La llegada del frío invierno hace necesario un reajuste de esas rutinas que son fijas el resto del año. En estos días más cortos, donde la luz natural disminuye drásticamente, y donde los cambios en el ritmo circadiano hacen que el cuerpo lleve a cabo un tratamiento diferente de la energía, del sueño y de la digestión, la adaptación de los horarios de las comidas, muy especialmente de la cena, ayudará a promover un mejor descanso, a evitar molestias digestivas y a potenciar el bienestar en estos meses fríos. Este reajuste será más propio de pequeños cambios y reorganizaciones que de revoluciones, pues le permitirá al cuerpo trabajar a favor de ese ritmo natural que contempla el invierno.

Los horarios de las comidas en invierno

El organismo se basa en un reloj interno de 24 horas que dicta el momento en que debe activarse o relajarse. En el invierno, la producción de melatonina empieza a golpear más pronto por la escasez de luz solar, lo que provoca la sensación de somnolencia antes. Comer tarde genera una contradicción con esos mismos signos y no deja que el aparato digestivo aminore su rendimiento a la hora del reposo. Anticipar la cena favorece que la digestión se adapte mejor al ritmo nocturno, limita las posibilidades de reflujo y permite disfrutar de un mayor descanso.

Impacto del anochecer temprano en el apetito

La llegada de la noche mucho antes de lo habitual altera nuestra percepción del transcurso del tiempo, se produce un desfase en los horarios de las comidas. Mantener la misma hora de la cena que en época veraniega, cuando el propio cuerpo ya se encuentra en la fase de prepararse para irse a dormir antes de lo habitual, genera cierto desacuerdo interno que se traduce en cansancio. Adaptar los horarios permite evitar esa sensación de ir en contra de la corriente, favorece estabilizar la señal del hambre.

Los horarios que favorecen un mejor descanso

Los especialistas están convencidos de que, cenando pronto, uno tiende a tener más equilibrados los niveles de azúcar en la sangre, evitar de esta manera, las sacudidas del apetito, especialmente por la noche, y que también activa el metabolismo para que funcione más eficientemente. Los estudios recomiendan cenar entre las 17:00 hasta las 19:00 para las personas que pretenden dormir mejor o hacer dieta, pero también contribuye a que llegues a la cama con la digestión más avanzada, lo que elimina la posibilidad de digestiones pesadas o de que terminen en molestias.

Tres o cuatro horas antes de dormir

La última comida del día es más efectiva cuanto mas alejada esté de la hora de dormir, por ello es muy recomendable dejar entre tres y cuatro horas entre la última comida y la hora de acostarse, lo que permite al estómago terminar su trabajo, y que el descanso no se vea afectado; además estabiliza el metabolismo y limita, por ejemplo, problemas relacionados con la acidez nocturna.

Ajustes para adaptar tus comidas al invierno

En los días más fríos del año es más conveniente acumular el gasto energético de una manera más matutina, ya que, con esto, se respeta la forma natural de gestionar la energía y se reduce la carga de la cena, que se espera que sea además ligera y de fácil digestión. Apostar por un desayuno más completo y una comida equilibrada define precisamente el proceso para darle una respuesta estable al día.

Crear una rutina coherente con tu estilo de vida

No existe una hora universal válida para todo el mundo. La clave es que exista una coherencia entre la hora de la cena y la del sueño. Fijarse cómo responde el cuerpo, experimentar ligeros adelantamientos y mantener regularidad, es la manera de llegar al punto ideal.