina aporta también fósforo y vitamina B12, nutrientes directamente relacionados con la memoria y con la producción de energía diaria. Por esta razón, aquellos que las consumen suelen referir una mayor lucidez y un mayor sentido de la vitalidad.

Las sardinas y el organismo

Las sardinas son un estupendo aporte de vitamina D, imprescindible para el refuerzo de las defensas del organismo y para la absorción del calcio. Gracias a la vitamina D, los huesos y los dientes quedan firmes y sanos, incluso a lo largo de los años. Por otro lado, la vitamina D reducirá el riesgo de enfermedades autoinmunes y va a proteger frente a infecciones comunes, y sobre todo en los meses con menos horas de sol.

Un potente efecto antiinflamatorio

La ingesta de sardinas con frecuencia ayudaría a reducir la inflamación interior, la cual podría estar implicada en numerosas problemáticas que afectan a las personas, tales como el dolor de las articulaciones o el cansancio que se prolonga en el tiempo. Su carga de ácidos grasos Omega 3 podría tener efectos de antiinflamatorio natural; su carga de magnesio y de seleno podría favorecer la relajación de los músculos y la mejora del descanso nocturno. Esta combinación podría hacer de las sardinas un alimento ideal para preservar el equilibrio general del cuerpo.

Como incorporar las sardinas a la dieta

Las sardinas pueden consumirse de muchas formas, ya sea frescas, al horno, en conserva o en cualquier otro formato, sin que pierdan ninguna de las propiedades nutritivas que atesoran. Las versiones en aceite de oliva y al natural conservan su calidad y son muy prácticas para cualquier comida. Su versatilidad permite incorporarlas en ensaladas, tostas o platos de pasta sin dificultad.

Un cambio con grandes resultados

Consumir sardinas de manera habitual no solo mejora la salud física sino también el bienestar mental. Su combinación de proteínas, minerales y grasas saludables mejora la energía y el estado emocional y genera la sensación de encontrar el equilibrio. Apostar por este pescado azul es un medio muy fácil y barato de cuidar el cuerpo por dentro, ya que demuestra que la prevención empieza con decisiones tan simples como abrir una lata de sardinas.

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