España se enfrenta a un desafío silencioso que amenaza su soberanía territorial. Marruecos, cada vez más ambicioso y respaldado por una modernización acelerada de sus fuerzas armadas mantiene vivas sus aspiraciones sobre Ceuta y Melilla mientras perfecciona una estrategia de presión constante que combina diplomacia, economía, migración y tecnología.

Un análisis del comandante del Ejército de Tierra Emilio José Arias Otero, publicado recientemente en el portal del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (Ceseden), advierte de que España no está preparada para responder a esta amenaza: “El imparable gasto en defensa de Marruecos debería ser un acicate para incrementar y aumentar las Fuerzas Armadas españolas”.

Sin embargo, la respuesta de Madrid sigue siendo, según el informe, “meramente reactiva”, dejando que Rabat controle el ritmo de la confrontación. “Este proceso, por el que dos países incrementan sus fuerzas con la finalidad de protegerse del otro, cae en una espiral escalatoria conocida como 'dilema de seguridad' y es un claro síntoma de que la disuasión nacional no está funcionando con la eficacia debida”, señala tajante Arias Otero. “Esta falta de iniciativa -agrega- produce una permanente actuación meramente reactiva que lleva a España a no controlar el ritmo de la confrontación”.

Arias Otero se desempeña actualmente como analista en la División de Planes del Estado Mayor del Ejército, una sección clave encargada de la planificación estratégica a medio y largo plazo. Ha estado desplegado en Líbano e Irak, y  ha dirigido dispositivos de seguridad de la Casa Real.

Dos décadas de silencio institucional

Desde el año 2000, las Estrategias de Seguridad Nacional (ESN) han evitado pronunciar el problema por su nombre. Ni el Libro Blanco de la Defensa (2000), ni la Estrategia Española de Seguridad de 2011, ni la ESN 2013 incluyeron referencias directas a las reivindicaciones marroquíes.

La única excepción parcial fue la Revisión Estratégica de la Defensa de 2003 que tras el episodio del islote de Perejil reconoció la necesidad de “mantener la capacidad de disuasión para evitar futuros conflictos”, aunque sin mencionar expresamente Ceuta y Melilla.

Incluso la ESN 2021, publicada tras la crisis migratoria de mayo de 2021 provocada por el régimen alauí, evita toda mención explícita a Rabat. Para Arias Otero, esta omisión erosiona la credibilidad española: “La falta de contundencia y la ambigüedad en la forma de mostrar la determinación para protegernos de las posibles acciones de Marruecos en relación con el caso de Ceuta y Melilla, hacen que este instrumento no fortalezca el ejercicio de la disuasión llevada a cabo por España”, apostilla. El resultado es una política incoherente que, lejos de disuadir, alimenta la percepción marroquí de que puede presionar a España sin pagar un precio significativo.

Marruecos juega en la “zona gris”

El estudio describe con detalle cómo Rabat emplea estrategias híbridas: acciones deliberadas situadas “por debajo del umbral del conflicto armado”, que generan presión sin provocar una respuesta militar directa. Entre ellas figuran la instrumentalización de la inmigración, como en mayo de 2021, cuando Marruecos permitió la entrada de miles de migrantes a Ceuta en plena crisis diplomática: el cierre unilateral de la frontera comercial de Melilla en 2018, ahogando la economía local como medida de presión; las operaciones de desinformación y espionaje, con casos como el presunto uso del software Pegasus contra altos cargos del Gobierno español, incluido el presidente y sus ministros; o el uso estratégico del Sáhara Occidental como moneda de cambio con la estrategia de Rabat de condicionar su cooperación migratoria y económica al respaldo internacional a su propuesta de autonomía.

El resultado es una política incoherente que, lejos de disuadir, alimenta la percepción marroquí de que puede presionar a España

El comandante advierte que la decisión del Gobierno español de apoyar esta posición marroquí sobre el Sáhara sin recibir concesiones claras, envía un mensaje peligroso: “Cambios de postura como el sucedido con el reconocimiento del Sahara en favor de Marruecos sin haber sido conocidas contrapartidas compensatorias para España, hacen pensar en una posible actuación cercana a la teoría del apaciguamiento. Esta actuación de ceder en ciertas reivindicaciones sin exigir nada a cambio, es una forma peligrosa de relacionarse entre Estados en disputa. Emprender este camino del apaciguamiento del agresor presenta riesgos notables como la imposibilidad de saber cuándo acabarán las exigencias del agresor y también, encontrar los límites y líneas rojas de las cesiones del agredido”, subraya en el análisis.

Una carrera armamentística desigual

Marruecos ha acelerado en la última década un proceso de modernización militar sin precedentes en el Magreb. Ha adquirido drones de combate, sistemas antiaéreos avanzados y fragatas de última generación con apoyo tecnológico de Estados Unidos, Francia e Israel. A este respecto, Arias Otero alerta de que España podría perder pronto la ventaja estratégica: “La mejor posición geográfica marroquí, el incremento del gasto en defensa y el crecimiento de su capacidad militar podrían llegar a plantear un dilema si consigue superar las capacidades militares españolas.”

