Todo cáncer implica una alteración genética en alguna célula. En el caso del cáncer testicular se desconoce la causa exacta que ocasiona dicha alteración. Sin embargo, sí se han observado ciertos factores que aumentan el riesgo de padecer este tipo tumor poco frecuente y que afecta a los varones jóvenes, fundamentalmente entre los 15 y los 40 años.

Rebollo insiste en la necesidad de autoexámenes regulares para identificar alguna anomalía y así poder identificar esta neoplasia en su fase más temprana

La buena noticia, según destaca el doctor Joseba Rebollo, oncólogo del Hospital Quirónsalud Torrevieja y Alicante, es que es una tumoración fácilmente curable, incluso cuando se ha propagado más allá del testículo. «Según el tipo y estadio del cáncer testicular, se puede recibir uno de los tratamientos existentes o una combinación de ellos», señala el especialista.

Los factores de riesgo conocidos que favorecen este tipo de cáncer son el testículo no descendido (criptorquidia) a la bolsa escrotal antes del nacimiento, antecedentes familiares y el VIH. Además, este tipo de tumor es entre cuatro y cinco veces más frecuente en los hombres de raza blanca que en la negra o la asiática.

El doctor Rebollo reconoce que «no hay manera de prevenirlo», si bien insiste en la necesidad de la realización de autoexámenes regulares para identificar alguna anomalía y así poder identificar esta neoplasia en su fase más temprana.

Los síntomas

Este cáncer se manifiesta como un agrandamiento, doloroso o no, de un testículo en el transcurso de pocas semanas. Puede haber también molestias a nivel inguinal o en el bajo vientre, así como hinchazón en las piernas. La aparición de un bulto en cualquiera de ellos, la acumulación de líquido en el escroto o el dolor de espalda son otros síntomas habituales. Según Rebollo, es importante consultar con el médico si se nota dolor, hinchazón o bultos en la zona de la ingle o en los testículos, especialmente si estos duran más de dos semanas.

«Por lo general, podemos decir que este tipo de tumor suele afectar solamente a uno de los testículos. El diagnóstico se lleva a cabo mediante la palpación de ambos órganos, el sano y el enfermo, y su ecografía, para determinar la masa testicular, su tamaño, solidez y ubicación», señala el especialista de Quirónsalud Torrevieja y Alicante.

El diagnóstico

«Existen unos marcadores tumorales que son muy específicos cuando están alterados como la alfafetoproteína y la beta HCG que ayudan también a establecer el diagnóstico. Los estudios se completan con un TAC (o mejor PET/TAC) que nos da información sobre la posibilidad de afectación metastásica a distancia», añade el doctor Rebollo.

En caso de confirmarse la enfermedad, es muy importante determinar desde el inicio del tratamiento la extensión metastásica en el resto del cuerpo, un aspecto que permite la administración precoz de quimioterapia, consiguiendo una mayor curación con menos ciclos de tratamiento. Su éxito dependerá, pues, de una adecuada estadificación, un correcto enfoque diagnóstico y un plan terapéutico individualizado.

«Para el diagnóstico normalmente se utiliza un TAC, aunque es preferible la realización de un PET/TAC, ya que detecta implantes más pequeños que el TAC normal no encuentra. En nuestros centros estamos poniendo en marcha la biopsia líquida para la detección más precoz del cáncer avanzado, así como los estudios de genómica y transcriptómica del tumor, que nos permitirán una selección individualizada de fármacos, para un mayor beneficio terapéutico, y la farmacocinética de los citostáticos para la óptima dosificación a cada paciente», explica Rebollo.

El tratamiento

Una vez realizadas las citadas pruebas, y llegado el caso, puede ser necesario practicar una orquidectomía radical, una intervención con la que se extirpa el testículo por vía inguinal, incluyendo el cordón espermático, en caso de ser necesario. Tras la cirugía se puede considerar la posibilidad de un tratamiento radioterápico o, cada vez con más frecuencia, quimioterápico, bien preventivo, si el tumor está localizado en el testículo, o bien curativo si se ha detectado enfermedad metastásica a distancia.

«La quimioterapia suele consistir en carboplatino o la pauta BEP (incluye cisplatino, etopósido y bleomicina) con la administración de entre uno y cuatro ciclos. En caso de resistencia a esta quimioterapia existen otras pautas bien conocidas, e incluso las altas dosis de quimioterapia con soporte de células mieloprecursoras autólogas (obtenidas del propio paciente) con las que se consiguen curar el 50 por ciento de los pacientes», concluye el oncólogo.