Jordi Sánchez no intentará revalidar el cargo de secretario general de JxCat en el congreso que la formación celebrará este verano. Así lo ha confirmado el propio Sánchez este sábado ante el Consejo Nacional del partido reunido en Alcarràs (Lleida). El todavía número dos de Junts despeja así una de las incógnitas del próximo cónclave, forzado tras semanas de tira y afloja por los sectores críticos con Sánchez.

"La ejecutiva de JxCat ha acordado la celebración del congreso ordinario en los plazos que fijan los estatutos del partido. La decisión se ha adoptado por unanimidad". Con este breve comunicado despejaba la ejecutiva de Junts el debate sobre la oportunidad de convocar, o no, el congreso del partido el próximo verano. Exactamente dos años después del congreso fundacional, como establecen los estatutos del partido.

Seis días después, Sánchez ha anunciado que no optará a la relección. Y ha lanzado un mensaje a sus posibles sucesores: "Esto no va de opciones personalistas para tener minutos de gloria. Va de un proyecto colectivo. Hay que hacer un equipo dirigente que dé respuesta a las necesidades que hoy tiene el partido".

Resistencias al congreso

No todo el mundo veía con buenos ojos la convocatoria del congreso. El sector oficialista del partido ha argumentado en los últimos meses dos elementos para posponer el congreso: el futuro judicial de Carles Puigdemont y las elecciones municipales. Pero se han impuesto las voces que exigen una revisión estratégica y de liderazgos, y que veían en los frenos al congreso una muestra de la debilidad de Sánchez.

El partido necesita "ordenarse a nivel interno" porque "ahora no está para dar respuesta a la realidad que tenemos" apuntaba la consejera de Justicia, Lourdes Ciuró, en una entrevista a NacióDigital.

La cúpula de Junts está formada ahora per el presidente, Carles Puigdemont, Sánchez como secretario general y cuatro vicepresidencias: Josep Rius, Elsa Artadi y Jordi Turull. Laura Borràs, líder electoral en las últimas convocatorias al Cortes y a la Generalitat, forma parte de la Ejecutiva en tanto que presidenta del Parlament, pero no tiene poder orgánico.

Despejada la incógnita de Sánchez, el próximo congreso deberá dirimir ahora el próximo liderazgo orgánico. Y es posible también que deba escoger nuevo presidente, según los cálculos, o esperanzas, de algunos sectores de JxCat.

El papel de Puigdemont

El entorno del ex president especula desde hace tiempo con la posibilidad de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dé la razón a Puigdemont y ratifique su inmunidad en tanto que eurodiputado. Y, sobre todo, si esa sentencia avala o no la jurisdicción interna de la justicia española. Es decir, si tiene inmunidad, y si esa inmunidad aplica en España.

Una sentencia que esperan conocer a principios de verano, y que podría interferir, argumentan, en el congreso de JxCat. Porque la sentencia debe ser el detonante de una nueva campaña de promoción del liderazgo de Puigdemont en el mejor de los escenarios para el independentismo, con un regreso triunfal que le obligaría, eso sí, a abandonar la presidencia de Junts para ejercer como líder máximo y transversal del independentismo.

Debilidad de Jordi Sánchez

La gestión de Jordi Sánchez ha generado tensiones internas por un liderazgo ejercido en solitario, gracias al aval inicial de Puigdemont. Procedente del PSUC y más a la izquierda que la mayoría del partido, Sánchez despierta recelos tanto entre los antiguos cuadros de Convergencia como en el sector abonado al discurso de la confrontación independentista. El primero se concentra en el Govern, el segundo en el Parlament.

El secretario general tiene en su debe la gestión del pacto de investidura con ERC. Una negociación llevada en primera persona, sin intervención del resto de la ejecutiva y cuestionada en petit comité por voces relevantes del partido.

En el haber del secretario general, el trabajo de captación -con presiones sin pudor, según fuentes del PDeCat- para recuperar alcaldes ex convergentes. Un ingente trabajo de recorrer el territorio catalán que le ha permitido tejer complicidades con estructuras del partido. Y, por su puesto, su condición de "preso del procés".

Turull, liderazgo alternativo

Frente a Sánchez, dos figuras se erigen como líderes alternativos. En primer lugar, Jordi Turull, vicepresidente del partido, ex coordinador del PDeCat y dirigente histórico de Convergencia. Turull sigue controlando las estructuras tejidas en base a cuadros ex convergentes, situados en su gran mayoría en el Govern y la administración autonómica.

Pero ese control de los cuadros del partido no le sirvió para garantizar la victoria de su candidato, Damià Calvet, en las primarias para escoger al cabeza de lista que debía sustituir a Carles Puigdemont en las elecciones del 14F. La victoria se la llevó Laura Borràs, con un 75% de los votos.

La presidenta del Parlament volvió a demostrar su "tirón" entre las bases independentistas en las elecciones a la Asamblea del Consejo por la República que lidera Puigdemont. Fue la más votada tras los tres ex consejeros fugados junto a Puigdemont: Clara Ponsatí, Toni Comin y Lluís Puig.

Borràs, la más popular

Laura Borràs "seguirá siendo la líder electoral porque es la que tiene más tirada" asegura una fuente del partido. Su única barrera no es electoral, sino judicial, por la causa pendiente por malversación que instruye el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Además, Borràs no tiene peso orgánico suficiente en el partido para imponerse como secretaria general, apunta la misma fuente que ironiza con la "inestabilidad habitual" de un partido con "una mala salud de hierro". Una situación que parece abocar a los tres dirigentes independentistas a buscar alianzas entre ellos, todavía por dirimir.

La ponencia política podría decantar esas alianzas. El partido de Puigdemont ha mostrado en los últimos días sus divergencias internas de forma descarnada con dos desmentidos en apenas cuatro días: al pacto por la reforma de la política lingüística y a las declaraciones de la consellera Ciuró.

La estrategia política

En el primer caso, el ejercicio de posibilismo liderado por Jordi Sánchez y el presidente del grupo en el Parlament, Albert Batet, acabó en desmentido tras la llamada al orden de Puigdemont. El presidente del partido descalificó el acuerdo secundado por Quim Torra, Borràs o Elsa Artadi, y acompañado por las entidades de defensa del catalán.

Ciuró, por su parte, abría la Caja de Pandora asegurando, en NacióDigital que JxCat debe estar abierto a pactos con los socialistas como hace ERC. Los junteros, de hecho, ya han pactado con el PSC. Lo hicieron en la Diputación de Barcelona, haciendo presidenta a Núria Marin. Y lo siguen haciendo en la renovación de cargos institucionales, y especialmente en el reparto de poder en los medios públicos, donde algunas fuentes apuntan a una pinza JxCat-PSC para cortar las alas a Esquerra.

Pero una cosa es asumir esos pactos, y otra hablar abiertamente de futuras alianzas en la Generalitat, como hizo Ciuró. El sector defensor de la confrontación no acepta una estrategia que supone olvidar la "mayoría del 52%" y normalizar al PSC como actor político. Y sus dos figuras más representativas, Puigdemont y Borràs, son también los principales valores electorales del partido. El debate, por tanto, está servido.