Puede que María Lo, ganadora de Masterchef 10, no tenga edad (casi 36) para la ruta del bacalao, pero sí para hacer la ruta del atún en Cádiz, donde nació. 50 tapas tuvo que probar hace unos días para elegir la mejor de la provincia. Hace unas semanas se estrenó en Más vale tarde (la Sexta) haciendo un croissant a la plancha con tartar de atún. Su madre, Juana, no daba crédito: con lo tímida que ha sido su hija toda la vida y el desparpajo que tiene en televisión delante de una cámara. "Mi padre se llamaba Santiago, nombre español que se lo cambia todo emigrante siempre que viene a España y más siendo chino para, cuanto antes, intentar pertenecer un poco más... ¡Qué pena!", recuerda la cocinera María Lo en conversación telefónica con El Independiente.
Otra tapa, a cargo de Mahou Reserva, ha diseñado María Lo. Podrán encontrarla hasta este viernes 18 de abril en diez locales de Madrid: Casa Dani, Jurucha, El Triperito, Carmen Bar, Oh! Délice Bistrot Ostreria, Perillán, Alcaravea, La Trainera, La Niña y Cebreros Bar. "Es realmente una reinterpretación de mi bocado porque, al fin y al cabo, cada restaurante tiene su manera de trabajar, su lenguaje y lo hacen adaptado siempre respetando el producto principal", explica.
Pregunta.- Cuéntame. Esta reinterpretación [de la tapa] es una fusión de todos tus ancestros [su padre era chino].
Respuesta.- Puede ser porque, de repente, viene algo asiático como el miso que está en la mantequilla. La tapa en sí es realmente muy sencilla porque no hay más que ensamblar. Solo tienes que tener un buen producto, ensamblarlo, que tenga sentido y que todos esos sabores tengan un hilo conductor. Yo soy de hacer bocados equilibrados. Siempre busco el equilibrio. Por eso, mi cocina suele ser de largo tiempo. Eso consigue caramelizar todos los azúcares que tengan los ingredientes y redondear todos los perfiles.
R.- Entonces, ¿cómo hago yo algo rápido, que se pueda montar fácilmente? Pues un brioche, que ya de por sí es redondito, tiene su puntito de azúcar, esa mantequilla tan presente, esa grasa en la masa que le hace como una nubecita cuando lo planchas, y corto el bocado en lingotes. Entonces ese lingote lo planchamos con un pelín de mantequilla y queda doradito, que da una textura crujiente. Y luego lo termino con mantequilla de miso, un fermentado japonés, mega umami, que redondea mucho los platos. Tiene un punto de salinidad alto, pero le va muy bien al bocado. Luego lo termino con una anchoa como Dios manda, de Cantabria, maravillosa y estupenda, con limón y naranja. Buscaba un equilibrio con una cerveza intensa y no tapar ninguno de los sabores. La anchoa es la mejor aliada.
P.- Esta tapa se puede hacer en casa.
R.- Exactamente. Yo suelo hacer las masas, pero hay brioches maravillosos en panaderías. Compra un brioche, una buena anchoa y el miso, quizás sea lo que te cueste un poquito más; vas a una tienda asiática y te compras un miso rojo. El que yo elegí es de Yagi miso, de mi amiga Blanca del Noval. Lo hace ella de alubia blanca, un poquito dulce.
P.- Te pregunto por la identidad.
R.- Chiclanera.
P.- Hace poco leí una novela [¡Martir!] en la que el chico es iraní y emigra junto a su padre a Estados Unidos. Él nunca se había sentido iraní, pero tampoco estadounidense.
R.- Total. A mí me ha pasado mucho. De pequeñita siempre me he sentido como un poco bicho raro. Mis amigos hacen una cosa, pero yo realmente no siento tanto hacerlo así. De mayor ya me he dado cuenta de ese choque cultural de Oriente y Occidente, que son absolutamente el ying y el yang, el día y la noche. Y más si te vas al sur de Europa, que somos todos muy cálidos y arrejuntaos, y China, puro país comunista, frío; allí el trabajo es lo más importante y tener dinero para sobrevivir. Yo he tenido estas dos culturas mega-presentes y la más predominante ha sido la de mi padre, la china. Tiene tantísimos años a las espaldas que hay mucha dominancia.
R.- Sí, yo siempre me he sentido un poco diferente… a la hora de expresar las emociones. O sea, la manera de los orientales de expresar amor, y de ahí viene mi pasión por la cocina, es a través de "yo te cuido y hago que sobrevivas dándote de comer y haciéndote descubrir las necesidades básicas". Eso es el amor para los orientales. En Occidente somos mucho más de: "Uy, qué bien lo hace mi niña". Que aquí también nos meten caña todos los padres y las madres, pero es completamente diferente. La diferencia es la frialdad de los chinos en cuanto al lenguaje de amor que utilizan comparado con la [cultura] Occidental, que somos más de arrumacos, de "te quiero", mucho de palabra.
P.- ¿Tú vives para trabajar?
R.- Podría mentirte absolutamente, pero lo tengo en mis genes. Mi padre me ha dado una educación, no dura, pero sí disciplinada. Para conseguir las cosas hay que trabajar. Está muy metido en las venas esa parte. Ahora estoy intentando despegarme un poquito más del "hacer" constante, como que eso es lo correcto, e intentar disfrutar de los momentos. Vivimos en la anticipación profunda y no estamos disfrutando el momento porque crees que no vas a llegar, a cumplir, y eso es horroroso. También creo que, gracias a esa disciplina, he llegado adonde estoy porque en este mundo –lo tengo comprobado– no hay nada que se te regale si no trabajas duro, y eso lo tengo muy claro, pero hay que cuidarse un poco. Los momentos de disfrute es para disfrutar y para desconectar, y a mí a veces me cuesta un poquito.
