La contaminación atmosférica de las ciudades es un problema de salud pública de primer orden –causante de cerca de 15.000 muertes al año-, pero no siempre se percibe visualmente. Existe sin embargo un certero “chivato” natural capaz de indicarnos la presencia de agentes contaminantes en el aire que respiramos: los líquenes. A diferencia de las plantas, estos organismos -que son el fruto de una asociación simbiótica entre un hongo y una alga y/o una cianobacteria- carecen de raíces. En consecuencia, tienen que absorber el agua y los nutrientes de la atmósfera, lo que los convierte en acumuladores de contaminantes del aire.

Los líquenes son especialmente sensibles al dióxido de azufre (SO2) y a los óxidos de nitrógeno (NOx) que abundan en las ciudades. Según indica la bióloga ambiental Irene Pardo en su blog La Naturaleza en un Clic, “los contaminantes se acumulan en el talo a medida que pasa el tiempo, y puede llegar un día en que el liquen ya no los pueda tolerar y muera. Esta característica los hace muy útiles para indicar dónde y qué tipo de contaminantes hay en un lugar”. “Saber su distribución, cuántas especies hay y en qué frecuencia aparecen es muy útil para detectar si se esta produciendo una variación en las condiciones ambientales de una zona. Por ejemplo, si vemos que un tipo de liquen ya no está en los mismos lugares que antes”, apunta esta experta. Los líquenes que más información revelan son los viven sobre los árboles (epífitos), “ya que tienen mucha más superficie expuesta al aire y los contaminantes que los que viven, por ejemplo, incrustados en la roca (líquenes crustáceos) o en la tierra”.

Un proyecto de ciencia ciudadana

Varias instituciones españolas han lanzado recientemente el proyecto LiquenCity para desarrollar un mapa de distribución de los líquenes en Madrid y Barcelona con la ayuda de mil profesores y estudiantes de Secundaria y Bachillerato. El Real Jardín Botánico (RJB-CSIC) de Madrid, GBIF España (Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad), el CREAF y el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona son los impulsores de esta iniciativa de ciencia ciudadana que a su vez tiene el objetivo de sensibilizar a las generaciones más jóvenes sobre la importancia de la calidad del aire.

Durante el próximo curso escolar, unos treinta grupos de secundaria aprenderán a cuantificar e identificar los líquenes que aparecen en los árboles de su ciudad, y organizarán salidas para hacer, entre todos, los mapas de los líquenes de las dos capitales. El proyecto, que cuenta con el apoyo de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT), les llevará a descubrir, entre otras cosas, que los barrios con menos muertes por cáncer de pulmón son también los que tienen mayor diversidad de líquenes.

Con los mapas de líquenes elaborados por los estudiantes se podrá evaluar la contaminación atmosférica de cada barrio,

Con los mapas de líquenes elaborados por los estudiantes se podrá evaluar la contaminación atmosférica de cada barrio, conocer qué agentes contaminantes hay y establecer criterios y medidas correctoras para mejorar la salud pública de los residentes en estas dos ciudades. LiquenCity es, en este sentido, un proyecto plenamente alineado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11, que hace referencia a la configuración de ciudades sostenibles.

Cuando los escolares salgan a buscar líquenes, tendrán que reportar sus hallazgos en una plataforma digital llamada Natusfera. Esta plataforma está accesible desde cualquier ordenador o a través de su propia app, y es como una libreta de campo digital preparada para anotar, compartir y validar observaciones en la naturaleza. Los expertos liquenólogos validarán en última instancia cada fotografía que suban los escolares desde Natusfera. Todos los datos validados en esta plataforma pasaran a formar parte de la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF por sus siglas en inglés), por lo que, además de ser un proyecto de sensibilización y ayuda a la gestión municipal, también será un proyecto de ciencia ciudadana al servicio de la comunidad científica.