A Villamanín se le conoce por Casa Ezequiel, un restaurante que está a 10 minutos del Puerto de Pajares, en la antigua comarca de La Tercia, cuyo dueño ha hecho un buen dinero. Hace unos meses, anunciaba la apertura de un nuevo local en la calle Colón de Madrid con la promesa de vender los embutidos que fabrican y ofrecen en sus casas de comidas, para degustar allí o para llevar. No hay leonés que no conozca este lugar, referencia en la provincia y en la localidad, aunque con atención compartida estos días con la Comisión de Fiestas, señalada por un error en la Lotería de Navidad.

PUBLICIDAD

Lo que ha sucedido por allí es sabido a estas alturas: un grupo de muchachos repartió más participaciones de lo debido para el sorteo, con la mala suerte de que resultaron premiadas con El Gordo y eso provocó que hubiera más papeletas que dinero a repartir. La distancia entre la desgracia y la fortuna es kilométrica, pero no sucede lo mismo al revés, como se demuestra en este caso, donde decenas de personas tienen unos cuantos miles de euros más que hace unas semanas, pero a la vez la certeza de que el ambiente del lugar en el que viven nunca volverá a ser igual.

Los afectados por esta circunstancia celebraron una reunión el pasado viernes en el Hogar del Jubilado a la que sólo se podía acceder tras enseñar un comprobante del número premiado, el 79.432. Cuenta Diario de León que en el encuentro hubo “desmayos”, “lágrimas” y “ataques de ansiedad”, además de algunas intervenciones poco armoniosas. Allí se certificó que hubo un descuadre de 4 millones de euros, como consecuencia de haber vendido un taco extra de 50 participaciones, a cinco euros la unidad, de los que se jugaban cuatro. El otro, iba a parar a la Comisión de Fiestas.

El sacrificio de los culpables

La inmensa mayoría de los asistentes aceptó la solución que propusieron los muchachos, que era renunciar a su premio para repartirlo entre los afectados. Esa cantidad es suficiente para cubrir todo el premio, así que alguno habló de denunciar a los vendedores, lo que obligaría al Juzgado a retener el dinero de todos los premiados hasta que se resolviera el caso.

Parece evidente que si el lotero no reclamó la devolución de ese taco antes del sorteo fue por otro error o por su relación de confianza con estos chicos, que a partir de ahora se enfrentan a un nuevo enemigo, como es el paso de los días, que en determinados lugares aviva las malicias y engorda rumores con elementos radiactivos.

Pueden llegar a entenderse posturas como la de alguna vecina a la que preguntaron los periodistas tras terminar la asamblea — “¿por qué tengo que renunciar a una parte del premio por el error de otro?” —. La cuestión que habría que plantear a partir de ahora es: ¿de verdad merece la pena que un fallo le cueste tanto a esos chavales y al pueblo entero? Quizás la Guardia Civil averigüe algún dato que lo cambie todo en el futuro, pero, sobre la mesa, con los ingredientes disponibles, parece que el bochorno y la renuncia al premio son una penitencia suficiente.

La España rencorosa

Habrá quien no lo considere así e incluso quizás quien aproveche esta circunstancia para cobrarse algunas deudas pendientes. Las hay en muchos pueblos. La estúpida mitología de la vida bucólica y el retiro espiritual — recitada especialmente durante la pandemia — obvia que, en determinados lugares, la rutina está condicionada por un enjambre de odios, propios o heredados, que, a lo largo de las décadas, ha provocado conflictos y marchas por hartazgo o para cuidar la propia integridad.

Detrás del eslogan de 'la España vaciada' existen realidades, siempre obviadas, que demuestran que hay lugares irrespirables, donde los conflictos empezaron hace décadas por lindes, mojones y pozos, pero donde también las ideas se consideran sinónimo de amenaza y donde los derechos de los que llegan de fuera están supeditados a lo que consideren los autóctonos. Los que son de allí.

Detrás del eslogan de 'la España vaciada' existen realidades, siempre obviadas, que demuestran que hay lugares irrespirables, donde los conflictos empezaron hace décadas por lindes, mojones y pozos

Preguntaba una periodista de Leonoticias a los vecinos de Villamanín estos días y alguno reconocía que los chicos de la Comisión de Fiestas se encargaban de organizar cada año, de forma desinteresada, estas actividades. Uno de ellos, afirmó durante la asamblea que lo hacía “por amor a su pueblo”. Parece un motivo para no desconfiar, pero tampoco es exculpatorio. El dilema existe y es difícil de resolver. Lo que habrá que valorar es si la reparación que se obtendría a través de una batalla legal sería mayor que el precio a pagar a partir de ahora. Sea como sea, habrá dudas que deriven en rencor.

Se cita siempre en estos casos el desenlace de Puerto Hurraco, pero existen ejemplos de toda índole, como el que culminó con el asesinato de la cacique provincial Isabel Carrasco en 2014 por parte de una madre y una hija con cuentas pendientes y una maldad que derivó en una cruel conspiración.

Me contaban hace un tiempo que en una localidad vallisoletana de Tierra de Campos se instalaron dos vecinos, en 2016, procedentes del norte de España, y montaron una revista cultural. Digamos que ese pueblo no está cerrado a cal y canto de cualquier influencia exterior, dado que por allí pasan turistas y hay actividad. Lo que sucede es que eran nuevos y que el Ayuntamiento ha estado gobernado por el mismo partido desde la Transición, así que la idea despertó desconfianza. Tal es así que tuvieron que dejar de imprimir la publicación unos meses después tras recibir amenazas, anónimas, en su buzón.

Los partidos

Tampoco diré que desconozco esos comportamientos. Hace ya muchos años, llegué a Béjar para hacer radio, siendo malo, malísimo, y peor pagado. No había bajado del autobús cuando me enteré de que el entonces alcalde de la villa, un mediocre, extrabajador de Telefónica, llamado Alejo Riñones consideró que, como iba a heredar el puesto de alguien a quien asociaban al PP, yo era del PSOE, así que antes siquiera de conocerme es tomar una represalia contra la emisora, no sea que lo nuevo no fuera de su agrado. Sobra decir que tuvo su espacio en antena, como el socialista y el de IU, pero lo relevante no era eso. La clave es que lo desconocido genera desconfianza per se en esos espacios, mientras lo de allí se estanca y, muchas veces, se marcha para evitar la asfixia.

Hay una lección que puede aplicarse en todos estos casos, y es que hay muchos lugares que ya tienen sus protagonistas, sus rencillas y sus bandos — del guerracivilismo a los partidos — y están bien así, por lo que proponer algo nuevo siempre implica asumir cierto riesgo y aceptar que los agradecimientos siempre serán mucho menores que los reproches cuando se cometa un desliz.

A lo mejor mañana se descubre que los muchachos de Villamanín son unos cabrones con pintas y, qué sé yo, repartieron papeletas premiadas después del sorteo. Pero, con la información disponible hasta el momento, y el montante al que han renunciado para compensar a sus vecinos, hay que ser un ser bastante oscuro para exigir responsabilidades mayores. Nada nuevo en una España que a veces muestra grandes virtudes, pero, otras, comportamientos cainitas. Pasa en todos los sitios, eso sí.

PUBLICIDAD