Finalmente y para sorpresa de muchos, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha decidido aceptar el avión valorado en 400 millones de dólares que le ha regalado Qatar, y que probablemente se trate del regalo más caro que jamás ha aceptado el gobierno americano. El teórico regalo lleva una semana suscitando preguntas -¿puede un líder americano recibir un regalo así? ¿por qué hace ese regalo Qatar, a cambio de qué?-, pero la polémica alrededor no ha sido suficiente para que la Administración Trump rechace un obsequio que el presidente desea.

“El secretario de Defensa ha aceptado un Boeing 747 de Qatar de acuerdo con todas las normas federales y regulaciones”, ha dicho el portavoz jefe del Pentágono, Sean Parnell, este miércoles en un comunicado. “El Departamento de Defensa trabajará para asegurarse de que se toman medidas de seguridad apropiadas y de que se consideran los aspectos funcionales para un avión que se usa para transportar al presidente de los Estados Unidos”.

Sin embargo, el regalo ha generado diferentes preocupaciones que inquietan a muchos estadounidenses, y que mezclan aspectos legales, éticos y morales con otros de seguridad y geopolíticos. Para empezar, el Boeing 747 necesitará bastante trabajo antes de que se considere seguro para llevar a Trump, con lo que aunque EEUU reciba la aeronave pronto, no está claro cuándo estará lista para su uso.

“Cualquier avión civil necesitará modificaciones importantes para hacerlo”, ha dicho el secretario del Air Force, Troy Meink, en el Senado. “Estamos mirándolo ahora mismo”. Por otro lado, no está claro que la Constitución estadounidense permita recibir un regalo así, incluso aunque Trump no lo destine a su uso personal. Por último, aunque lo permita, ¿qué busca Qatar? ¿Van a verse beneficiados los negocios privados del presidente en Oriente Medio gracias al regalo?

Para Trump, el avión no es un soborno ni un intento de ganarse su favor, sino simplemente “una cosa normal que sucede entre aliados” y que enmarca dentro de “una relación muy institucional” entre ambos países. Pero hay un problema: la Constitución estadounidense cuenta con dos disposiciones que restringen y limitan los regalos que el presidente del país puede recibir por parte de gobiernos extranjeros. 

En una, se establece que el Congreso debe aprobar cualquier regalo de un “rey, príncipe o estado extranjero” a cualquier funcionario de Estados Unidos, y la otra prohíbe que el presidente reciba cualquier tipo de regalo aparte de su salario.

Así, el Departamento de Justicia estudió si el expresidente Barack Obama podía recibir en 2009 el premio Nobel de la Paz, que incluye 1,4 millones de dólares en efectivo, o si el Congreso tenía que dar su autorización. Finalmente se decidió que no violaba la Constitución porque no era un regalo de ningún rey, ni príncipe, ni estado extranjero, y Obama donó el dinero a la beneficencia. 

Cuando Francia quiso regalar a EEUU la famosa Estatua de la Libertad, el Congreso lo estudió y terminó votando a favor en 1877.

Pero no está claro si este regalo entraría en conflicto con dicha disposición de la Constitución. Por otro lado, la ley de regalos extranjeros del país permite que un presidente se quede un regalo que cueste menos de 480 dólares. Si cuesta más, puede quedárselo en nombre de Estados Unidos, pero entonces el dueño es el país, o puede quedárselo para su uso personal si reembolsa al Gobierno el coste del regalo a precio de mercado. 

A la vez, una ley de 1990 permite que otras personas, gobiernos extranjeros u organizaciones internacionales contribuyan con dinero o con bienes que use el Air Force, quien opera el avión del presidente, como es el caso.

Por ahora, el presidente ha dicho que si se lo quedase terminaría donando el avión a su biblioteca presidencial, y que no se lo quedaría para su uso personal una vez deje el cargo. Pero muchos expertos han remarcado que si no permanece para uso del siguiente presidente sino que se queda en su biblioteca, no es un regalo para el país, con lo que sí que violaría la famosa cláusula que exige que el Congreso decida qué puede quedarse.

