El estrés no solo repercute en el estado de ánimo, sino también en la manera en la que el organismo consume y almacena energía y grasas. El cortisol (hormona del estrés) cumple un papel importante en el bienestar del cuerpo, pero en niveles elevados, deja de ser un buen aliado del equilibrio del metabolismo, incrementando la acumulación de la grasa abdominal y el aumento de peso.
El cortisol en el metabolismo energético
El cortisol es una hormona que se produce en las glándulas suprarrenales que prepara al organismo para responder a situaciones de alerta. Durante una situación de estrés, la secreción de cortisol, además de preparar al organismo para responder, estimula la secreción de glucosa en sangre, acelera el ritmo cardíaco y de esta forma modifica la capacidad de respuesta. Esta respuesta, necesaria para afrontar un peligro inmediato, resulta adaptativa si se da en situaciones puntuales, pero se convierte en problemática cuando el organismo se encuentra de forma permanente en estado de alarma (patologías del estrés, ansiedad).
Desajuste metabólico
La producción de cortisol excesivo alterará la manera en que el sistema procesa los nutrientes. En la medida en que existe un nivel elevado, el metabolismo será ineficaz y el cuerpo empezará a almacenar la energía en forma de grasa, distribuyéndola sobre todo en el abdomen. Este cambio del metabolismo no solo modifica la composición del cuerpo, sino que también incrementa el cansancio, la debilidad muscular y la necesidad continua de consumir alimentos ricos en azúcares o en grasas.
Cortisol y la acumulación de grasa
Los niveles altos y mantenidos de cortisol inducen un incremento de la ansiedad y del hambre emocional. Después de una larga y tensa jornada, el cerebro hace de la comida una gratificación inmediata, lo cual lleva a elegir alimentos hipercalóricos y a comer en exceso. Este comportamiento, que se repite con frecuencia, altera el equilibrio de la energía, favoreciendo el almacenamiento de grasa, en especial en el abdomen, que es una zona del organismo más reactiva a esta hormona.
Estrés y aumentar el peso
A medida que aumenta el nivel de la grasa corporal, aparece mayor inflamación y resistencia a la insulina, lo cual perpetúa en sí el ciclo del cortisol, convirtiendo el estrés crónico en obesidad. A su vez los altos niveles de cortisol impactan también en la calidad del sueño (y por consiguiente en la recuperación), aumentando todavía más el desequilibrio hormonal, que con el tiempo va desembocando en un estado de cansancio crónico y un metabolismo más ralentizado.
Regular el cortisol para recuperar el equilibrio
Dormir las horas suficiente, realizar actividad física moderada y la relajación y respiraciones conscientes -o la meditación- ayudarán a estabilizar los niveles de cortisol. También hay que evitar la cafeína en grandes dosis y mantener una dieta equilibrada de frutas, verduras y proteínas magras.
El descanso, la clave del control hormonal
El sueño profundo es el mejor regulador natural del cortisol; durante las horas de en las que se duerme, el organismo realiza una función de reparación de tejidos, restablece la producción hormonal y modula la ansiedad. Si se duerme poco o mal, el efecto del cortisol vuelve a activarse, por lo que la ansiedad persiste y se activa el estrés y el aumento del nivel de grasa.
Por lo tanto, unas elevadas concentraciones de cortisol pueden interrumpir una respuesta natural de defensa del organismo y, en consecuencia, convertirla en un problema metabólico que incrementa la cantidad de grasa y merma el bienestar general; mantener los hábitos cotidianos y una adecuada reducción de las causas del estrés es esencial para restaurar la salud física y emocional de cada persona.
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