“España se está convirtiendo en el vertedero de Europa de la industria ganadera intensiva”. Así de claro se expresa Rosa Díez, portavoz de la Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial, haciéndose eco de un problema que no solo tiene graves efectos sobre el cambio climático, sino también sobre los habitantes de las poblaciones cercanas a las macrogranjas de explotación animal.

La ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero -lo mismo que todo el sector del transporte-. En el caso concreto de España, Greenpeace estima que el 94% de las emisiones que producimos proceden este sector. Así como en otros países la principal preocupación reside en animales rumiantes como las vacas, debido a las elevadas cantidades de metano que liberan a la atmósfera a través de su natural proceso digestivo de fermentación, en España el foco se pone sobre todo en el porcino y las explotaciones avícolas, responsables del 73% y el 21% de las emisiones respectivamente.

La demanda de estos dos productos ha crecido exponencialmente en los últimos años; no porque hayamos aumentado nuestro consumo interno de cerdo o pollo, sino porque “se está orientando la producción a la exportación”. Rosa Díez explica a El Independiente que “se produce un 70% más de carne de la que necesitamos para comer, porque otros países del norte de Europa como Alemania, e incluso otros mucho más lejanos como China, han externalizado en nosotros un tipo de producción que no quieren acoger ellos porque es muy contaminante. Los países europeos nos mandan los animales para que los engordemos nosotros, que es la fase más contaminante del proceso, y después los devolvemos para que ellos los sacrifiquen y los procesen”.

la expansión del sector ganadero está ejerciendo una presión cada vez mayor sobre los recursos naturales mundiales

Cabe recordar que España incrementó en 2017 sus emisiones de gases en un 7,4% en el año 2017, lo que nos aleja del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible al que se ha comprometido nuestro país como miembro de Naciones Unidas.

Según reconoce la propia Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la expansión del sector ganadero está ejerciendo una presión cada vez mayor sobre los recursos naturales mundiales: “Los pastizales se ven amenazados por el deterioro; se están destruyendo bosques para plantar piensos, los recursos hídricos se están volviendo escasos; la contaminación del aire, el suelo y el agua están aumentando y se están perdiendo los recursos zoogenéticos adaptados a cada lugar”.

Alrededor de un 20 % de los pastos del mundo y un más de un 70 % de los que se encuentran en zonas secas, se han deteriorado en cierta medida, casi siempre por pastoreo excesivo y la compactación y erosión generados por la cría de ganado. Además, la roturación de tierras para el cultivo de piensos y la expansión de los pastizales destinados a la producción ganadera han constituido una de las fuerzas impulsoras de la deforestación, con la consecuente pérdida de biodiversidad e incremento de emisiones de dióxido de carbono.

“Los consumidores debemos saber que nuestra cesta de la compra tiene un gran impacto incluso en países muy lejanos. En España por ejemplo la mayor parte de la carne que consumimos procede de animales alimentados con pienso importado de Brasil y Argentina. Paras obtener ese pienso se está deforestando la Amazonia para sustituirla por monocultivos muy dañinos que contribuyen al cambio climático”.

Jaula de gestación de una granja española

Contaminación del agua y el aire

Otra cuestión importante es la relacionada con los recursos hídricos. Según datos de la FAO, la ganadería acapara casi la décima parte del consumo de agua por parte del hombre en el mundo. La utiliza para sus procesos industriales, y la devuelve al entorno ya contaminada. La Coordinadora Estatal Stop Ganadería Industrial –que aglutina más de veinte plataforma vecinales de diferentes comunidades autónomas, así como organizaciones nacionales e internacionales como Amigos de la Tierra, Food and Water Europe, Greenpeace, Ecologistas en Acción, Justicia alimentaria y Compassion in World Farming- ha denunciado diversos casos de vertidos descontrolados de purines en barrancos, cerca de ríos y fincas-vertedero donde ni siquiera hay cultivos que abonar. En opinión de estos colectivos, “la normativa medioambiental en España es muy laxa, pero además se incumple sistemáticamente”. “No debería permitirse la existencia de macrogranjas de este tipo en zonas protegidas de la Red Natura 2000, y sin embargo las hay, sobre todo en Aragón, Castilla La Mancha y Castilla y León”.

“Los purines son el gran talón de Aquiles de esta industria –explica la portavoz-. En la ganadería tradicional extensiva, los excrementos de los animales se recogían a mano y se utilizaban como abono. Sin embargo, el nuevo sistema de producción intensivo que se ha impuesto genera una cantidad de purines de tal envergadura que excede las necesidades de abono de los cultivos a su alrededor; especialmente en zonas de secano.

Para abaratar costes, esta industria cuenta con sistemas automatizados para limpiar las naves, que consisten en chorros de agua a presión, que consumen una elevada cantidad de recursos hídricos, pero que sobre todo son un grave problema para la salud porque son un cóctel no solo de orina y excrementos, sino de patógenos y restos antibióticos.

debemos apostar en mayor medida por la carne de pasto, la de ganadería de montaña y la ecológica

La legislación les obliga a acumular este agua durante un tiempo en unas balsas, que a su vez contaminan el aire y producen enfermedades de todo tipo, desde conjuntivitis hasta complicaciones respiratorias graves en los habitantes de las poblaciones cercanas. En cualquier caso, después de un determinado periodo de tiempo, los promotores de las explotaciones tiene que deshacerse de los purines como sea, y la aplicación como abono que establece la normativa no es realista, porque el terreno no es capaz de absorberlo. Al final se vierte de manera irregular y pasa a los acuíferos que suministran agua potable a la población”.

La Coordinadora Stop Ganadería Industrial tiene en estos momentos dos grandes frentes de trabajo: por una parte, la presión a las administraciones públicas españolas y europeas para el endurecimiento de la normativa y una supervisión más estrecha de los vertidos de purines. En segundo lugar, la concienciación a la sociedad. “Los consumidores tenemos mucho poder a través de nuestras decisiones de compra. Además de reducir el consumo de carne, que nos está alejando de nuestra dieta mediterránea, debemos apostar en mayor medida por la carne de pasto, la de ganadería de montaña y la ecológica”.