“Los regalos están diseñados para generar buenos sentimientos en quien los recibe y para conseguir algún tipo de reciprocidad”, ha explicado el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Richard Briffault, a NPR. “Pero la cuestión es que lo que él [Trump] puede dar a cambio, por supuesto, son políticas públicas, ya sean acuerdos de armas o lo que sea. Y luego supone un incentivo para que otros países den regalos similares como otra manera de influir las decisiones presidenciales”. 

En este caso, además, el regalo es especialmente problemático porque Trump tiene empresas que hacen negocios en Qatar. En abril, la Trump Organization anunció que había llegado a un acuerdo para comprar un resort de lujo y golf en Qatar, pero el presidente ha rechazado esas preocupaciones, asegurando que todo lo relacionado con el avión formará parte de “una operación muy pública y transparente”. Por todo ello, el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, ha calificado el avión de “influencia extranjera premium con espacio extra para las piernas”. 

¿Quién decide si el Congreso tiene que aprobarlo?

No está claro. Expertos consultados por medios como Reuters han explicado que en teoría cualquiera, desde congresistas a estados de EEUU y a ciudadanos pueden demandar al presidente para que se aplique esa disposición constitucional, pero por el momento el Tribunal Supremo nunca se ha pronunciado al respecto.

Por tanto, no parece seguro que realmente alguien tenga el poder de conseguir llevar el asunto a una votación al Congreso, donde, igualmente, los republicanos tienen mayoría en ambas cámaras. La representante Ritchie Torres, demócrata, ha pedido en una carta que se lleve a cabo una revisión en profundidad del asunto. “Lo que el pueblo estadounidense está presenciando en tiempo real es lo que solo puede calificarse de estafa voladora. Si fracasamos marcando una línea aquí, pronto no habrá ninguna línea que marcar”, ha lamentado.

El coste y los elementos de seguridad

Trump ya había manifestado su enfado por los retrasos que Boeing acumula a la hora de entregarle dos aviones Air Force One que encargó en un contrato de 2018, con lo que considera que el regalo de Qatar es conveniente, un “gran gesto” que además hace ahorrar dinero al contribuyente americano. “Podría ser una persona estúpida y decir ‘no, no quiero gratis un avión carísimo”, dijo el presidente, “pero creo que fue un gran gesto”. 

Según documentos del Pentágono que ha conseguido el New York Times, solo el coste de la tripulación del avión costará más de 37 millones de dólares al año, y el coste total de operarlo será de 135 millones anuales. El avión consume alrededor de 25.000 dólares la hora, que podría ascender a hasta 35.000, según una revista comercial consultada por el mismo medio. 

Pero además, Estados Unidos necesitará invertir una importante cantidad en transformar el avión para conseguir que cuente con todos los requisitos de seguridad necesarios para que viaje su presidente. Según han explicado diferentes funcionarios y exfuncionarios de Defensa a CNN, podría llevar unos dos años instalar los elementos de seguridad y comunicaciones que suele usar el presidente, una tarea monumental que implica reconstruir la cabina con todo lo necesario. 

Esa es otra preocupación: que las prisas de Trump para que el avión esté listo lo antes posible lleven a rebajar el listón en lo que a la seguridad del mandatario se refiere. “Si el presidente Trump insiste en convertir el avión en un Air Force One antes de 2029, me preocupan las presiones a las que se pueden enfrentar para acortar estos trabajos de seguridad”, ha dicho la senadora Tammy Duckworth.

Entre los elementos de seguridad que es preciso instalarle están sistemas de misiles de defensa o sistemas para proteger el avión de los efectos electromagnéticos de un ataque nuclear, pero también sistemas para que el presidente pueda comunicarse con su gobierno en cualquier circunstancia, entre otros.