El Real Madrid luchará por la decimoquinta. Los de Ancelotti vuelven a una final de la Champions después de culminar una remontada tan fugaz como apoteósica. Una vez más. La épica sigue del lado merengue, que encontró en Joselu el héroe que lleva al rey de Europa a Wembley.

El Real Madrid arrancó con ímpetu desde la primera jugada. Vini apretó desde el saque del Bayern, recuperó y, tal y como mandan las leyes no escritas de las noches grandes, sacó la primera ovación con el botín de un córner cuando solo habían pasado 15 segundos.

El 2-2 de Alemania hacía que Real Madrid y Bayern escondieran sus golpes. Ninguno tenía la urgencia del marcador, pero el Madrid salió a mandar y dominó desde el comienzo.

Los blancos consiguieron, poco a poco, meter al Bayern en su campo. Los muniqueses se sentían cómodos arremolinados junto a su área, ya que contaban con la posterior salida en tromba. El empuje del Madrid permitió a Carvajal llegar a línea de fondo y ofrecer un pase de la muerte que agonizó sin ser remachado. Como un espejo, el Bayern también cruzó un balón por el área de Lunin que nadie alcanzó.

Poco después de los 10 minutos iniciales, tan temidos siempre por el que viene al Bernabéu como visitante, el Real Madrid rozó el desequilibrio en la semifinal. Carvajal, una vez más, llegó a los metros decisivos y encontró a Vinícius donde se cocinan los goles. El talento brasileño no dudó y escoró su remate tanto que se topó con la base del palo. El balón salió despedido y le ofreció una segunda oportunidad a Rodrygo, que con todo de cara la estampó contra Neuer.

El control del Madrid intimidó al Bayern durante los primeros 25 minutos; sin embargo, los de Tüchel sacaron sus galones en Champions e igualaron el choque en la segunda mitad del primer tiempo.

El armisticio duró unos 15 minutos, hasta que el Real Madrid achuchó antes del descanso en busca de un gol que podía ser clave. Ese esfuerzo estuvo a punto de dar premio al Madrid, que de no ser por el gigante alemán Neuer se hubiera ido con 1-0 a la caseta, ya que el veterano guardameta sacó un centro de Vinícius que se envenenó cuando medio estadio se levantaba para gritar el tanto.

Otra vez en la primera jugada, esta vez de la segunda parte, Vinícius demostró sus ganas de llevar al Madrid a la final. El atacante brasileño adelantó lo que haría el resto del partido, que fue desbordar para dejar a sus compañeros en ventaja. El arreón de Vini y del Madrid dejó el gol a un palmo, que es lo que le faltó a Rodrygo para que su remate entrase. Una vez más, tras una acción individual de Vini contra varios defensores.

El Madrid disfrutaba de sus mejores momentos en el partido. Vinícius volaba y cada vez que entraba en contacto con el balón desequilibraba para generar peligro. El de São Gonçalo se echó el equipo a la espalda demostró que ahora mismo se puede decir sin nigún tipo de reparo que es el mejor del mundo. Neuer repelía una diagonal con objetivo a la escuadra de Vini y cuando más sufría el Bayern, los alemanes sacaron el mazo.

Un ataque sin finalización, precisamente lo que más añoró el Real Madrid en el Bernbaéu -hasta que entró Joselu-, propició el contraataque de los alemanes. Davies recibió en el uno para uno con Rüdiger, que le cedió la salida a la derecha. El canadiense rompió hacia su pierna menos buena y sacó un derechazo imparable a la escuadra de Lunin.

El Bernabéu se silenció. Los aficionados, y los jugadores, se tomaron un segundo para digerir el tanto y asumir el reto. Restaban 20 minutos y el coliseo blanco entró en efervescencia. Una más. El guion de la remontada se cumplió casi al instante cuando el Madrid empató en un córner. El VAR difuminó el empate al considerar que Nacho incurrió en falta sobre Kimich, aunque eso solo sirvió como combustible.

Wembley se alejaba. El reloj corría y el Bayern sostenía a los blancos hasta que llegó el embrujo. Neuer, que parecía un hombre con una portería de niños, rechazó un tiro de Vinícius y Joselu emergió para cazar el 1-1.

El Bernabéu era un clamor. Todo vibraba. Las bufandas aireaban al Real Madrid convencido en que el 2-1 antes de la prórroga era posible. Y así fue. El hechizo se consumó, aunque esta vez con interrupción. Un fuera de juego inexistente frenó la euforia en Concha Espina, que terminó de estallar al comprobar que Joselu, otra vez en boca de gol, estaba habilitado en el centro de Rüdiger.

El descuento fue el preludio de la fiesta que vino después. El Bayern, como gran campeón, apuró sus opciones. Pero daba igual. Ya nada valía porque la brujería se había colado en el césped del Bernabéu. Con el techo cerrado, quizá lo hizo desde el hipogeo. No importaba. El flamante Bernabéu ya había pasado la prueba del algodón.

El templo blanco conserva todo lo inenarrable del escudo del Real Madrid, que el 1 de junio estará en Londres para luchar por la decimoquinta orejona con el Borussia Dortmund.