Si la ópera era para Wagner la obra de arte total, podría decirse que Pilar Jurado es la artista total del bel canto y la música clásica. Soprano, directora de orquesta, compositora, lleva años haciendo de todo sin que nadie pueda decir que no lo hace bien. Y sin renunciar a los atributos de la diva lírica, a vestirse de rompe y rasga, algo que todavía muchos señalan para estigmatizar a alguien. Ella, primera y única mujer que ha estrenado una ópera propia en el Teatro Real, ni se da por aludida.
"Soy bastante poco frívola, mucho menos de lo que la gente imagina. Soy abierta, espontánea, pero también tremendamente filosófica. Me planteo mucho quién soy, hacia dónde vamos, qué pasará. Sufro con lo que estamos viviendo, pero todos somos responsables del futuro", explica a El Independiente por videollamada desde el Auditorio Nacional, adonde ha acudido para asistir a la presentación de la programación 2025-2026, y donde este viernes estrena su última pieza musical, La tumba de Antígona, como parte del programa sinfónico número 22 de esta temporada que se replicará el sábado y el domingo. "Estoy muy contenta. Suena que te mueres y creo que va a funcionar muy bien", explica sin asomo de divismo, cercana, encantadora y brillante.
La tumba de Antígona está inspirada en la obra homónima de María Zambrano publicada en forma de ensayo en 1948 y adaptada al teatro en 1967. En ella, el enfrentamiento de Etéocles y Polinices da lugar al arquetipo de la lucha fratricida y a la reflexión de Zambrano sobre la Guerra Civil, el exilio y la necesidad de honrar a los vencidos. La pieza de 15 minutos de Pilar Jurado compuesta para orquesta y coro femenino funciona como un contrapunto material y espiritual a Rinaldo, la cantata de Brahms que interpretará el excelente tenor polaco Piotr Beczala también acompañado de coro masculino.
Pregunta.- ¿Qué tal los ensayos? ¿Está nerviosa? ¿Emocionada?
Respuesta.- Es difícil explicar a la gente que no me pongo muy nerviosa. Estoy acostumbrada a formar parte de los estrenos y a veces lo que más nerviosa me puede poner es que algo no dependa de mí, soltar a tu hijito y decirle a la Orquesta y al Coro nacionales, ahí lo tenéis, hacedlo vosotros. Pero estoy muy contenta porque el director, Jordi Bernàcer, ha querido que esté en los ensayos desde el primer momento, lo cual me parece una actitud muy inteligente y actual que antes no era tan habitual. Cuando estrené mi ópera, La página en blanco, en el Teatro Real también estuve muy desde el principio. A veces una sutileza cambia totalmente la forma de interpretar una obra, y en este caso hay un pasaje muy especial en el que ayuda que el compositor esté presente. Con Mozart no puedes hacerlo, pero conmigo, que estoy aquí, ¿por qué no? Estoy muy contenta porque estrenar en el Auditorio Nacional es trabajar con quienes han sido mis compañeros de estudios, gente a la que conozco desde que era una cría.
P.- ¿No ha tenido la tentación de subirse al escenario o de colarse en el coro?
R.- Siempre tengo ese tipo de tentaciones. Es muy emocionante formar parte de la música. Y en este caso hubiera podido funcionar, porque sería como hacer la parte homóloga del Rinaldo que cantará Piotr Beczala, pero parece como que siempre te estás proponiendo a ti mismo para algo, y no pretendo eso. Canto mucho, muy bien y en muchos sitios, y lo que busco con esta obra es que crezca y se convierta en ópera, porque es la idea con que ha nacido, y es obvio que cuando esa ópera se estrene seré yo quien la cante, y me hace mucha ilusión.
P.- ¿Cuál es el origen de este proyecto?
R.- Cuando la OCNE me llama para encargarme una obra ya tenían claro dónde y cómo querían insertarla en contraste con la otra parte del concierto –la de Brahms– concebida para coro masculino. Fue Félix Palomero –director técnico de la OCNE– el que me propuso como punto de partida La tumba de Antígona, que yo ya conocía, porque hacía tiempo que tenía en la cabeza hacer una obra basada en la tragedia de Sófocles. En principio era una obra sinfónica, me ofrecieron la posibilidad de hacerla también para coro femenino y dije que sí, claro. He continuado desarrollando la pieza y esa es la ópera que estoy escribiendo ahora. Me haría mucha ilusión que se estrenase en el Teatro Romano de Mérida con un desarrollo escénico muy tecnológico, una mezcla de pasado, presente y futuro. Trabajando el texto clásico y el de María Zambrano siento una conexión muy importante no solo con la Guerra Civil española sino con las injusticias del mundo. La gente olvida lo vivido y repite errores y clichés, y me parece que la finalidad de Antígona es recordarle al mundo que es injusto y que siempre hay algo que solucionar. Es una llamada de atención importante. Un artista, más allá de entretener, debe aspirar transformar la sociedad, a poner un espejo ante ella e intentar que la gente piense y sea crítica con su vida y lo que le rodea. Eso es Antígona. Siento que todo va hacia un lugar muy oscuro y que no me gusta, y siempre he entendido que cuando algo no te gusta hay que hacer algo para cambiarlo.
