Las últimas previsiones macroeconómicas del Banco de España, que se dieron a conocer este lunes, arrojaron un dato especialmente curioso. Apuntaban que los precios de la cesta de la compra aumentarán más el próximo año, en 2024, que este 2023, pese a que este ejercicio la caída del índice de precios al consumo (IPC) ha sido muy relevante.

El IPC alcanzó su pico el pasado agosto, cuando los precios aumentaron un 10,5% en relación a los del mismo mes del año anterior. Pero progresivamente han relajado su incremento, hasta subir un 3,2% este mes de mayo, su tasa más baja en casi dos años. Gracias a esa caída, los economistas esperan que la inflación media de todo el año -la que se obtiene realizando la media de la tasa interanual de todos los meses- quede alrededor del 4%, casi la mitad de la media de 2021, que fue del 8,4%, la más elevada desde 1986.

Entonces, dada la creciente caída de los precios, ¿cómo es posible que el Banco de España pronostique un IPC más alto en 2024 que en 2023, y no más bajo como cabría pensar? ¿Espera un repunte de la energía? ¿Nuevas crisis de suministros, nuevos cuellos de botella que encarezcan las materias primas? ¿Un recrudecimiento de la guerra de Ucrania que dispare los precios de ciertos alimentos?

Por el momento, nada de eso. De hecho, la previsión del supervisor es que los precios de la energía, que explican la bajada generalizada de este año, se relajen aún más: apuesta por que los precios del petróleo continuarán a la baja en 2024 -en el entorno de los 70 dólares el barril de Brent-, y que suceda lo mismo con los del gas, en niveles similares a los de finales de 2021 -en el entorno de los 50 euros el Mwh-. Tan solo se mantendrá más o menos alta la inflación subyacente -4,1% de media este año y 2,1% el próximo-, porque este indicador que no tiene en cuenta la energía ni los alimentos tarda más en reflejar la bajadas de precios.

La respuesta tiene que ver con la retirada de la medidas del Gobierno para contener la escalada del IPC. Según explican desde el supervisor, si los precio se mantienen el próximo año en niveles más o menos similares a los de este, o algo más bajos, pero sube el IVA que ahora está suprimido o reducido, se producirá un incremento matemático e irreversible de la inflación. Hay que recordar que el Gobierno redujo el IVA de la factura de la luz del 21% al 10%, además de suspender el impuesto a la generación de energía -que gravaba el 7%-. Después, también, se anunció la rebaja del impuesto especial eléctrico del 5,11% al 0,5%.

Asimismo, desde enero está suprimido el IVA de los alimentos que ya tenían el tipo reducido del 4% y bajó del 10% al 5% el IVA de los aceites y las pastas. Son medidas que, aunque están aprobadas solo hasta finales de este mes, el Gobierno prorrogará hasta que los precios se relajen. Pero es previsible que el próximo año ya se hayan suprimido, por lo que el "salto" de un IPC que se veía afectado por multitud de rebajas de IVA a otro sin ellas parece inevitable, independientemente de que el precio de la materia prima no se incremente.

Otros organismos, en cambio, prevén una inflación más baja en 2024 que en 2023. La Comisión Europea contempla un IPC medio del 4% en 2023 y del 2,7% en 2024, frente a tasas del 5,8% y del 2,8%, respectivamente, en la zona euro. La AIReF habla de un 4% y de un 2,8%, y la OCDE, de un 3,9% en ambos años.

De cara a lo que queda de año, el Banco de España espera cierto repunte de los precios a partir de julio, aunque al mismo tiempo remarca que la evolución de este índice es muy incierta puesto que depende de multitud de factores, como la normalización de los cuellos de botella, la estabilidad de los precio de la energía y el valor del euro. En España, también influirá la sequía, el ritmo de traslación de los precios de la energía a los del consumo y la posibilidad de que las subidas salariales puedan llevar a más incrementos de precio, lo que se conoce como efectos de segunda ronda.