P.- Estuviste en la presentación de Masterchef 13. ¿De qué manera continúas vinculada a Masterchef?
R.- La verdad es que yo tengo muy buena relación con ellos. Parece que sigo los pasos de Carlos Maldonado. Yo soy una persona que, cuando construyo una relación laboral, pongo mucho esfuerzo. Igual que pongo mucha responsabilidad en mi trabajo, también lo hago con las personas con las que trabajo. Hemos construido una relación muy bonita en la que nos entendemos muy bien. Yo soy una tía muy fácil con la que trabajar –creo– y siempre bastante facilitadora. Somos equipo y vamos a trabajar todos de la mano y para adelante. El equipo de Shine Iberia y Masterchef me han cuidado increíblemente siempre. Y, al fin y al cabo, yo me lo he currado para estar donde estoy, pero gracias a Masterchef estoy también donde estoy.
P.- Es una relación también contractual, ¿no?
R.- Sí. Los primeros tres años, y lo digo claramente, son por contrato. O sea, trabajas con ellos, con su departamento de representación. Yo podría haber dejado Masterchef este año porque se me terminaba el contrato y decidí no dejarlo porque estaba muy cómoda y seguía ganando bien y facturando, y me entraban colaboraciones guays. ¿Para qué voy a dejar algo conocido y bueno si no sé lo que voy a encontrar fuera?
P.- En todos los sitios cuecen habas y a veces hay garbancitos negros. Es verdad que, tras 37 ediciones de Masterchef, no todos los concursantes acaban satisfechos o tienen un buen desenlace o buena relación con la productora. Desde tu prisma en el que estás supercontenta con esta relación, al igual que Carlos Maldonado, ¿cómo lo ves y vives?
R.- Hay muchas personas en este mundo y cada uno sabe cómo es. Nos falta, ya sea por parte de Shine Iberia o por parte nuestra como concursantes, ceder un poquito, quillo, para encontrarnos en un punto mejor de trabajo. Yo no tengo ni tele en mi casa; con eso te lo digo to. "¿Qué hago yo en la televisión?". Pero lo vi como una buena plataforma para dedicarme a la cocina, que es lo que me encanta.
R.- Normalmente, la gente que entra en un programa de televisión y tiene perfil de tele busca, sobre todo, más fama que sacar provecho a nivel profesional. Pues puede haber conflicto de intereses cuando no consiguen lo que querían, sus expectativas. No hay nada que se consiga sin trabajo, sin foco y sin un objetivo final. Yo no puedo entrar en un programa de televisión diciendo "quiero ser famosa". Yo tengo que entrar en un programa de televisión diciendo "mi objetivo es dedicarme a la cocina, que es lo que me apasiona" y, a partir de ahí, construyes.
P.- Después de 37 ediciones de Masterchef, el formato también ha ido cambiando. Inicialmente era un concurso de talento de cocina y, con los años, por H o por B, se ha hecho más largo y ha potenciado la parte reality. ¿Tú viviste mucha presión?
R.- La que me puse yo. Mucho. Pero yo me pongo presión en todo. Obviamente es un programa exigente y el nivel de exigencia depende de lo que tú te exijas a ti mismo. Yo me exijo mucho a mí misma. Yo tuve momentos de inseguridad, no por ellos, sino porque cuando eres perfeccionista, estás continuamente criticándote porque nada es suficiente. Si un programa es exigente a nivel de pruebas, lo pasas mal, no por Masterchef, sino porque yo soy exigente. Yo nunca lo pasé mal por el equipo. Nos cuidan increíblemente porque necesitan perfiles que funcionen bien en el programa y que sean ellos. No te pueden dar con un látigo. Si no, no te cogen en un casting. Ellos te cogen en un casting por un perfil. Si te dan con el látigo, a lo mejor sales de ahí…
P.- Hay varias maneras de hacer casting. ¿Tú llamaste o ellos contactaron contigo?
R.- ¿Yo? ¡Qué va! Mira, yo me presenté dos años. El primero no entré porque fui fuera de plazo. Y el segundo, que no le dije nada a nadie, empecé a pasar fases, entré al programa y gané. Ellos no me picaron a la puerta. Sé que a veces pican a la puerta porque necesitan perfiles. Todo programa en la tele sirve para entretener. Necesitan perfiles que entretengan y si encima tienes un perfil de cocina, pues maravilloso. Las cosas, claras: entretener.
P.- ¿Cuál sería para ti el espacio culinario televisivo ideal?
R.- Ostras, yo lo tengo clarísimo. No sería tanto un programa de entretenimiento, sino divulgativo. Tengo en mente un espacio en el que me llevaran por los lugares más recónditos de España, donde se vayan a perder tradiciones por la mecanización a nivel industrial, y hablar con el señor o la señora de turno que lleva toda la vida haciendo una tarta con las manos y la dejan fermentar encima del frigorífico. Que no se pierdan esas tradiciones y enseñarlo en la tele. Sería viajes, comida y poner en valor las cosas que ojalá no desaparezcan porque son bellísimas.
P.- Vende el proyecto.
R.- Ya. Si está vendido. Me han llamado varias productoras y yo lo he soltado. Si cuaja algo, estupendo, pero yo sería feliz y aprendería. Yo no participaría en otro reality. Sólo haría algo de tele si yo aprendo. Si no, no lo hago.
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