"Mejor solo que mal acompañado". Eso fue lo que dijo Santos Cerdán cuando la senadora Mar Caballero (UPN) le preguntó casi al principio de su comparecencia si se sentía apoyado por el PSOE.
El ex secretario de Organización del PSOE, hasta hace unos meses calificado como "super Santos Cerdán" por Rodríguez Zapatero, no se refería a sus compinches José Luis Ábalos, Koldo García o Leire Díez, para la que pidió respeto a la cámara, sino a Pedro Sánchez, el secretario general del partido, el presidente del Gobierno que le dio la espalda cuando subía a su escaño en el Congreso tras conocerse los audios del primer informe de la UCO, el que provocó con su ingreso en prisión por riesgo de destrucción de pruebas.
Cerdán demostró este miércoles que es un hombre duro, capaz de aguantar impávido los dardos de los senadores sobre los hechos que han llevado al juez del Tribunal Supremo Leopoldo Puente a imputarle graves delitos de corrupción. No sólo no se inmutó, sino que contraatacó. La explicación que dio a su situación procesal es rocambolesca: hay un "Estado profundo" que no le perdona que fuera él quien negociara el apoyo de Puigdemont al Gobierno. Habló de una reunión en un misterioso cigarral de Toledo donde se citaron mandos de la Guardia Civil con dirigentes de Vox. Lanzó duros ataques contra la UCO y contra el Supremo, a los que consideró coaligados para vengarse de él, con métodos propios de la Inquisición.
Mintió sin rubor sobre su relación con Servinabar y guardó silencio cuando se le preguntó por qué esa empresa le pagaba el ático en Chamberí y su mujer y él disfrutaban de una tarjeta con la que gastaban sin medida.
La preocupación en Moncloa y en Ferraz es qué hará Cerdán cuando se vea abocado al banquillo con una petición de la Fiscalía de muchos años de cárcel
El PSOE le trató con guante de seda y tan sólo se atrevió a hacerle un "reproche ético", tal vez porque temía que una intervención demasiado dura pudiera despertar las iras del hombre que lo sabe todo de la financiación del partido y de las primarias que llevaron a Sánchez a recuperar el poder el Ferraz.
No sirvió de nada. Santos Cerdán ha decidido, tal vez asesorado por sus abogados Salellas y Teijelo, marcar su propio camino: declarar su inocencia, acusar a la UCO de manipulación de pruebas y aparecer como una victima de ese "Estado profundo" que conforman tricornios y fachas con toga.
La comparecencia ha causado preocupación en el PSOE. Juanma Romero cita hoy en su crónica a dirigentes del partido que le califican de "indecente" y "psicópata". Pero el recado –"más vale solo que mal acompañado"– no ha ido dirigido a Maria Jesús Montero o a Rebeca Torró. Tampoco a Félix Bolaños. El dardo ha sido para el presidente, la persona para la que él ha trabajado en la sombra desde 2017, para llevarle a recuperar la secretaría general y también para engrasar la maquinaria del partido.
Cerdán se comenzó a sentir sólo cuando Sánchez no se volvió a saludarle en el Congreso en aquella sesión inolvidable del pasado 11 de junio. Más aún cuando el presidente dijo que el secretario general le "mintió a la cara" cuando le preguntó por los audios que ponían de manifiesto sus relaciones inconfesables con Ábalos y Koldo.
Pero hasta ahora no había expresado su decepción en público. No había insinuado que Sánchez es una mala compañía.
La pregunta que se hacen ahora en Moncloa y en Ferraz es qué va a hacer Santos Cerdán a partir de ahora. Cómo va a reaccionar este navarro duro como una roca cuando se tenga que sentar en el banquillo y afronte una petición de la Fiscalía de muchos años de prisión.
Lo de este miércoles ha sido sólo un aviso. No hay nada más peligroso que un hombre acorralado y solo.
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