Desde su llegada, Marc Murtra no ha dejado de repetir su intención de que Telefónica sea protagonista en los cambios que se avecinan dentro del sector de las telecomunicaciones a nivel europeo. Pero, para ello, ha reclamado una y otra vez a Bruselas que rebaje las regulaciones, a fin de facilitar los procesos de fusiones y consolidaciones que den lugar a compañías más grandes, fuertes y competitivas.

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En ese contexto, aunque aún no se ha presentado el plan estratégico prometido por Murtra -que será el que marque el nuevo rumbo de la compañía- el presidente ya ha deslizado que quiere iniciar el proceso de consolidación en España antes de dar el salto a Europa. Y ahora todos los rumores apuntan que el primer objetivo de Telefónica es la compra de Vodafone España.

La operación parece estar en una fase preliminar, pero ya se vislumbra que se trataría de un movimiento realmente complejo desde el punto de vista regulatorio, y en algunos aspectos incluso inédito. "En estos casos se suele empezar manteniendo conversaciones informales", relata Pablo Ibáñez, profesor en la London School of Economics, que continúa diciendo que "antes de notificar nada, sondeas las aguas con la autoridad de competencia que vaya a ocuparse del asunto. Luego se produce una notificación formal, y si la operación puede generar problemas de competencia se abre una evaluación. Así que en un caso así nos estaríamos yendo a meses".

La primera duda sería saber qué organismo regulador se encargaría de analizar esta operación, si la Comisión Europea (CE) o la CNMC. La decisión se tomaría en base a unos cálculos que tendrían en cuenta la facturación global de las empresas implicadas y el número de países en los que operan. Con todo, lo más probable sería que la CE fuera la responsable, y aunque podría consultar a la CNMC, la decisión sería solo suya.

Desde el pasado diciembre, la comisaria de competencia de la Comisión Europea es Teresa Ribera, que abandonó sus cargos como vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España. Dado que el Gobierno es el máximo accionista de Telefónica, estaría por ver si la posición de Ribera favorece el visto bueno de Bruselas. Aunque Juan Delgado, director de la consultora Global Economics Group y ex primer Economista Jefe de la CNMC, descarta que la exministra pueda jugar un papel importante: "No creo que vaya a influir. Los comisarios tratan de distanciarse de la política nacional, y la decisión que se tome sentará un precedente en toda Europa".

La visión de Bruselas sobre estas fusiones

Si la operación se concreta, el sector de las telecomunicaciones español estaría dominado por tres grandes actores: Telefónica, MasOrange y Digi. Sin embargo, la posición de la compañía rumana genera división, porque algunos, como Delgado, consideran que está tan lejos del tamaño y la capacidad financiera de los otros que en realidad solo podría hablarse de dos grandes grupos, incluso aunque obtuviera remedies por la venta de Vodafone.

La consideración que el regulador le otorgue a Digi será importante. Tradicionalmente, Bruselas siempre ha visto con mucho recelo las fusiones que suponen que un mercado pase de tener cuatro grandes operadores a tener tres, y por eso siempre ha puesto condiciones muy estrictas para este tipo de operaciones. Pero si contempla que en esta ocasión el mercado estaría copado únicamente por dos compañías, sería más complicado que dieran la luz verde.

"Digi es, paradójicamente, uno de los actores que más pueden ganar y a la vez más pueden sufrir. Ganaría si logra remedies sustanciales: espectro, acceso mayorista privilegiado o incluso partes de la red móvil o fija. Esto le permitiría pasar de ser un operador virtual a convertirse en un cuarto operador pleno. Pero también tendría que competir contra dos gigantes reforzados (Telefónica y MasOrange), con más capacidad de inversión y sin presión para mantener precios bajos. En un mercado más concentrado, Digi tendría que decidir si quiere jugar en la liga mayor o quedarse como un competidor de nicho", afirma Javier Hombría, profesor de valoración de empresas del Instituto de Estudios Bursátiles.

