Hace tres siglos se plantaron en Madrid cinco pinos entre el inicio actual del Paseo del Prado hasta Nuevos Ministerios. La distancia entre ellos era considerable, siendo el primero lugar frecuente de encuentro, y el quinto un reducto para las citas entre los amantes que buscaban discreción en las afueras de la ciudad. Hoy, la expresión quinto pino es sinónimo de lejanía.

Es solo un ejemplo de cómo los árboles forman parte de nuestra geografía vital y cultural. Son fuente de veneración mística, de inspiración artística y lugar de encuentro y cobijo frente a las inclemencias del sol, aunque se les suele prestar poca atención en lo cotidiano. Entre ellos, existen los que nos acompañan de una manera particular, los árboles singulares, que son los que echamos especialmente de menos cuando desaparecen. Como echarían de menos el quinto pino los amantes madrileños cuando éste desapareció.

“Un árbol singular puede ser cualquier árbol que destaque por su tamaño, rareza, longevidad o tradición. Es un árbol reconocido por la población o por un conjunto de personas”, explica a El independiente Susana Domínguez Lerena, Presidenta de Bosques Sin Fronteras. Normalmente son los más antiguos y de mayor envergadura lo que reciben la denominación de árboles monumentales.

Los Olmos de la ermita de Belén, orgullo de Cabeza de Buey

Olmos de la ermita de Belén, Cabeza de Buey. Badajoz. Autor: Emilio Pérez Ruiz-Moyano

Olmos de la ermita de Belén, Cabeza de Buey. Badajoz. Fotografía: Emilio Pérez Ruiz-Moyano

Hace más de diez años se celebra un concurso para poner en valor los árboles monumentales como patrimonio natural y cultural. Bosques Sin Fronteras, junto con el Ministerio de Agricultura, impulsan el concurso de Árbol del Año 2019, en el que se valora especialmente la historia y relación del árbol con las personas. El árbol ganador, pasa a una suerte de “segunda fase” donde compite por el título de Árbol Europeo del año.

A pesar de la grafiosis, una enfermedad que ha matado a miles de olmos desde los años 80 en España, en el municipio pacense de Cabeza de Buey siete olmos centenarios permanecen en pie en el entorno de la ermita de Belén.  El conjunto arbóreo fue ganador nacional del concurso en 2018, y quedó segundo a nivel europeo. Su deterioro obliga a la aplicación de medidas de protección, y actualmente se encuentra acordonado y apuntalado para minimizar daños en su estructura.

La relación de los árboles con los seres humanos no es la única riqueza que aportan a nuestro entorno. En los bosques se concentra el 80 por ciento de la biodiversidad de especies terrestres de animales, plantas e insectos. Los especímenes más viejos “suelen ser los más grandes dentro de su especie y son un referente dentro del ecosistema para animales, flora e invertebrados. Están retorcidos, tienen curvas, huecos, lupias y escondrijos que constituyen diferentes ambientes para cobijar toda clase de hongos, líquenes, pequeños insectos, aves y mamíferos”, asegura Susana Domínguez.

Bosque de Hayas de En Jordà

Bosque de Hayas de En Jordà

La sabiduría biológica de los árboles antiguos

Para Odile Rodríguez de la Fuente, bióloga y presidenta de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, los árboles antiguos, además de ser embajadores de la naturaleza,  “tienen la capacidad de generar cohesión y consenso entre las comunidades humanas, que cada vez están más desconectadas de lo natural”.

 “A nivel biológico, los árboles más antiguos ofrecen un residuo genético de gran valor. La capacidad de comunicación de los árboles a nivel raticular es objeto de estudio muy reciente, pero sigue siendo un aspecto muy desconocido”, explica Odile.

Se considera probado que los especímenes de árboles más viejos y resistentes pueden transmitir a través de las raíces los aprendizajes adquiridos para combatir plagas y diferentes enfermedades. Esta comunicación se produce mediante las micorrizas de los hongos y se establece con sus congéneres e incluso con otras especies del mundo vegetal.

Pino Vicente o de las Tres Garras. El primero del catálogo de árboles singulares de la Comunidad Valenciana. Fotografía: Alfredo Sánchez Garzón

Pino Vicente o de las Tres Garras. El primero del catálogo de árboles singulares de la Comunidad Valenciana. Fotografía: Alfredo Sánchez Garzón

La fundación que preside Odile ha llevado a cabo numerosos proyectos para la preservación de Árboles Singulares. En su función educativa, el campamento Félix Rodríguez de la fuente, situado en la región castellonense de Bejís, utiliza la figura del Árbol Singular como eficaz herramienta educativa. Su coordinador, Marcos Pla, relata a El Independiente como se establecen vínculos emocionales entre los niños y un conjunto de nogales en la zona del valle, que si bien no están catalogados, contribuyen con su leyenda y majestuosidad a educar a los más jóvenes en el amor a la naturaleza.

Los árboles más gruesos, más altos y más antiguos de España

 La normativa para la catalogación de árboles monumentales es diferente en cada autonomía, incluso a nivel municipal se hacen inventarios locales. El primer catálogo data del año 74. En 2009, Bosques sin Fronteras contabilizó 1726 árboles monumentales en el territorio español, “aunque en la actualidad pueden ser perfectamente el doble”, asegura Domínguez. También lamenta la “falta de unidad en la normativa estatal para la catalogación”, lo que provoca desigualdades en los diferentes inventarios. Es difícil calcular el número de estos especímenes, aunque se recogen de manera colaborativa en Monumentaltrees.

La Comunidad Valenciana es pionera en la legislación para la protección del patrimonio arbóreo monumental. Se encuentran protegidos por defecto todos los árboles que superen o igualen una longevidad de 350 años, tengan 30 metros de altura, un diámetro del tronco de 6 metros o una copa de 25 metros. Poseer una de estas características los incluye en el régimen de protección, lo que catálogo amplísimo de árboles monumentales.