Desde la Antigüedad se entendió que el movimiento y la fuerza del agua producían energía. Algo se debía hacer con aquello. Ahí quedan las fotografías de antiguas estructuras de madera abrazadas a los ríos que aprovechaban el movimiento del agua para activar las palas de los molinos. Con el paso del tiempo, la investigación tecnológica encontró maneras más sofisticadas de incrementar el rendimiento energético de las corrientes naturales de agua. En las últimas décadas, esos esfuerzos han tenido un objetivo añadido: la obtención de una fuente de energía con el menor impacto posible sobre el medio ambiente.

Los avances respecto a la energía azul van dando sus frutos. Profundizar al máximo el aprovechamiento del curso del agua para generar electricidad forma parte de las acciones incluidas en el Objetivo 7 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Los estudios apuntan a que si se aprovechara podría cubrirse el 80% de las necesidades energéticas del mundo.

Los sistemas de turbinas en los ríos o en las redes de distribución de las ciudades se presenta como una gestión inteligente del curso integral del agua. A grandes rasgos, la velocidad del agua mueve las paletas de la turbina; el movimiento activa un generador y el convertidor interno produce energía. La tecnología va suministrando energía en pueblos y áreas rurales y avanza en el crecimiento para el desarrollo del aprovechamiento en las ciudades.

Microturbinas en la red

En 2012, se desarrolló en Madrid la instalación de microturbinas en las redes de distribución del Canal de Isabel II. Cuatro años después, los datos que recogía la empresa gestora la capacidad de producción era de 6.000 GWh/año, que se traducía en una reducción de emisiones superior a 1.000 toneladas anuales de CO2. El objetivo ya era entonces incrementar el número de microturbinas.

En 2016, en Tarragona, y a finales del pasado año, en Villarreal, se instalaron estructuras en zonas públicas que suministran electricidad a través de la energía hidráulica producida por la red urbana de agua potable mediante picoturbinas. El sistema permite cargar móviles u otros dispositivos informáticos gracias a la polivalencia de las conexiones.

En Asturias, unos ingenieros desarrollaron Hidrotor, una microturbina hidráulica que con la ayuda de pequeños saltos de agua permite la generación de electricidad. Esta tecnología aprovecha el relieve y la caída del agua con un tornillo sin fin (tornillo de Arquímedes), que con su movimiento al caer el agua genera electricidad limpia, que puede incluso almacenarse en baterías.

Turbulent, una microplanta hidroeléctrica que trata de aprovechar la energía del agua y respetar el medio ambiente, huyendo de las grandes presas.

Desde Bélgica se trabaja en el perfeccionamiento del proyecto Turbulent, una microplanta hidroeléctrica que trata de aprovechar la energía del agua y respetar el medio ambiente, huyendo de las grandes presas. Se trata de colocar una serie de turbinas en los ríos (o canales de agua) o en los bordes de los mismos para crear energía con la fuerza y la fuerza del agua. Un sistema ecológico, que no implica el cambio del curso del río, la inundación de grandes superficies ni es perjudicial para los peces al tener unas palas especiales que permiten que pasen sin problemas.

El profesor Pattle planteó, a mediados del siglo pasado, que el diferencial salino entre las composiciones del agua salda del mar y la dulce de los ríos en su desembocadura podía generar una variación de presión osmótica. En 1973, el estadounidense Sidney Loeb desarrolló un sistema de membranas basado en la presión osmótica retardada para aplicar el principio de Pattle; el problema fue que los costes de producción resultaban prohibitivos. Desde entonces, se ha seguido investigando en el aprovechamiento del agua para la producción de energía limpia.

En la actualidad se sigue afinando el proceso fundamentado en filtrar el encuentro del agua salada y dulce mediante una membrana semipermeable, que va del líquido con mayor concentración salina al de menor. La presión osmótica que se genera deriva en una turbina conectada a un generador para producir electricidad. Actualmente, se trabaja en dos sistemas basados en esta fuente de energía renovable: la osmosis por presión retardada y la electrodiálisis inversa. La energía azul tiene mucho que decir todavía, sobre todo en el contexto de la lucha contra el cambio climático.

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