En cualquier caso, la gran pregunta es si la CE está dispuesta a dar el paso que las grandes 'telecos' le están demandando y aflojar las restricciones. En los últimos años, los informes elaborados por Enrico Letta y Mario Draghi por petición del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, respectivamente, señalaron la necesidad de relajar las barreras regulatorias, mencionando específicamente al sector de las telecomunicaciones como uno de los más afectados por las trabas. Pero según Delgado, aunque cada vez más voces del sector están presionando para que así sea, "aún no se ha materializado en nada".

"Si Bruselas mira con los ojos del pasado, no creo que viese bien la compra de Vodafone por parte de Telefónica, porque hay muchos riesgos de competencia", desliza. "Pero hay que ver cuál es su postura. Hace poco, Reino Unido aprobó la fusión entre Vodafone y Three con el argumento de mejorar la competitividad, pasando de cuatro grandes operadores a tres e imponiendo remedies muy novedosos, que no se habían aceptado hasta ahora. Pero está por ver qué camino sigue la CE", ilustra Delgado.

Por eso este caso es tan importante. Si realmente Telefónica apuesta por comprar Vodafone, Europa deberá decidir si prioriza por primera vez facilitar a estas compañías que ganen músculo y crezcan, bajo el pretexto de que eso redundará de manera beneficiosa en los ciudadanos. Aunque eso implique por el camino reducir la competencia del sector.

El mercado español

Para Ibáñez, la liberalización de las telecomunicaciones en España ha sido todo un "exitazo". "Tendemos a fustigarnos, pero yo que vivo en el Reino Unido veo también la parte positiva. Y se han hecho las cosas muy bien. Primero, porque Telefónica ha ido bajando de manera sostenida su cuota de mercado a lo largo del tiempo, así que el mercado es bastante competitivo. Y segundo porque hay varios operadores integrados que tienen su propia red de fibra", destaca.

Parte de ese éxito, explica el experto, ha sido que las fusiones que se han materializado siempre fueron encaminadas a conformar compañías que estuvieran en disposición de disputarle el liderazgo a Telefónica. Es decir, que "inyectaban competencia". "¿Qué pasa en este caso, cuando es Telefónica la que quiere comprar otro competidor? Pues es una incógnita. Pero para el regulador podría ser un poco retroceder el camino que ya se ha transitado", ilustra.

"No hay precedentes de algo así, y por eso es un movimiento que podría consolidar el mercado de una manera que no se había producido hasta ahora. Pero demuestra que algo está cambiando en el clima regulatorio, porque solo el hecho de que se lo planteen hasta ahora era impensable", añade Delgado. Ibañez opina muy parecido: "Las fusiones hasta ahora se hacían de tal forma que había que ceder activos a un tercero, para que esa empresa pudiera recrear la presión competitiva que existía antes de la operación. Pero si metes a Telefónica en la ecuación entras en territorio desconocido, en la medida en la que estás hablando del líder del mercado".

La última gran fusión en el sector español fue la de MasMóvil y Orange, que se formalizó en marzo de 2024. Pero el hecho de que sea tan reciente no debería afectar, de acuerdo con Ibáñez, a las intenciones de Telefónica con Vodafone. "Son movimientos independientes. La de MasOrange, si se me permite, la veo como una reliquia de un mundo anterior al informe Draghi. Pero creo que ahora los cálculos son otros", resume.

Delgado e Ibáñez coinciden también en otra cosa: si Telefónica va de la mano de MasOrange para comprar Vodafone, como Bloomberg informó hace unos días que podría suceder, el análisis a nivel regulatorio no cambiaría mucho. Ni perjudicaría, ni beneficiaría especialmente. En cambio, Hombría sí visualiza que el argumento de una excesiva concentración de mercado se podría diluir parcialmente, ya que la adquisición se repartiría entre los dos grandes rivales actuales. Algo que, detalla, podría facilitar el visto bueno del regulador, especialmente si se articula como un carve-out o una joint venture con reparto de activos.