El sonido del despertador tiene un efecto en el cerebro mucho más importante de lo que podría parecer. Si interrumpe una fase de sueño profundo el organismo experimenta una especie de "shock neurológico" que trastoca el estado equilibrado del sistema nervioso, genera dificultad para la atención y proporciona una sensación de cansancio que puede extenderse durante varias horas.

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Cómo se estructura el sueño

El sueño no es un proceso continuo, es un ciclo que se repite aproximadamente cada 90 minutos. Este ciclo comprende el sueño ligero y el sueño profundo o la fase REM; en sueño ligero, primero empieza a producirse la somnolencia, el cuerpo se relaja y la actividad de las ondas cerebrales se hace más lenta. Esto hace que el cuerpo produzca una reducción en su actividad metabólica y consolide la memoria a corto plazo. En la fase REM el cerebro emite ondas delta y hay una desconexión casi total de la información sensorial; el cuerpo libera hormonas, regenera tejidos y refuerza el sistema inmunitario.

Lo que ocurre en la fase REM

Esta fase se caracterizada por movimientos oculares rápidos y una gran actividad cerebral. En este periodo, el sistema linfático lleva a cabo la eliminación de las toxinas neuronales, como por ejemplo la betamiloide, cuya función es la de contribuir al deterioro cognitivo. El sistema linfático también permite el procesado de las emociones y la consolidación de lo aprendido durante el día. Saltarse esta etapa o no alcanzar la fase REM con frecuencia, deja al cerebro sin una parte fundamental de su restauración interna.

El despertador en la fase REM

Cuando el despertador suena durante la fase de las ondas delta, el cerebro pasa de una actividad mínima a un estado de alerta en segundos. Este salto brusco contribuyen a la desorientación del individuo, la lentitud mental y la pesadez física. El organismo necesita algunos minutos -o incluso unas horas- para regular niveles de cortisol y reintegrar el estado de alerta pleno.

Por qué los ciclos completos son clave

Despertar al final de la fase REM del sueño de una forma natural supone despertar con energía y claridad de ideas. En cambio, si se interrumpe el descanso de forma artificial antes de finalizar un ciclo del sueño, se puede agraviar el ritmo circadiano y se reduce el rendimiento cognitivo. Mover los horarios de sueño en función de intervalos de 90 minutos o servirse de dispositivos que detecten los momentos en que se está en fases más ligeras del sueño pueden ayudar a rebajar la intensidad de los despertares abruptos y a mejorar el bienestar de la mañana.

Estrés, hábitos y calidad del sueño

El estrés activa el sistema nervioso simpático, relacionado con la preparación del organismo ante el peligro. Si este sistema se mantiene activo durante la noche, impide la entrada en las fases más profundas del sueño. Esto producirá un descanso muy fragmentado, una frecuencia cardíaca elevada y una mente incapaz de desconectar. Facilitar el proceso de relajación antes de dormir favorece a la hiperactividad del sistema parasimpático, aquel que moviliza la recuperación y los estados de reposo.

Cómo mejorar el descanso

Analizar el tiempo que se duerme, las interrupciones nocturnas y la manera de despertar, permite analizar la calidad real del sueño. Dormir varias horas no significa descanso si no se completa el ciclo de sueño correctamente; cuidar los hábitos del sueño, realizar pautas de sueño regulares y limitar el uso de pantallas antes de dormir son recomendaciones importantes para garantizar que el cerebro realice su ciclo completo de reparación. Cuando se duerme de forma eficiente, el despertador deja de ser un enemigo y los días empiezan repletos de energía y equilibrio.

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