La pandemia del coronavirus y las restricciones que vinieron aparejadas con su expansión llevaron al conjunto de los españoles a ahorrar en un solo año más de lo que nunca lo habían hecho durante su historia reciente. En concreto, conseguimos no gastar el 15% de nuestra renta bruta disponible, esto es, del total de nuestros ingresos menos impuestos y cotizaciones sociales. Ese ahorro más que duplicó el del año anterior, lo que da una idea de la magnitud de esa bolsa "forzosa".

Después, durante 2021 y 2022, dicho ahorro embalsado continuó aumentando hasta situarse en los 120.000 millones de euros, según datos del Banco de España. La imposibilidad de gastar con normalidad no solo durante el confinamiento, sino también durante los meses de desplazamientos y actividades limitadas que le siguieron hicieron crecer esa hucha colectiva… hasta que llegó la inflación y la necesidad de utilizarla.

En 2022, el golpe que la rápida subida de los precios (8,5%) provocó en los bolsillos de los hogares condujo a que el ahorro se desplomase, obligando no solo a dejar de guardar dinero en efectivo y cuentas bancarias sino también, en algunos trimestres, a tirar de lo que había quedado guardado. Por eso, la tasa de ahorro se redujo hasta el 7,2%, frente al 11,4% que registró en 2021.

La inflación ha obligado a los consumidores a gastar mucho más que en ejercicios anteriores para poder satisfacer las mismas necesidades de compra. Y es lo que va a continuar sucediendo durante este ejercicio, que verá la capacidad de ahorrar mantenerse no solo por debajo de los altos niveles de 2020, sino también de la media de entre 2008 y 2013, cuando fue del 8,8%.

En concreto, Funcas espera que la tasa de ahorro se sitúe este año en el 7,2% de la renta bruta disponible, de nuevo en mínimos desde 2018, cuando el buen avance de la economía impulsó a gastar antes que a ahorrar. Sin embargo, en este caso la baja tasa no tendrá que ver con el abundante gasto sino con los elevados precios, que, unidos a unos salarios que apenas se han revalorizado, obligarán a emplear más dinero para mantener el mismo nivel de vida.

O incluso a tirar de lo atesorado: en el primer trimestre de este año (últimos datos disponibles), los hogares apenas ahorraron un 0,9% de su renta menos impuestos, lo que implica que en muchos casos necesitaron recurrir al dinero que tenían en la caja fuerte. Es lo que sucedió durante el primer y el tercer trimestre del año pasado, que marcaron tasas de ahorro negativas, del 1,5 y del 3,2%, respectivamente.

Las previsiones de inflación

No obstante, que se cumplan o no estas perspectivas depende del comportamiento de la inflación. La previsión actual del Banco de España es que este año los precios continúen subiendo, a un ritmo del 3,2% de media anual, y que el año que viene lo hagan incluso un poco más (3,6%). En lo que va de año, el IPC ha aumentado un 2,4%, lo que implica que aún quedan meses por delante de más encarecimientos de la cesta de la compra.

El supervisor apunta que la retirada de las rebajas impositivas que ahora aminoran la factura mensual de los españoles, como los gravámenes a la electricidad o el IVA de los alimentos más básicos, provocará un efecto rebote que llevará a ver mayores subidas de precios el próximo ejercicio que este, aunque no vaya a producirse ningún nuevo efecto disruptor relacionado con la energía procedente de Rusia ni con cuellos de botella, como ha sucedido los últimos años.

En cambio, de su lado Funcas espera que los precios aumenten este año un 3,9% y el próximo un 3,5%. Mientras, en conjunto los analistas que realizan previsiones macroeconómicas consideran que más bien el IPC marcará un incremento del 3,6% este año y del 2,9% el próximo, considerablemente por debajo de los pronósticos del centro de estudios.