El impacto ambiental de la caza con perdigones de plomo se conoce hace muchos años. De hecho, la utilización de este tipo de munición está prohibida en muchos puntos de Estados Unidos, Canadá y Europa. No así en España, donde los humedales de la Albufera de Valencia, el Delta del Ebro, el Hondo y Doñana –con larga tradición cinegética- presentan grandes concentraciones de este metal tóxico, de hasta 2,5 millones de balines por hectárea.

Los perdigones “olvidados” en la naturaleza tardan entre 100 y 300 años en desaparecer del medio. Conforme se degradan y se van incorporando al suelo, pasan al agua, las plantas y los animales. Las aves los ingieren y almacenan en su buche, donde el plomo se transmite finalmente a los tejidos. Los animales mueren a los pocos días o se convierten en presa fácil para sus predadores, ya que el “plumbismo” afecta sobre todo al sistema nervioso, aparato digestivo, riñón e hígado, lo que sume al ave en un estado letárgico en el que es incapaz de volar o comer. Así entra el plomo entra la cadena trófica, causando en los animales una muerte lenta y dolorosa, así como graves problemas neurológicos en las personas.

Según un informe reciente de la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA, por sus siglas en inglés), cerca de 14.000 toneladas de plomo podrían causar la muerte de entre 1 y 2 millones de aves. Por eso, la ONG SEO/BirdLife ha vuelto a reclamar la necesidad de adoptar medidas adicionales para limitar su impacto ambiental y en la salud de las personas que consumen carne de caza.

Cazador en un humedal

Cazador en un humedal

Una de las principales medidas para mitigar los efectos de este tipo de contaminación sería la sustitución de las actuales municiones por otras que contengan metales menos contaminantes, como el acero. Según la ECHA, el coste de esta sustitución es limitado y los nuevos materiales pueden utilizarse en la gran mayoría de la armas. De hecho, incluso la Asociación Europea de Cazadores (FACE) aboga ya por la prohibición del uso del plomo, al menos en humedales.

El problema es que este tipo de acciones no son verdaderamente efectivas si no se implementan a nivel global, ya que las principales víctimas de este problema son las aves migratorias, que realizan largos trayectos, incluso entre continentes.

Basta ingerir entre 10 y 15 perdigones para matar a un ave como el ánsar común, aumentando su potencial impacto en la biodiversidad porque puede suponer la entrada de ese metal pesado en la cadena trófica, afectando a aves carroñeras y a grandes predadores, como buitres o el águila imperial ibérica.

Diferentes organizaciones que integran la coalición BirdLife Europe, entre las que se encuentra SEO/BirdLife, han enviado recientemente sendas cartas a la Comisaría de Mercado Interior, Industria, Iniciativa Empresarial y PYME, Elzbieta Bienkowska, y al Comisario de Medio Ambiente, Asuntos Marítimos y Pesca, Karmenu Vella solicitando que se introduzca en el marco de la Directiva REACH una prohibición de la posesión y el uso del plomo en humedales y sus zonas limítrofes.