Después de un breve cónclave, muy ceñido a lo que nos dice la historia reciente de la Iglesia Católica, tenemos un nuevo romano pontífice. Un cargo, que quizás por la transformación que ha hecho Francisco estos últimos años, ha trascendido más allá de la Iglesia, más allá de la comunidad cristiana y más allá incluso del mundo occidental. Pero esto no nos tiene que despistar, pues debemos ser conscientes que León XIV no es sucesor de Francisco, de la misma manera que Francisco no era sucesor de Benedicto XVI. El Papa es sucesor de Pedro, y ahí es donde reside la importancia de la dignidad del cargo, y la trascendencia de este momento. Los obispos son los sucesores de los apóstoles, y el Papa es el sucesor de la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.
Por este motivo no debemos caer en si el papa recién elegido es una figura continuista, progresista, conservadora, moderada, y todo de adjetivos que lo sitúan en un plano comparativo respecto a los anteriores, y más cuando aun no hay obra, ni acciones que acompañen su nueva responsabilidad al respecto. Tampoco debemos empezar a ver que si un sector busca tensiones, que si no habrá estabilidad, que si habrá polémicas, y todo un sinfín de asuntos vinculados a la política y al parlamentarismo. En la Iglesia no hay partidos, ni tampoco hay progresistas o conservadores, hay diferentes ideas sobre las mismas cuestiones y preocupaciones. Y debemos ser conscientes que si Robert Francis Prevost ha sido elegido Papa es porque tiene el apoyo de dos tercios del Colegio Cardenalicio, y esto deja poco margen para las facciones.
Si nos centramos en los retos que tendrá que hacer frente, qué quizás es la cuestión más importante más allá de lo que creamos que hará o pensará en el futuro, nos encontramos que hay diferentes escenarios. Por un lado, las diferentes guerras y frentes que hay en el mundo. En este aspecto debemos recordar a Benedicto XV, quien durante la Primera Guerra Mundial pidió una y otra vez la paz en Europa. De la misma manera que Pablo VI, qué ayudó en diferentes ocasiones a encontrar puntos de encuentro entre Estados Unidos y la Unión Soviética, este nuevo Papa tendrá que seguir la senda de erigirse como punto de encuentro entre India y Pakistán, entre Ucrania y Rusia, o quien sabe si también entre Israel y Palestina.
León XIV tendrá que erigirse como punto de encuentro entre Ucrania y Rusia, India y Pakistán, y quién sabe si entre Israel y Palestina
Más allá de los diferentes conflictos, como romano pontífice será el responsable de velar por la comunidad cristiana en diferentes partes del mundo, entre ellos los acuerdos entre la Santa Sede y la República Popular de China ganan especial interés, ya que Asia es uno de los puntos más importantes de la cristiandad hoy. La necesaria discreción en las negociaciones sobre los nombramientos eclesiásticos, consensuados entre el Vaticano y Pekín, como también los nuevos horizontes entre ambos países, pueden ayudar también a situar a la Santa Sede como un interlocutor válido entre las tensiones entre Filipinas y China, o entre Taiwán y China. De la misma manera que la situación de los cristianos en África, o el auge del evangelismo anticatólico en América, desde la imagen de Trump siendo un nuevo papa hasta los escraches a eclesiásticos por parte de afines a Bolsonaro.
León XIV tendrá que seguir con la misión pastoral del Concilio Vaticano II. Y es que más allá de lo que se quiera promover, no está en entredicho la reforma de Juan XXIII y Pablo VI hecha en el último concilio. El punto de partida será la tarea de la evangelización de los pueblos. Así hemos de prestar mucha atención a las diferentes encíclicas que escriba, como también a las diferentes declaraciones que haga. Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco abrieron la puerta a convertir en función pastoral el querer dar respuesta a las preocupaciones de la ciudadanía frente cuestiones que se consideraban troncales. Cada uno a su modo, y de forma personal, así que también tenemos que esperar que este nuevo papa lo continue.
Por último, se debe prestar atención a los viajes que el nuevo Papa realice. Pío XII fue el primero en salir de la Ciudad del Vaticano. Juan XXIII fue el primero en salir de Roma desde 1857. Pablo VI, el primero en viajar en avión, y salir de Italia. Ningún Papa salía de Italia desde 1809. Y Juan Pablo II hizo más de un millón de kilómetros, la distancia entre la Tierra y la Luna tres veces.
Benedicto XVI y Francisco viajaron poco en comparación, pero la importancia de sus viajes residía en querer poner el foco de la noticia allí donde iban. Si bien Benedicto XVI fue a países donde la Iglesia ya estaba consolidada, Francisco hizo lo contrario, y se desplazó allí donde no lo estaba para impulsar una misión pastoral. Por esta razón no debemos ver los viajes papales como una cuestión eclesiástica solamente, sino también como una voluntad de poner el foco de importancia allí donde se va. Tendremos que estar atentos a qué pasos sigue el nuevo Papa para entender su obra. Si León XIV va a su tierra natal, Estados Unidos, pronto, y si se desplaza a Perú, su segunda patria. O si tiene otros destinos en mente.
No se entiende la obra de ningún Papa actual sin sus viajes al exterior. Incluso cuando Pío XII salió del Vaticano a una Roma bajo las bombas, salió para que los romanos no se hundiesen moralmente. Y el viaje en sí no era largo, ni costoso, ni tenía dificultad alguna, pero fue un símbolo para millones de cristianos en toda Italia.
En conclusión, debemos esperar para ver qué dirección tomará la Iglesia Católica con este nuevo oapa, pues no deja de ser una institución con dos mil años de historia a sus espaldas, y con unos ritmos que distan mucho de la inmediatez de la política de consumo. Y es que en este punto debemos recordar y tener presentes las palabras de Pablo VI en la carta encíclica Ecclesiam Suam de 1964, donde afirma que el silencio, el grito, la paciencia y siempre el amor son en tal caso el testimonio que aún hoy puede dar la Iglesia y que ni siquiera la muerte puede sofocar. Un hecho que aun autodefine a la institución, después de sesenta años de ser escrita, dando fuerza a los papas posteriores a continuar frente todo tipo de adversidades, incluso un atentado como en el caso de Juan Pablo II, para seguir su misión pastoral.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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