El grelo es una de las verduras menos apreciadas fuera de Galicia. Intensamente sabrosa y rica en propiedades nutricionales, se ha conservado hasta hoy como un alimento fundamental en las casas gallegas durante los meses fríos. Su punto álgido se encuentra en invierno, cuando su textura es firme y su contenido en vitaminas y minerales es claramente superior al de espinacas y acelgas. A pesar de su enorme potencial, sigue siendo muy poco conocido en buena parte del país.
La fuerza de una verdura tradicional
Durante los meses más fríos, crece el grelo, que desde hace siglos acompaña los platos más representativos de la cocina gallega. La presencia del grelo en cocidos y caldos da cuenta de la cultura gastronómica del noroeste peninsular. Su ligero gusto amargo y su resistencia a las bajas temperaturas hacen de él un producto singular durante este tiempo.
El valor nutricional que marca la diferencia
De todo se puede destacar que el grelo tiene una gran concentración de nutrientes, que son en este caso las vitaminas A, C y K, el contenido en fibras, el del ácido fólico y el contenido de antioxidantes naturales, lo que coloca dicha hortaliza muy por delante de otras que se consumen en España. Ya que, además, se caracteriza por conservar mejor su textura durante la cocción, lo que le permite tener una buena utilización en una amplia gama de preparaciones (no pierden cuerpo, firmeza ni sabor).
Cómo disfrutar del grelo de forma sencilla
El grelo involucra un sabor amargo inconfundible que lo caracteriza, no obstante, esto se puede equilibrar con un tratamiento muy sencillo. 30 segundos en agua hirviendo consigue rebajar dicha intensidad sin perjudicar su frescura y características. A continuación, la verdura ya está lista para entrar en cualquier tipo de preparación, desde un guiso tradicional o un salteado rápido pero estiloso.
Recetas en las que brilla con fuerza
Aunque el lacón con grelos es el plato más conocido, no obstante, esta verduras también se puede emplear en un sinfín de elaboraciones. Se incorpora en sopas, cocidos, caldos, tortillas y platos de cuchara. También se presta a las elaboraciones más ligeras, como los salteados con aceite de oliva o las combinaciones con legumbres, que hacen resaltar su personalidad sin complicaciones y artificios.
Una verdura que merece mayor presencia
La ingesta del grelo se concentra casi exclusivamente en la comunidad gallega, pero no por ello deja de ser excelente. Una alternativa perfecta para cambiar la monotonía de la alimentación invernal por su potencial alimentario y por su sabor. Su uso ya es bien habitual en otros países europeos, especialmente en el sur de Italia, donde ocupa un lugar muy importante en la cocina regional y se la ha considerado quizás de una forma muy particular.
Disponibilidad más allá de la temporada
A pesar de que la estación de invierno es el momento en el que el grelo presenta unas condiciones óptimas (no hay que olvidar que se trata de una verdura de invierno, siendo más socorrida a partir de varias heladas), existen alternativas para disfrutar en cualquier época del año. Varias empresas gallegas envasan grelos al natural en conserva, lo cual permite que pueda ser fácilmente incluido en cualquier menú a prueba de estacionalidad. En este formato, el grelo mantiene textura firme, y su valor nutritivo se conserva, siendo así fiel a su esencia.
El grelo supone una oportunidad para diversificar las plantas de la huerta del mundo de la cocina española. Su sabor, su valor nutricional, su cultura lo convierten en una hortaliza que merece traspasar fronteras y hacerse un lugar fuera de Galicia. El invierno sirve como un buen pretexto para cederle un lugar importante a la mesa, además de reinventar su valor.
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