El Rifeño, que es un narco como de culebrón con narco, como esos hacendados de culebrón con hacendado, se ha casado en Marruecos, o en Bollywood, o en una fiesta de Sergio Ramos, o en una fiesta de sanchistas, en uno de los mesones de Ábalos, Koldo y el clan del Peugeot, o todo eso a la vez. Había langostas rampantes y afiladas desfilando como húsares, pedruscos cometarios para los dedos o los ombligos o los dientes, gente que soltaba billetes como se suelta el papel higiénico en la urgencia y el derroche del apretón, muchos Kalashnikovs festivos, facilones, tribales e innecesarios, como en una boda de camelleros, e invitados de todo el mundillo mundial del narcotráfico, que uno se da cuenta de que es un poco como el mundillo ibicenco. El Rifeño y su cuadrilla, que dicho así suena a cartel taurino, llegaron, bodorrearon, festejaron y se fueron, y es que Marruecos es ya ese castillo medieval reconvertido en discoteca de gente chunga. Ahora entiende uno lo del sanchismo con Marruecos, que no se trata de política exterior sino de inmejorables opciones de juerga, de jubilación o de huida.

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            Quizá, pronto, al chunguerío sólo le va a quedar Marruecos. Puede que Trump acabe con la Venezuela de Maduro, y puede que nuestro rey emérito, o nuestro rey emérito más todos esos activistas y gobiernos tan preocupados por los derechos humanos, acaben incluso con los emiratos árabes, que son como bolas de cristal con pueblo dentro pero con dinero e hipocresía en vez de nieve. Podrá caer, en fin, Venezuela, narcoestado con tapadera de socialismo navideño, con papanoeles de mugre y campanillas de sangre o al revés, y podrán caer incluso esos paisitos árabes de mármol y oro, paisitos que son todo cuarto de baño, pero aún quedará Marruecos. En Marruecos no hay tanto petróleo, pero está a medio camino entre la Arabia de las ponzoñas y la arena y el Caribe de los culos y las moscas, o sea que tiene ponzoñas, arena, culos y moscas. No hay petróleo, pero viene el dinero del tráfico de drogas, o viene el dinero del tráfico humano, o viene el dinero de alguna buena jugada por Europa (con Sánchez, por ejemplo). Y ahora, además, nadie les inquieta.

Marruecos está protegido por Estados Unidos, que lo considera un tapón contra el islamismo radical (Marruecos sigue siendo una monarquía absoluta medievalista pero no está tan interesado en la guerra santa como en sus reyes santos, su élite santa, su corrupción santa y sus cabras santas). Marruecos también sigue mimado por la Unión Europea, con su diplomacia más ingenua que interesada, con su cosa de la vecindad mediterránea, que parece una vecindad entre cruceristas. En realidad, lo que maneja Marruecos no tiene tanto que ver con la pesca o los tomates como con el control de la emigración, que no debería llamarse control sino arma o chantaje, y con la modulación de la radicalidad de sus emigrados o patrocinados.

La UE y Estados Unidos transigen con los eufemismos y los epítetos cosmopolitas, fraternos y falsos, pero no sabe uno hasta qué punto transigirán con este narcotráfico de nivel Jauja.

De Marruecos vienen verduras y viene mandanga, más mandanga que verdura quizá, y siempre ha sido así, desde la mitología legionaria a esa piedra para el bolillón que cantaban los Chanclas. Pero hasta los grandes negocios dependen de la imagen, y en el Occidente puritano y también hipócrita, cuyos dioses beben vino pero no se colocan, no va a gustar este alarde de impunidad y ostentación. Puede que a nadie le espante que Marruecos no haga nada, pero Europa seguramente no puede permitirse eso. En Marruecos hacen quedada los narcos más importantes del mundo, como si se citaran unos estomatólogos para un congreso, e incluso con menos miedo a las redadas y a las detenciones que unos estomatólogos juerguistas. Allí dejan billetes en los retretes, pelucos en las poncheras y tiros en la vajilla, y se van como si fueran sólo sindicalistas el 1 de Mayo o sanchistas por nuestros paradores almenados. Pero hasta la hipocresía requiere un equilibrio, o ya empieza a ser complicidad. Lo digo por la UE, por Sánchez, y por el españolito en general.

El Rifeño, narco celebrando sus cosas de narco como un mariachi celebrando sus cosas de mariachi o un futbolista celebrando sus cosas de futbolista, se deja caer por Marruecos y monta un sarao con influencers, con triunfitos, con actores, con marisco cámbrico, con peceras de sirenas, con sirenas sin pecera, con dinero para asar vacas y con cochazos y escopetazos de señorito. O sea que tampoco es algo demasiado diferente a lo que montan aquí nuestros salvadores, nuestros demócratas y nuestros guías morales. Hasta el dinero que se les cae por la papada y los perniles a los de nuestra mafia política viene a ser igual de repulsivo que el que se les cae por el gorrito Fez a los de la mafia de la mandanga. Yo creo que Marruecos se va adaptando a la idiosincrasia festera de nuestra corrupción, o nuestra corrupción se ha ido adaptando, en sus alardes y vaciles, a las facilidades, olvidos e instalaciones que ofrece el vecino.

Un día sabremos qué pasa con Sánchez y Marruecos, aunque tampoco es tan complicado darse cuenta. Pero, de momento, si a Sánchez lo arrinconan los tribunales, si se queda sin Maduro para ir a Venezuela y sin Zapatero para ir a China, y si los Emiratos son boicoteados por las buenas gentes progresistas que se creen la propaganda de Moncloa, y si Europa sigue siendo ingenua, o lenta, o cínica con el país vecino y amigo, que es lo que parece; si ocurre todo esto, decía, Sánchez aún tendrá Marruecos. Estamos viendo que es la mejor opción para la juerga, para la jubilación y para la huida de la gente chunga. Hasta pueden tenerle ya allí, arreglados, el palacete, las carpas, la loza, la impunidad y la vista gorda que les dedican a los narcos. Es posible que tengan ya preparadas por allí, incluso, las transfusiones de sangre de inocentes, como de vírgenes, que necesita nuestro presidente continuamente para sobrevivir.

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