La salud cardiovascular tiene una estrecha relación con la dinámica habitual. Si bien se considera el tabaco como uno de los principales enemigos del corazón, otros hábitos pasan desapercibidos, y su práctica en el día a día provoca un efecto que también es muy negativo en este importante órgano. En este sentido, tres rutinas muy comunes son capaces de provocar un deterioro del sistema cardiovascular de forma silenciosa e incitan, a medida que pasa el tiempo, a la aparición de enfermedades que son muy importantes.
1. El consumo de azúcar
La alimentación diaria ha pasado a ser un terreno lleno de peligros que alteran nuestro organismo cada día, en buena medida por los niveles elevados de azúcar que se ingieren, muy superiores a los recomendados. La inclusión de alimentos ultraprocesados en la dieta diaria ha normalizado el consumo excesivo, en un amplio segmento de la población, de azúcares añadidos que ni si quiera se llegan a detectar. La sobrecarga además de alterar el metabolismo, produce una resistencia a la insulina y promueve estados inflamatorios perjudiciales para una adecuada función cardíaca.
Consecuencias cardiovasculares
El consumo excesivo de azúcar conduce a un estado metabólico que tiende a favorecer la hipertensión, la grasa visceral y el deterioro progresivo de los vasos sanguíneos. La inflamación crónica que provoca esta práctica aumenta la rigidez arterial y complica, a su vez, la circulación. En consecuencia, a medio y largo plazo, se facilita el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Mantener a raya este ingrediente es fundamental para conservar la elasticidad de las arterias y evitar desequilibrios que comprometen la salud del corazón.
2. Dormir poco
Dormir menos de seis horas cada noche se ha convertido en un hábito adquirido e interiorizado por muchas personas. Un consumo inferior a este mínimo genera un desajuste severo en los sistemas que regulan la presión arterial, la tensión nerviosa y el ritmo cardíaco. Un sueño deficiente mantiene al cuerpo en modo de alerta, incrementando el tono sanguíneo y sobrecargando el corazón. Esta pérdida que no se percibe, genera el aumento de arritmias, así como la disminución de la efectividad del organismo para reestablecer su equilibrio interno.
Efectos prolongados de un mal descanso
La falta de sueño afecta no únicamente al corazón, sino también a procesos hormonales, cognitivos e inmunológicos; el cuerpo gestiona peor la glucosa, produce más hormonas asociadas al estrés y pierde eficacia para reparar los tejidos. A la larga, las alteraciones puestas en marcha por la insuficiencia del descanso aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Mantener horarios relativamente estables y crear un entorno adecuado para dormir se convierten en premisas básicas para proteger el corazón.
3. La falta de actividad física
Aparte de prestar atención al consumo del azúcar y dormir bien, la actividad física diaria funciona como un escudo para el corazón. La práctica del ejercicio contribuye al riego sanguíneo, propicia una mejor oxigenación de los tejidos y disminuye la tensión arterial. Hacer regularmente alguna actividad física transforma la manera de funcionar del sistema cardiovascular, hace trabajar mejor el bombeo cardíaco e impide la acumulación de grasa que obstruye las arterias.
Pequeños gestos que marcan una diferencia real
El movimiento de las piernas en momentos de sedentarismo, subir escaleras o caminar diariamente, favorece una serie de músculos implicados en el retorno venoso y previene así los problemas, como la presencia de varices. Estas acciones disminuyen también la rigidez arterial y mejoran la resistencia física, ayudando a tener un corazón más fuerte y una mejor calidad de vida. Incluir los actos mencionados en los hábitos de la vida diaria beneficia la salud cardiovascular y reduce el riesgo de complicaciones futuras.
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