La gripe y las infecciones respiratorias agudas comunes, en general, se asocian a infecciones transitorias de resolución rápida en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, tienen un carácter mucho más importante que el malestar inicial. El periodo de tiempo que puede transcurrir entre la fiebre, la tos y el cansancio hasta que el organismo recupere un mínimo de su condición habitual, puede prolongarse durante días, semanas o meses. En ocasiones, por otro lado, la infección actúa como desencadenante de cuadros graves que aparecerán en un tiempo después, sobre todo, en personas con problemas específicos de salud y una serie de determinantes previos.

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Complicaciones respiratorias tras la gripe

Las vías respiratorias pueden estar inflamadas durante un largo período tras haber padecido una gripe. Por tanto, esta condición puede relacionarse con la aparición de bronquitis de larga duración, incluyendo tos o dificultades para respirar. En ancianos o personas que padecen enfermedades de las vías respiratorias, el daño en los pulmones puede dañar la capacidad respiratoria y tener un efecto negativo en la calidad de vida en el futuro.

Neumonía y recaídas frecuentes

La gripe, por su parte, afecta a las defensas, y proporciona el camino hacia infecciones bacterianas secundarias, siendo la neumonía (una de las más comunes y peligrosas) la que más puede llevar a la hospitalización. Incluso después de haberse recuperado hay algunas personas que pueden tener recaídas respiratorias que se reactivan posteriormente a lo largo del año y tienen más riesgo a sufrir nuevos virus.

La gripe y el riesgo cardiovascular

Varios estudios parecen indicar que, las semanas siguientes a una gripe son un factor de riesgo de infarto o ictus, debido a que la inflamación generalizada que produce el virus podría afectar tanto los vasos sanguíneos como el corazón, y este riesgo es aún mayor en personas que padecen hipertensión, diabetes o que tienen antecedentes de enfermedad cardiovascular, pero también puede aparecer en adultos aparentemente sanos.

Inflamación del corazón y secuelas

La influenza puede inducir la inflamación del músculo cardíaco o del pericardio. Estas enfermedades, aunque infrecuentes, dejan secuelas como la arritmia o la fatiga o el rendimiento físico, además, en ocasiones, aparecen semanas después de haber superado la primera infección, lo que hace difícil relacionarlas con la gripe.

Efectos a largo plazo más allá

Muchas de las enfermedades de base que se presentan pueden experimentar una mayor severidad tras sufrir una gripe (las personas diabéticas pueden presentar desajustes en las cifras de glucosa). Y las personas con infecciones respiratorias o renales presentan una evolución menos estable, con lo que estas descompensaciones tienden a alargar la recuperación y a ocasionar nuevos problemas clínicos.

Fatiga prolongada y debilidad general

No todas las consecuencias son observables en el momento. Hay personas que pasan meses con la sensación de que están cansadas, sin capacidad de concentración y con dificultades para ejecutar movimientos con los músculos. La fatiga es prolongada, para las actividades diarias existen limitaciones y para conseguir la normalidad se presenta un tiempo de espera amplio, especialmente en personas ancianas o tras cuadros de gripe más graves.

La prevención, en este caso, se considera fundamental para minimizar estas consecuencias a largo plazo. La vacunación anual disminuye la gravedad de la infección y el riesgo de complicaciones posteriores. Mantener una correcta higiene de manos, tratar de evitar el contacto estrecho durante los primeros días de síntomas y respetar el reposo, ayudan a que el sistema inmunitario recupere su estado normal.

La gripe no llega a su final solamente en el momento en el que termina la fiebre. Algunos de sus efectos se pueden extender en el tiempo y afectar a órganos vitales. Conocer este impacto facilita darle a la infección la importancia que requiere y poder adoptar medidas para salvaguardar la salud incluso más allá de los días de enfermedad.

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