La sensación de final de ciclo no es sólo percibida por la oposición o por una buena parte de los ciudadanos; se vive también en el seno del Gobierno.
La acumulación de casos de corrupción, de acoso machista, la inestabilidad parlamentaria y el páramo en el que se ha convertido el Partido Socialista, cuyo perfil está supeditado absolutamente a lo que dicte Moncloa, componen un cuadro clínico casi comatoso, en el que el único que mantiene viva una tenue luz de esperanza es el propio presidente del Gobierno.
Fuentes del Ejecutivo coinciden en que Pedro Sánchez sigue convencido de que puede llegar a concluir la legislatura y le ven con fuerzas para afrontar los duros retos que le esperan en 2026. "Se ha comparado la situación que vivimos ahora con la que se vivió en 1994 (fecha en la que estallaron graves escándalos que afectaron directamente al Gobierno). Pero la diferencia fundamental entre lo que ocurrió entonces y lo que sucede ahora es que Felipe González estaba cansado después de doce años en el poder, años que fueron muy duros. González quería tirar la toalla; Sánchez, sin embargo, quiere seguir luchando", afirma una persona que ha estado al lado del presidente desde hace diez años.
Imbuido por su espíritu resistente, Sánchez ha forjado una coraza de triple capa, compuesta por una alta dosis de autodisciplina (mantiene contra viento y marea su plan de ayuno intermitente, lo que le da ese aspecto demacrado); una convicción mesiánica de que tiene una misión que cumplir (frenar a la derecha y la ultraderecha para evitar una vuelta atrás), y, sobre todo, la lucha contra la sensación de acoso, que va más allá del plano político, porque le afecta personalmente. Esa es una de las claves que explican al Sánchez que resurgió tras los cinco días de reflexión de abril de 2024.
Personas que le conocen bien coinciden en que a Sánchez, más que cualquiera de las tramas de corrupción que se investigan (Ábalos, Koldo, Cerdán, Leire Díez,...), lo que más le afecta son los casos que atañen a su esposa, Begoña Gómez, y a su hermano David. "Esos dos asuntos le ponen histérico. No lo puede soportar. Begoña lo ha pasado muy mal y él se siente culpable porque entiende que los ataques a su esposa sólo se explican porque él es el presidente. Lo mismo sucede con su hermano. Pedro es una persona muy familiar, muy apegado a los suyos", señalan las fuentes.
Sólo el círculo de confianza del presidente cree que el Gobierno aguantará hasta 2027
La sensación de acoso ha afectado a la forma de gobernar y a su equipo. El presidente lo consulta todo con Begoña, que es a la primera persona a la que hace partícipe de sus grandes decisiones. Incluso antes que a cualquier miembro del Gobierno. Después, en el Ejecutivo, hay un primer círculo íntimo -los "hooligans", como los llaman algunos miembros del PSOE-, en el que figuran por méritos propios Óscar Puente, Óscar López y Félix Bolaños (aunque este con mejores formas). María Jesús Montero también formaba parte de ese círculo, pero los escándalos en la SEPI y su mala gestión en los casos de acoso, dado que ella es, además de vicepresidenta, vicesecretaria general del PSOE, la han apartado un poco de ese núcleo duro en el que Sánchez confía plenamente y que le apoya ciegamente en todo lo que hace o dice.
Según diversas fuentes, hay un segundo círculo de ministros, también muy afines a Sánchez, pero que no tienen el grado de intimidad y confianza del primer círculo. Ahí figuran Grande Marlaska -que ha bajado enteros en su cercanía a Sánchez, cuestionado internamente por no haber sabido embridar a la UCO-; José Manuel Albares, otro que ha perdido peso por el desbarajuste en el que ha sumido al Ministerio de Exteriores fruto de su sectarismo y falta de empatía. Integran asimismo este segundo círculo de confianza Diana Morant, Elma Saiz, Ana Redondo, Isabel Rodríguez y Ángel Víctor Torres. Aquí estaría también la ya ex ministra Pilar Alegría.
Por último, en el tercer círculo estarían los ministros que se dedican a su función y evitan en la medida que pueden entrar en polémicas; los llamados "profesionales" o "gestores". Aquí se encuadrarían Margarita Robles -que ya no tiene el peso que tuvo en el primer gobierno-, Carlos Cuerpo, Luis Planas, Jordi Hereu y Sara Aagesen.
En opinión de las fuentes consultadas, los ministros nombrados por el PSOE se agrupan en esos tres círculos y viven de manera diferente esta fase terminal del Gobierno. Evidentemente, los más peleones se encuentran en la primera tanda.
Junto a ellos están los ministros nombrados por Sumar. A la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, tanto el presidente como los ministros y ministras del PSOE ya no la aguantan. Consideran -unos con más vehemencia que otros- que es una "oportunista" que sólo trabaja en favor de su propia imagen. El presidente dio luz verde a sus ministros (destacando la respuesta de Óscar Puente) para que cargaran contra ella cuando pidió un "cambio profundo" del Gobierno. Pero Díaz ni siquiera tiene buen cartel entre los suyos. Tan sólo Urtasun le cubre las espaldas. La relación con Mónica García es tan tensa que parecen militantes de partidos distintos. Por su parte, Sira Rego maneja su propia agenda -a ella la nombró IU- y Pablo Bustinduy intenta ganar visibilidad a sabiendas del escaso peso de su ministerio y de que tampoco cuenta con las simpatías de Díaz.
Nadie duda de que Sumar no va a romper la baraja saliéndose del Gobierno. Pero la sintonía y el buen clima entre los ministros de la formación liderada por Yolanda Díaz y los que siguen la disciplina socialista es ya algo del pasado. La reunión mantenida el pasado viernes entre dirigentes de Sumar y una delegación del PSOE capitaneada por su secretaria de Organización, Rebeca Torró, terminó sin acuerdos. Desde Sumar siguen insistiendo en una remodelación a fondo del Ejecutivo, poniendo nombres sobre la mesa, como contó Cristina de la Hoz en El Independiente, y acusan a Sánchez de "bunkerizarse".
Ruido, sí, pero que no ayuda en un momento en el que Junts ha roto formalmente su apoyo a la coalición de investidura, ERC sube el precio de su respaldo y el PNV da señales de agotamiento.
¿Podrá aguantar Sánchez con un Gobierno roto y en minoría parlamentaria durante dos años? Sólo los hooligans sostienen ya esa posibilidad.
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