Un pensamiento mágico recorre el país.
De norte a sur, de este a oeste y vuelta a empezar, su buena ventura inflamadora, su paralizante mensaje de futuro sacude las mesetas, recorre el barranco del Poyo y el Sistema Penibético y descarga su receta de máximas y memes sobre las playas y los atascos de la M-30, asola las universidades, el consejo de ministros, las urbanizaciones, los grupos de padres, los chats de procuradores y los de damnificados del Forum Filatélico.
Como en una fábula de trama fácil y colofón con moraleja, un pensamiento hechicero y fulminante se cierne sobre nosotros y nos regala una plaga del Antiguo Testamento que seca las fuentes del desasosiego y la crítica, que para las máquinas de la inquietud y mata los ruegos y las preguntas mientras ensalza, como virtudes postmodernas, como icónicos superpoderes contemporáneos, la neutralidad, la parálisis y la nadería y nos convence de que todo está hecho, de que nada hay ya que hacer, pues todo se hace solo.
Un pensamiento mágico, una creencia hipnotizadora y rotunda, alentada por los que nos gobiernan y por los que no, por quienes nos venden cosas que compramos sin necesitarlas, por los voceros y los mentirosos, por una prensa discutible, por los que organizan nuestra vida, nuestro tiempo y nuestras ansias y verdades desde el cuadrilátero insomne y palpitante de nuestras pantallas digitales, nos secuestra la inteligencia y la voluntad mientras nos seduce, nos aplaca y, entre zureos, nos aconseja: sentaos, mirad y descansad, que ya otros piensan, vigilan y ejecutan.
Un agradable delirio nos atempera la cara y nos cierra las fauces, y los ojos y las manos, nos duerme las ganas y el ánimo, y rendidos a su verdad, metemos el lápiz del periodista, las lentes del observador, el estilete de la oposición y el silbato amonestador del juez en el remoto cajón del mueble oculto en el trastero, allí donde van a parar las cosas que ya no sirven o nos molestan, donde yace nuestra conciencia ciudadana, nuestro puntito de mala leche e indocilidad con el poder, donde descansa nuestra dignidad generacional averiada junto a las cintas de VHS, las mancuernas, la licuadora, los pantalones de pata de elefante o la colección de grandes obras de la literatura de Planeta De Agostini, entregas 1 y 2.
Un pensamiento mágico nos aconseja: sentaos, mirad y descansad, que ya otros piensan, vigilan y ejecutan
Sacamos los ojos del pozo del teléfono, de la serie nórdica que lo está petando, abandonamos temporalmente el carrito de la compra y el bálsamo del scroll y, entre bostezos, desganas y dos gritos anónimos en una red social, nos decimos que no pasa nada por no ir mañana al trabajo, que no es mala idea presentarse en una comunión con un chándal de dos piezas, que aquí el más tonto hace relojes, que vaya historia lo de Israel y lo de Ábalos, que cuál es la clave del wifi, que me van a oír los del delivery la próxima vez que se retrasen 5 minutos con las alitas de pollo.
Un pensamiento brujo nos envuelve y nos empuja a cruzar los brazos, nos susurra que los árbitros, los jueces, el gobierno y los valencianos son unos corruptos, que caramba con lo de la vivienda, que si ya tienes los 300 euros para ver a Bad Bunny, que voy a hacerle los deberes al niño ahora que está con la Play, que cada vez nos tratan peor en el banco, que hay algo que huele raro en Eurovisión y mañana a ver si me dan cita previa en el catastro, que todos podemos ser líderes si nos lo proponemos, que no me digas que no está todo carísimo, que los tomates no saben a nada, que cuándo tienes cita para el tatuaje, que Alcaraz no es como Rafa Nadal y que eso que van contando por ahí es verdad porque lo ha dicho Broncano, Ibai o Iker Jiménez.
Una creencia fantástica colectiva nos acuna y nos arrulla mientras nos sofoca y nos desaconseja levantar la mirada por encima de la cerca, recordándonos que nada es suficiente, que dónde he puesto el vapeador, que los mayores nos molestan, que mi peluquero tiene dos bitcoins y va ya para el tercero, que ojo con los inmigrantes, con los disconformes, los inadaptados y los que leen mucho o abandonan sin avisar los grupos de Whatsapp, que vaya hostias da Topuria, que no llego a fin de mes, que a ver si voy a ser yo el idiota que proteste, que ahora te mando un audio de voz, que vaya vida de mierda la de nuestros padres, que para qué arrimar el hombro y ponerse a preguntar por las causas y sus consecuencias, y que, -pareces idiota- nada hay ya que hacer, pues todo se hace solo.
Una alucinación universal nos adormece y nos machaca recordándonos, como en el monólogo de Menchu ante el cadáver del esposo Mario, que somos unos desgraciados y unos tiesos, que todo está fatal pero hoy no me viene bien, que sólo me van a cobrar 3 euros por un café en un vaso de cartón con mi nombre que me voy a poner yo cuando llegue mi turno, que podemos seguir adelante arrastrando los pies, que, para cojones, los de Trump o Milei, que si nos dejasen, esto lo arreglábamos nosotros en dos tardes, que los libros se leen solos, que a los niños los educan en el colegio, que me pongas un Bizum, y que -desengáñate- el trabajo lo va a hacer la inteligencia artificial.
Un dogma contemporáneo y sosegador nos recuerda que ya no hace falta aprender idiomas, ni modales, ni a freírse un huevo, que qué mal canta esa diva sin autotune, que ni de coña trabajo yo en una oficina, que nunca viviremos mejor que nuestros abuelos, que no sabía nada de lo de tu crush, que hay que reducir la jornada laboral, que ha salido barato el fichaje de Xabi Alonso, que no vale la pena levantar la voz y hasta la mano, que al final, lo he pensado y no voy a seguir estudiando, que los de ahora no sabéis esperar, que qué flojito es Feijóo, que no te puedes fiar de nadie, que qué hay de malo en seguir acaparando cosas, y que -como creo que ya dijeron Gasset y Ortega- que para qué voy a hacer nada, pues todo se hace solo.
Un pensamiento mágico nos tiene entontecidos, una superstición coral nos entumece y nos recuerda que, en Macondo, mientras todo se hace solo, podemos sentarnos y seguir esperando.
1 Comentarios
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hace 21 segundos
Excelente análisis de una sociedad agilipollada!!