P.- En 2023 estrenó en México El coraje de la rosa, una obra dedicada a tu tía abuela, Pilar Bueno Ibáñez, una de Las Trece Rosas. ¿Hay una línea de compromiso en su obra como compositora?
R.- A veces la vida trae coincidencias. Escribí ese homenaje a la hermana de mi abuela porque durante buena parte de mi vida ni siquiera supe de su existencia. Nunca me habían hablado de ella, supongo que por miedo. Eso fue lo que más me impresionó. Me da mucha pena que un país tan rico viva experiencias tan duras que luego son muy difíciles de sanar. Para hacerlo a veces hay que pasar página y seguir construyendo. Y yo soy muy de construir, no de deconstruir. Es importante visibilizar las injusticias, pero también enseñar a caminar y mirar hacia adelante, buscando consensos y puntos de encuentro, porque el enfrentamiento nunca sale bien. Por eso me preocupa lo que ocurre en la actualidad, sentir que la gente se distancia emocionalmente. Todo es un engranaje. Las situaciones geopolíticas que vivimos llegan a la sociedad, toda esa violencia y polarización se traslada al ciudadano de a pie. Es importante parar, mostrar quiénes somos, y sobre todo respetar al otro. Puedes combatir sus ideas, pero siempre desde el diálogo. De eso ya hablaba en mi primera ópera. Siempre he intentado que mis obras fueran hechas por y para algo.
"No hay que bajar el nivel para que la gente suba al autobús. Yo prefiero llevar un transatlántico y que descubran océanos"
P.- Canta, compone, dirige... ¿Con qué disciplina disfruta más?
R.- Con todo. Disfruto cada instante. Disfruto de estar aquí contigo. La única manera de vivir intensamente es vivir el camino. Ahora estoy metida en el mundo de la inteligencia artificial. Participo en congresos internacionales hablando sobre IA y cultura. He hecho un máster. La gente me pregunta qué tiene que ver con el arte, pero es que tiene que ver con nuestro futuro. Si queremos tener futuro tiene que haber alguna loca, en este caso yo, que abra caminos, que piense diferente y entienda dónde están las herramientas y los peligros para defendernos frente a ellos. Ahora que todo está cuantificado por clics, la música está en inferioridad de oportunidades frente a otras cosas menos interesantes para el crecimiento humano. ¿Qué hay que hacer? Encontrar caminos de excelencia. No hay que bajar el nivel para que la gente suba al autobús. Yo prefiero llevar un transatlántico y que descubran océanos. Todo está cambiando. No todo el mundo tiene la preparación que tengo yo, no solo en cuanto a estudios, para hacer estas y otras cosas. Llevo muchos años viviendo en mundos paralelos. Todo eso me ha dado experiencia y una visión muy diferente de la de quien solo interpreta. Por eso dices que soy total. No solo estoy en la interpretación o la creación, sino también en la producción y la gestión. Eso me lleva muchas horas, y me da rabia porque me gusta mucho crear e interpretar, pero siempre he tenido claro, desde muy pequeña, que no puedes esperar que los demás hagan las cosas por ti.
P.- ¿Cómo es su aproximación a la inteligencia artificial? ¿Tiene que ver con la propiedad intelectual o cómo afecta a los profesionales de la música?
R.- Me interesa cómo está cambiando el horizonte de nuestra experiencia. La inteligencia artificial existe hace décadas. Lo nuevo es la inteligencia artificial generativa, y aquí viene el conflicto. Internet llegó para arrasar la industria discográfica. La piratería hizo mucho daño a las industrias culturales. Viví todo eso siendo joven, peleando por ello. Hablé en el Parlamento Europeo para la creación de la directiva de copyright, fui la artista española designada para convencer a los eurodiputados de que era importante poner leyes en el mundo digital para que se remunerara a los creadores en función de lo generado, ya que diezmó el mundo analógico pero enriqueció a las plataformas.