Si Marruecos lograra esa superioridad, advierte el informe, podría colocarse en una posición negociadora más favorable, elevando el coste para España de defender su soberanía. “Una estrecha relación de convivencia pacífica desde hace décadas entre España y Marruecos se mantiene gracias a los efectos de la disuasión. Si no existieran acciones disuasorias en todos los planos, el análisis de costes-beneficios para el Reino alauita sería positivo, sin embargo, en sus consideraciones, Marruecos todavía valora la posición de España en el mundo, el respaldo internacional de la soberanía de las Ciudades Autónomas y el impacto que tendría para su país entrar en una confrontación militar directa con España por hacerse con Ceuta y Melilla”, sostiene el documento.

Pero avisa: “Este es un momento lleno de nuevas amenazas materializadas de forma simultánea y sincrónica, donde los efectos de las tensiones estratégicas afectan de manera global y que requieren de esfuerzos integrales para proteger y salvaguardar, la libertad y la soberanía de España frente a todo tipo de amenazas. Desarrollar estrategias disuasorias eficaces es una responsabilidad del más alto nivel y requiere del esfuerzo de todos los poderes del Estado de forma coordinada. Hacer ver a nuestros adversarios nuestra firme voluntad de defender nuestros intereses a toda costa es una de las piedras angulares de la disuasión”.

La falsa seguridad de la OTAN

España confía en su integración en la OTAN y la Unión Europea, pero el documento recuerda que Ceuta y Melilla no están explícitamente protegidas por el Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. En caso de agresión, Madrid podría invocar el Artículo 4 para consultas, pero la defensa colectiva no está garantizada.

La experiencia de Perejil en 2002 lo demostró: la mediación vino de Estados Unidos, pero ningún aliado intervino militarmente. El análisis concluye que la denominada “disuasión por extensión” es solo “moderadamente eficaz”: útil para contener escaladas, pero insuficiente para detener las ambiciones marroquíes. “La efectividad de esta forma de disuasión depende en gran medida de la percepción de la posible represalia por parte de los aliados de España. Aunque la OTAN y la UE han mostrado su apoyo a la soberanía española sobre Ceuta y Melilla en diversas declaraciones, la realidad es que la participación activa de estos aliados en conflictos específicos puede ser limitada, como se demostró en el incidente de la isla de Perejil en 2002, donde la resolución no involucró una acción militar directa de aliados, sino una mediación de Estados Unidos”, recuerda el militar.

”En términos de valoración de la eficacia de la disuasión por extensión, se puede argumentar que esta estrategia tiene una eficacia moderada. Aunque proporciona un nivel significativo de disuasión teórica debido al potencial de una respuesta colectiva, la falta de garantías explícitas y la experiencia histórica sugieren que su capacidad para disuadir a Marruecos es limitada. La dependencia de España de la diplomacia y la mediación internacional para resolver incidentes indica que, mientras la disuasión por extensión es un componente valioso de la estrategia de seguridad, no es suficiente por sí sola para detener las ambiciones de Marruecos sobre el caso de las Ciudades Autónomas”, apostilla.

España, sin iniciativa

El análisis es también muy crítico con la diplomacia que hoy lidera José Manuel Albares.  "La diplomacia es un instrumento esencial en la gestión de las relaciones internacionales y en la disuasión de conflictos. Actúa como un canal de comunicación entre los estados para resolver disputas y fomentar la cooperación. En el contexto de las tensiones entre España y Marruecos sobre Ceuta y Melilla, la diplomacia ha jugado un papel protagonista, siendo la mayoría de las tensiones sufridas entre ambos actores eventos principalmente diplomáticos. La ocupación de la isla de Perejil, la visita de los Reyes de España a Ceuta de 2007, las tensiones por los acuerdos de pesca o la posición española sobre el Sahara han generado momentos de tensión diplomática entre ambos reinos.Tras un minucioso estudio del comportamiento español en el plano diplomático, podemos concluir que no ha existido una consistente postura diplomática nacional frente a las reivindicaciones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla. Estos diferentes enfoques a lo largo de los años, debilita el resultado de la disuasión y afecta de forma inevitable a su credibilidad y disposición a enfrentarse a esta amenaza", desliza.

El diagnóstico final del comandante Arias Otero es contundente: “La falta de preocupación por optimizar las oportunidades frente a la amenaza… produce una permanente actuación meramente reactiva que lleva a España a no controlar el ritmo de la confrontación”. El estudio insta a un cambio de paradigma: refuerzo inmediato de las capacidades militares; coherencia diplomática y un discurso firme sobre Ceuta y Melilla; respuesta rápida y coordinada frente a tácticas híbridas; y asunción de autonomía estratégica: “España no puede caer en el error de sentir que los intereses nacionales son compartidos con nuestros aliados”.

El desafío que plantea Marruecos no es una guerra abierta, sino una erosión constante. Rabat opera en la “zona gris”, presionando sin cruzar líneas rojas que obliguen a España a responder militarmente. Mientras tanto, el silencio institucional y la dependencia de terceros dejan a Madrid expuesta. En palabras de Arias Otero, “desarrollar estrategias disuasorias eficaces es una responsabilidad del más alto nivel”. “En el futuro, Marruecos mantendrá sus reivindicaciones sobre las Ciudades Autónomas, por el contrario, su gran dependencia económica de España, sus estrechas relaciones con Estados Unidos y su voluntad de ser un país relevante en la comunidad internacional, le llevarán a continuar actuando en la zona gris y de no llegar a una confrontación directa, tratando de obtener el máximo beneficio al menor coste”, concluye.