Sé que es una disyuntiva trampa. Esa hipótesis, sólo dos candidatos, es irreal, nunca se va a dar en España. Pero, en el subconsciente colectivo de una parte de la población, probablemente la menos formada políticamente, pero también la que puede dar o quitar un triunfo electoral, esa dicotomía funciona. De hecho, fue ese truco el que le permitió a Sánchez mantenerse por encima del 30% (31,68%) de los votos en julio de 2023 y sumar suficientes escaños como para lograr una investidura que en mayo, tras las municipales y autonómicas, casi todo el mundo daba por imposible.

PUBLICIDAD

Fue el pacto en Valencia entre el PP y Vox el que le permitió a Sánchez plantear como núcleo central de su campaña que una eventual victoria del PP elevaría a Santiago Abascal a la vicepresidencia del gobierno. ¡Y Funcionó!

Si el PSOE basó la moción de censura de 2018 contra Rajoy en la necesidad de la regeneración contra la corrupción, ahora ese discurso ha desaparecido por completo del argumentario socialista. Es natural que el partido de Ábalos, Koldo y Cerdán, del que su líder tiene a su hermano y a su esposa imputados por corruptelas, no enarbole esa bandera. La soga no se debe mencionar en casa del ahorcado.

El mantra ahora, y lo será aún más cuando se aproximen las elecciones, sean cuando sean, será la supresión de derechos, el recorte de libertades que acarrearía un gobierno de PP y Vox.

Aunque Miguel Tellado -secretario general de los populares- se ha esforzado en desechar la posibilidad de una coalición, insistiendo en sus entrevistas en que el PP quiere gobernar en solitario, es evidente, según el consenso de las encuestas, que Núñez Feijóo necesitará de algún tipo de acuerdo con Abascal para desalojar a Sánchez de la Moncloa.

El líder de Vox, por su parte, ha aclarado que no habrá un apoyo gratis al PP en caso de que este partido necesite sus escaños para la investidura de Feijóo. No creo que vaya de farol.

El problema para el PP es que Vox, en lugar de limar sus aristas ideológicas, las agudiza cada día más. Abascal representa para Feijóo lo que Joe Pesci para Robert de Niro en Casino (un retrato de la mafia del juego en Las Vegas magistralmente dibujado por Martin Scorsese).

Abascal es, en estos momentos, la mejor arma de Pedro Sánchez contra el PP de Feijóo

La posición intransigente de Vox sobre la inmigración le está dando muy buenos resultados. En las encuestas, Vox crece incluso más que el PP, hasta situarse ya por encima del 15% y rozando los 50 escaños.

La inmigración es ya uno de los debates políticos centrales en nuestro país, junto a la corrupción. Según el último barómetro del CIS, un 18,4% de los españoles la sitúan como uno de los grandes problemas. Para el 37,4% de los votantes de Vox, la inmigración es el principal problema. El 33,2% para los votantes de Junts (¡ojo a Aliança Catalana!).

Así que el PP debe tener claro cuál es su posición sobre este asunto, porque si no lo maneja bien, puede perder por un lado lo que pueda ganar por otro criticando la corrupción del PSOE de Sánchez.

El lío a raíz del acuerdo del ayuntamiento de Jumilla (Murcia), gobernado por el PP, para no permitir el uso del polideportivo municipal a los grupos musulmanes para la celebración del fin del Ramadán o la Fiesta del Cordero, es un buen ejemplo de lo que le puede ocurrir al PP si no se anda con tiento. Aunque la alcaldesa de la localidad, Seve González, ha tratado de circunscribir la polémica a una cuestión casi funcional -el uso de la instalación debe restringirse a eventos deportivos-, el propio Abascal se ha encargado de elevar la cuestión hasta convertirla en un pulso contra los que supuestamente quieren acabar con nuestra cultura. El líder de Vox ha declarado que "hay que proteger a los españoles", porque "estamos ante la amenaza real de una ideología extremista como es el islamismo". Así, de un plumazo, Abascal ha convertido en islamistas a todos los que profesan la religión musulmana. Señor Abascal, usted que tanto presume de respetar la Constitución, por favor apréndase su artículo 14: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

Establecer un vínculo entre inmigración y delincuencia, sobre todo cuando se trata de inmigración magrebí, es una tentación irresistible para Vox, y puede que sea muy efectiva electoralmente hablando. El crecimiento de la extrema derecha no es un fenómeno propio de nuestra idiosincrasia. Se da en toda Europa, y su acelerador es el rechazo a la inmigración musulmana, el miedo a lo diferente.

El PP no puede abanderar la política del 'papeles para todos', porque la inmigración masiva y descontrolada es una bomba de relojería, y ha sido, además, rechazada de plano por la Comisión Europea. Pero tiene que defender, al mismo tiempo que una ordenación de la llegada de extranjeros, la igualdad de derechos, y el respeto a otros cultos y culturas.

No va a ser fácil, porque en algunos municipios y puede que en alguna comunidad autónoma, Vox fuerce la máquina para hacer al PP caer en la trampa: apoyo a cambio de asumir sus principios cada vez más lindantes con la xenofobia.

Si el PP no quiere que la disyuntiva de la que hablábamos al principio de este artículo (¿Sánchez o Abascal?) le siga dando rédito al presidente del gobierno, lo primero que tiene que hacer es armar un discurso coherente y claro sobre la inmigración. Aunque eso le pueda costar perder algunos ayuntamientos, tal vez alguna autonomía. Si no, tendrá difícil llegar al gobierno. Abascal es, en estos momentos, la mejor arma de Pedro Sánchez contra el PP de Feijóo.

PUBLICIDAD