Cada día recibo mensajes de compañeros y compañeras desde distintos rincones de África. Me hablan de logros, de retos y, sobre todo, de comunidades que resisten con fuerza o que siguen esperando, con paciencia y urgencia, la ayuda que puede cambiarlo todo.
Como responsable regional de operaciones para África, veo de cerca cómo esa ayuda transforma vidas… pero también cómo su ausencia duele. Por ello, en este Día Mundial de África, quiero compartir cinco claves para entender cómo se despliega la ayuda humanitaria en el continente, los retos que enfrentamos y por qué esta labor sigue siendo tan necesaria.
El acceso
Para salvar vidas es importante que la ayuda llegue. En 2024, más de 74 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria en África oriental y meridional. Sin embargo, alrededor de 26 millones viven en zonas donde las organizaciones humanitarias tienen dificultades para acceder. En ocasiones, he visto como el acceso humanitario en regiones en conflicto (cuya población es especialmente vulnerable), se convierte en una verdadera carrera de obstáculos. Los desafíos incluyen carreteras destruidas, lluvias torrenciales, bloqueos de seguridad, retrasos en la aprobación de permisos, obstrucción de los convoyes de ayuda e inseguridad. Estos retos continúan provocando retrasos significativos en la distribución de ayuda, lo que da lugar a una creciente brecha entre las necesidades humanitarias y la asistencia disponible.
He sido testigo de cómo, en las zonas más desafiantes —donde la tierra está árida, los mercados vacíos y las familias no saben si tendrán algo para comer al día siguiente— nuestros equipos logran llegar a los rincones más inhóspitos. Hace poco, un compañero de uno de nuestros equipos de distribución me comentaba: “Es complicado, duro, pero estimulante. El trabajo diario no es fácil, afecta en lo personal, pero el compromiso del equipo es total”. Y es precisamente ese compromiso —valiente, humano, profundamente arraigado en el deseo de aliviar el sufrimiento— lo que hace posible que, incluso en los contextos más complejos, sigamos llegando a quienes más nos necesitan.
La logística
Antes de que vacunas, kits de higiene o sacos de semillas puedan llegar a su destino, se debe recorrer un camino esencial: el de la coordinación administrativa. Por ejemplo, para que un medicamento o suplemento nutricional sea entregado correctamente, primero debemos asegurarnos de que esté aprobado por las autoridades sanitarias del país. Luego, necesitamos obtener permisos especiales para acceder a las zonas más necesitadas, ya que algunas pueden ser peligrosas o de difícil acceso. A continuación, coordinamos con la comisión humanitaria para definir rutas seguras, y cuando llegamos al destino, verificamos que el medicamento sea el correcto y que se distribuya adecuadamente, todo bajo la supervisión de los actores locales.
Por ejemplo, en una emergencia por sequía en el Sahel, un logista puede organizar el envío de camiones con bidones de agua y kits de higiene a pueblos remotos, asegurándose de que las rutas sean seguras, que los productos no se estropeen por el calor, y que lleguen justo cuando hacen falta. Sin él, la ayuda no podría llegar a tiempo.
La infraestructura y la innovación
En ocasiones,la falta de electricidad o instalaciones adecuadas convierte cada intervención en un reto. Por ejemplo, en Sudán, que está sufriendo una de las crisis humanitarias más severas de nuestro tiempo, más del 70 % de los centros de salud están inoperativos debido al conflicto armado que asola la región. En contextos donde enfermedades como el cólera, el dengue o la malaria afectan a miles, la falta de almacenes adecuados e infraestructuras para preservar la cadena de frío, entre otros factores, impiden disponer de medicamentos esenciales. Como resultado, más de 500.000 niños menores de cinco años siguen muriendo cada año en África por enfermedades prevenibles por no tener acceso a vacunas.
Más de 500.000 niños menores de cinco años siguen muriendo cada año en África por enfermedades prevenibles por no tener acceso a vacunas
En Acción contra el Hambre estamos implementado clínicas móviles, capacitando al personal local y adaptando nuestra respuesta a las necesidades de aquellos más vulnerables. Y trabajamos en proyectos, como REact, una herramienta que ayuda a calcular cuánta energía se necesita en una emergencia humanitaria y orienta sobre cómo cubrir esa necesidad usando energía solar. Fue creada por Acción contra el Hambre y la Fundación acciona.org, con apoyo de la Unión Europea, para ofrecer una alternativa limpia a los combustibles que, o bien no se encuentran en determinadas zonas, o son muy contaminantes.
Capacidad local
En muchos de los países donde intervenimos, la mayoría de los productos que distribuimos —desde alimentos hasta medicamentos— provienen de proveedores de la propia región y de sus mercados. En un continente donde más del 60 % de la población depende de la agricultura para alimentarse y subsistir, esto no solo acelera nuestra capacidad de respuesta humanitaria, sino que también fortalece las economías locales. En Acción contra el Hambre creemos que la ayuda debe sembrar autonomía. Nuestro objetivo no es solo aliviar el hambre hoy, sino que las comunidades puedan sostenerse por sí mismas mañana.
Este compromiso lo veo reflejado en historias como la de Hawo, una mujer de 30 años de Moodin, Somalia. Durante años le dijeron que las mujeres no podían ser agricultoras. Pero cuando la escasez de alimentos se hizo insostenible, Hawo decidió plantar su propia parcela. En una zona golpeada por sequías y lluvias extremas, no fue fácil. Sin embargo, con las semillas, herramientas y formaciones que recibió de nuestro equipo, su pequeño huerto empezó a dar frutos. “He aprendido a perseverar”, dijo.
La financiación
La falta de financiación para cubrir todas las necesidades humanitarias en África se arrastra desde hace años. Sin embargo, esta situación se ha agravado con los recientes recortes en ayuda, especialmente tras el anuncio de Estados Unidos de reducir un 83 % de su asistencia humanitaria, que llegó a representar el 42 % de toda la ayuda mundial en 2024. Como consecuencia, programas vitales en múltiples países africanos han sido suspendidos. El cierre de clínicas, la interrupción de tratamientos médicos y la cancelación de programas de salud pública amenazan con colapsar sistemas ya de por sí frágiles. En Níger y Malí, por ejemplo, la reducción de programas nutricionales de Acción contra el Hambre pone en peligro a miles de niños con desnutrición aguda severa. Solo en Níger, 560.000 personas dependen de nuestros servicios de alimentación, agua y salud.
Compromiso con una África digna y resiliente
En Acción contra el Hambre, trabajamos sin descanso en más de una docena de países africanos, enfocándonos en el acceso al agua potable, nutrición, salud, medios de vida y preparación ante emergencias. Por ejemplo, en 2024 ayudamos a más de 814,000 personas en Malí y a alrededor de 555,000 en Sudán, mediante intervenciones integradas de salud, nutrición e higiene, entre otras. Cada pozo que rehabilitamos, cada centro de salud que apoyamos, hace posible que madres, padres e hijos vuelvan a sonreír. Es el fruto del trabajo de profesionales que no se rinden, al servicio de aquellos que tampoco lo hacen.
Pero África no es sinónimo de miseria. Hoy, en el Día Mundial que conmemora su fortaleza, necesitamos que el mundo mire hacia África con atención y compromiso. Porque cuando la ayuda es suficiente y llega de forma oportuna, transforma realidades. Y eso, yo lo veo todos los días.
Paloma Martín De Miguel es responsable de operaciones para África de Acción contra el Hambre
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