Cuando Elon Musk adquirió Twitter en octubre de 2022 por 44.000 millones de dólares, muchos pensaron que el visionario fundador de PayPal, Tesla y SpaceX había perdido la cabeza. La mayoría de los analistas vaticinó que sería muy difícil rentabilizar una inversión semejante. Algunos se atrevieron a pronosticar su ruina. Otros, más preocupados por las intenciones del magnate que por la estabilidad de su fortuna, alertaron del impacto que la voluntad de Musk podía ejercer en el pluralismo de los mensajes en la red social y, con ello, en la conversación pública mundial.

La promesa de un consejo editorial que velara por la calidad del contenido cayó en saco roto. Poco después de culminar la operación, Twitter reactivó perfiles controvertidos como el del expresidente Donald Trump. A mediados de 2023, Musk fichó a Linda Yaccarino, responsable de publicidad de NBCUniversal, como nueva CEO y garante de la moderación de la plataforma –o simple relaciones públicas de lujo–. En julio, Twitter cambió de nombre. El pajarito azul fue sustituido por una X dura y metalúrgica, una letra y un logo más acordes con el imaginario muskiano, a juego con el anguloso perfil de su Cybertruck, la esperada novedad de Tesla que sale ahora al mercado casi cinco años después de su presentación.

En noviembre, pese a los esfuerzos de Yaccarino, un grupo de empresas encabezadas por Apple, IBM o Disney decidieron dejar de anunciarse en Twitter –en X– después de que el grupo de activistas Media Matters afirmara que los anuncios de estas compañías aparecían con frecuencia en la red social junto a contenido supremacista y antisemita. La denuncia coincidió con la adhesión de Musk a un post en el que se acusaba a las comunidades judías norteamericanas de fomentar el odio contra los blancos, respaldando la teoría de la gran sustitución.

Musk se disculpó durante una conferencia celebrada en Nueva York a finales de noviembre, pero también acusó a los anunciantes de intentar chantajearle. “Que os den por culo”, concluyó con su habitual arrogancia. Pocos días después denunció a Media Matters ante un tribunal de Texas por trucar los algoritmos de X para vincular las campañas con contenido "racista e incendiario".

Más dinero

Coincidiendo con el cambio de nombre de Twitter, se supo que el Tesla Y había sido el coche más vendido en Europa durante el primer semestre de 2023. Además, en abril y en noviembre, SpaceX lanzó los dos primeros cohetes Starship con los que la compañía aeroespacial privada –cuyo cortejo de satélites Starlink ilumina nuestro cielo nocturno– pretende llegar a la Luna en 2025.

En vísperas de que acabe el año, Bloomberg anuncia que Elon Musk encabeza su lista de los hombres más ricos del mundo de 2023, con una fortuna neta estimada en 232.000 millones de dólares –cerca de 21o.00 millones de euros–. Supera en cerca de 50.000 a su más inmediato perseguidor, el presidente del conglomerado del lujo LVMH Bernard Arnault, y al fundador de Amazon, Jeff Bezos. La riqueza de Musk, como la del resto de magnates tecnológicos, se ha disparado gracias a la fuerte revalorización de las tecnológicas en plena carrera por el desarrollo de la Inteligencia Artificial.

Hoy, la controvertida, millonaria y supuestamente ruinosa operación de Twitter se antoja una minucia, peanuts, para los profundos bolsillos de quien reúne en una sola persona el empuje, la audacia, la creatividad y la falta de escrúpulos de William Randoph Hearst, Henry Ford, Howard Hughes y el capitán Nemo. Le salga bien o mal su aventura con la red social, sea el villano que parece ser o el héroe de la libertad de expresión universal que pretende, X es solo una de las muchas incógnitas a despejar, quizá la menos relevante, del futuro (y las intenciones) de un hombre cuyo destino parece estrechamente ligado al de la humanidad.