Han sido dos recorridos inversos. Uno, creciente, casi imparable y previsible. El otro, decreciente, impulsado por crisis financieras y decisiones empresariales. La curva de envejecimiento en España ha ascendido casi a la misma velocidad que menguaba la del mapa de oficinas bancarias. La bonanza económica de la primera década de los 2000 que precedió a la crisis multiplicó créditos, hipotecas y productos financieros. Aquella demanda debía ser satisfecha y las oficinas aumentaron. En 2008 el panorama bancario en nuestro país lo integraban algo más de 46.000 oficinas, la cifra más alta jamás registrada. El consumo disparado también requería ampliar el servicio y acceso al dinero: España tenía más de 61.500 cajeros.

Fue la cima, la cumbre financiera en una sociedad en la que su población de más edad, la que ya no trabajaba, la que superaba los 65 años, sumaba los 7,5 millones de personas. Clientes de banca a los que la marea tecnológica aún no asomaba con arrollarles. Tampoco a los bancos. Hace tres lustros ni los servicios de banca on line se habían extendido ni la velocidad de la evolución tecnológica era predecible.

Lo que sí podía proyectarse con claridad era la evolución que tendría la curva demográfica, la curva de clientes con más de 65 años que seguirían acudiendo a las oficinas a gestionar sus ahorros, a cobrar sus pensiones o a realizar pagos domésticos. En 2008, mientras la crisis irrumpió en hogares y empresas, la amenaza de rescate ahogó a los bancos. España intentaba recomponerse. Mientras tanto, el país seguía envejeciendo a un ritmo imparable de casi 100.000 o 150.000 mayores de 65 años más cada año.

El rescate de la banca generó una profunda remodelación del sector. También las exigencias de sostenibilidad y garantías cambiaron el modelo de banca en España. El 'boom tecnológico' de la segunda década de los 2000 provocó otra vuelta de tuerca al modelo bancario. La búsqueda de la eficiencia y la rentabilidad se encontró en las plantillas recortadas vía EREs pactados y en el cierre de oficinas, cada vez menos utilizadas en favor de la banca on line.

De 46.000 a 20.500 oficinas

Menos plantilla, menos sucursales, menos cajeros. Hoy el sector bancario de nuestro país tiene menos de la mitad de sucursales de las que tenía en aquel 2008 en el que comenzó a cambiar España. De las algo más de 46.000 oficinas de entonces se ha pasado a cerca de 20.500. Encontrar un cajero físico también es hoy más complicado, de los 61.500 de hace doce años hemos pasado a 49.500.

El proceso, sin embargo, ha descuidado la otra realidad que de modo paralelo seguía su curso natural en la sociedad española: el envejecimiento. Los 7,5 millones de mayores de 65 años de 2008 siguieron aumentando. Hoy España tiene 9,2 millones de hombres y mujeres que rebasan la edad de jubilación y que se encuentran, en muchos casos, con dificultades para subirse al tren tecnológico que había ido imponiendo la banca on line.

El camino inverso de la demografía y la banca comenzó ayer a reconducirse. La denuncia no es nueva. Las colas en la calle, a puertas de las oficinas cada vez menos numerosas, los cierres de sucursales en cada vez más pueblos o los horarios reducidos de atención presencial empezaron hace un año a ser un clamor que dañaba de nuevo la reputación de la banca. El rescate de la crisis de 2008 la había dejado muy afectada y ahora, década y media después, cuando el tiempo había comenzado a aliviarla, la movilización de los mayores a punto ha estado de volverla a agravar.

La iniciativa de un sólo hombre, Carlos San Juan y su campaña "Soy mayor, no idiota" ha logrado recabar 600.000 firmas en pocos días en contra de la "exclusión financiera" y en demanda de una atención presencial para las personas mayores. Su entrega en la Cámara Baja obligó incluso a, nada menos que una vicepresidenta del Gobierno, a hacerse la encontradiza con él a puertas del Congreso y asegurarle que su causa sería escuchada y atendida.

A la espera del protocolo

Ayer, sólo 24 horas después, las grandes entidades financieras hacían públicas las primeras medidas. El Banco Santander avanzaba que desde el próximo lunes sus oficinas tendrán las ventanillas abiertas para sus clientes de 08.00 horas a las 14.00 horas, tres horas más que hasta ahora. Otra entidad, Abanca, se comprometía a mantener sus sucursales en los 134 municipios en los que es la única entidad, además de ampliar sus horarios de atención al público y designar gestores personalizados para mejorar la atención de los mayores.

Hasta ahora habían guardado silencio, casi resignación. Pero la movilización del colectivo de personas mayores en demanda de otro tipo de atención ha logrado que se abran nuevas vías de solución, implicando al Gobierno y a las propias entidades bancarias. No en vano, las personas mayores acumulan cerca de 500.000 millones en depósitos bancarios, un colchón indispensable para la sostenibilidad del sistema financiero. Un estudio realizado por CaixaBank Research asegura que “más del 50% de los ahorros generados en la pandemia pertenece a los mayores de 60 años”.

Por ello, los bancos se han comprometido a presentar cuanto antes planes para mejorar la atención de este perfil de clientes. El compromiso es que el protocolo de medidas sea suficiente, pese a ser voluntaria su aplicación. Ayer el presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, avanzó que la propuesta era "cuestión de horas", si bien evitó detallar cuáles serían las medidas planteadas. El documento por el momento no va más allá de propuestas y líneas muy generales que pasarían por fijar horarios especiales con prioridad en la atención para las personas de más edad, servicios de atención específicos para ellos o modificar aplicaciones ahora en vigor para hacerlas más accesibles.

Por ahora, el Gobierno no contempla exigir por ley estos cambios que garanticen acabar con la "exclusión financiera". Habrá que esperar cuáles son las acciones y cambios que comienzan a incorporarse en la banca.