P.- Ahora, con la IA, buena parte de esas normas y tecnologías establecidas para recompensar a los autores en el contexto digital están quedado obsoletas...
R.- Creo que es importante hablar claro a nuestra gente. Los artistas tienen miedo a lo que viene, pero muchos no se paran a averiguar que hay herramientas fantásticas que te pueden hacer aún más genial de lo que eres y ahorrarte mucho trabajo rutinario. El problema está cuando se incita a pensar que cualquiera puede ser creador de contenido artístico. Eres un artista cuando pones algo más en esa creación. Hay que definir qué es ese algo más y hasta qué punto la creación hecha con IA puede tener remuneración para alguien que solo ha dado un botón. Estamos en un momento crítico. Me preocupa lo que la IA devalúe la propiedad intelectual del ser humano frente a la de las máquinas. Hay profesiones afectadas directamente, como el doblaje o la música incidental. Todo lo que es codificable, básico, rutinario, cuatro acordes seguidos, lo harán máquinas y lo harán mejor. La inteligencia artificial es mucho mejor que el ser humano en la mediocridad, pero no en la genialidad. ¿Puede llegar a ser genial la máquina? No lo descartaría, porque está aprendiendo con una red neuronal. Aunque ella misma diga que no siente ni piensa, no es cierto. Claro que piensa y siente, pero de otra manera. Ha evolucionado muchísimo este último año. Cada día es una sorpresa. Por eso es muy importante formar parte de este cambio, para que desde dentro podamos cultivar la excelencia. Esa es mi misión en este momento.
"Todo lo que es codificable lo harán máquinas y lo harán mejor. La inteligencia artificial es mucho mejor que el ser humano en la mediocridad, pero no en la genialidad"
P.- Tengo entendido que le fascinan los números. El pensamiento matemático tiene mucho que ver con la música.
R.- Soy muy pitagórica. Mi mente es absolutamente matemática, con lo cual para mí la música siempre ha sido un lenguaje nativo total.
P.- En La página en blanco, un compositor en crisis recupera la inspiración gracias a un robot...
R.- Muchas cosas de las que hablaba en La página en blanco se han cumplido. Es tremendo. Siempre he sido muy visionaria. Quizás porque tengo entradas de información desde muchos sitios y mi mente busca relaciones entre todo. En mi ópera de 2011 hablaba de alguien encerrado con su ordenador, pero todo lo que pasaba era en realidad una second life; lo que en realidad estaba sucediendo era que alguien estaba extrayendo su cerebro a través de una red neuronal digital que transformaba sus pensamientos en nuevas óperas. Leí muchísimo sobre transhumanismo para escribirla. Soy muy curiosa, y eso es maravilloso cuando eres artista. Recibes mucha información, y la información al final te hace ser. Por eso la inteligencia artificial generativa está tan en el límite entre lo maravilloso y lo peligroso: porque tiene toda la información.
P.- Estrenó La página en blanco en la época en que Gerard Mortier era director artístico del Real. Una época irrepetible en cuanto a propuestas arriesgadas. No sé si ahora sería posible.
R.- Fui una privilegiada. Antonio Moral, en anterior director artístico, me había hecho el encargo pero Mortier lo asumió como suyo, fue lo único que dejó de la programación. Todo lo que ocurrió, que una ópera como aquella tuviera un presupuesto de medio millón de euros... hoy es algo impensable. Por desgracia hoy no se apoya la creación contemporánea con aquella fuerza. Para mi Antígona me encantaría contar con apoyo institucional, pero soy consciente de que si quiero hacer algo grande tendré que buscar financiación privada. Cuando quieres hacer cosas importantes, tienes que buscar la manera de que se ejecuten.
P.- Su curiosidad y su personalidad la han motivado a hacer casi de todo en un mundo, el de la música clásica, muy compartimentado. ¿Esta ambición desmedida ha despertado recelos en la profesión?
R.- Eso está en la cabeza del otro. Cuando era mucho más joven sí me podían importar esas cosas. Yo viví esa sensación desde que era muy pequeñita en el colegio, porque ya hacía muchas cosas. Pero mi personalidad me ayuda mucho, porque soy tremendamente empática, vivo de forma muy natural todo lo que hago y creo que transmito a los demás esa naturalidad. La gente que me conoce no tiene esa susceptibilidad. He aprendido que las susceptibilidades dependen del susceptible. Respeto al otro, pero vivo conmigo misma, duermo tranquila. La gente ha entendido que soy así. No recelan, al contrario, ya esperan lo nuevo que haré, por dónde saldré. Eso es maravilloso, despertar esa parte más de niño, dejarse sorprender. No siento ningún rechazo.
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