El aspecto del ex comisario Villarejo a su salida de la prisión de Estremera recuerda un poco al del general Millán-Astray al volver de la guerra con Marruecos. Parche en el ojo, un evidente deterioro físico y su encorvamiento, son sus particulares heridas de guerra. Casi tres años y medio entre rejas y convertido de forma unánime en el bicho que picó al tren, el desgaste físico y psicológico han dejado en él su indeleble huella. Nadie le defiende, sus otrora poderosos amigos le han dado la espalda y, además, penden sobre él sumarios que podrían enviarle de nuevo a la cárcel por más de veinte años.
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