En la estación de tren de Przemysl, en el sureste de Polonia y muy cerca del paso fronterizo con Ucrania de Medyka, llama la atención la tranquilidad de las personas refugiadas que llegan: nadie grita, nadie corre, nadie se enfada… los rostros de las mujeres y de los niños reflejan cansancio, pero todos se muestran serenos y pacientes, tal vez por sentirse a salvo, o quizás porque saben que la preocupación y la incertidumbre van a acompañarlos durante mucho tiempo. “¿Que por qué estamos tan tranquilos?”, responde con la misma pregunta retórica Andrea… “Porque llevábamos preparándonos ocho años para esto y sabíamos que tarde o temprano iba a llegar este día…”

Porque llevábamos preparándonos ocho años para esto y sabíamos que tarde o temprano iba a llegar este día…

Más de 11 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Ucrania por culpa de la guerra. De esta elevada cifra de desplazados, la más alta en el espacio de tiempo más corto desde la Segunda Guerra Mundial, más de 4,5 millones lo han hecho fuera del país, sobre todo a las naciones vecinas. Polonia, con más de 2,5 millones de refugiados, es el país con más personas ucranianas acogidas.

Hay quienes han tardado hasta una semana en llegar a la frontera. Han tenido que huir de sus ciudades y pueblos a pie, pero luego han tenido que montarse en coches, trenes y autobuses… lo han hecho hacinados, muchas veces sin agua, teniendo que parar por la noche por los toques de queda, en medio del frío y siempre con miedo a ser bombardeados por las tropas rusas.

La mayoría son mujeres con hijos menores de edad y con muy poco equipaje. Los pequeños llevan sobre sus espaldas una mochila como si fueran al colegio y todos cargan en sus brazos algún peluche. Los mayores llevan el equivalente al equipaje de mano para subir a un avión. Hay mujeres que viajan con sus madres y se sienten privilegiadas porque eso les permite llevar más bultos o más grandes y, sobre todo, atender mejor a los menores. Otras confiesan que abandonaron sus pequeñas maletas en medio del trayecto porque tenían miedo de perder a sus hijos en las aglomeraciones de la huida.

Todos hemos dejado a algún ser querido en Ucrania. Mi padre y mi marido se han quedado en Leópolis

“Todos hemos dejado a algún ser querido en Ucrania. Mi padre y mi marido se han quedado en Leópolis. La situación estaba más o menos tranquila, pero el estrés que les generaban las sirenas antiaéreas a nuestros hijos nos hicieron decidir dejar el país. Ahora ellos están más tranquilos por nosotros y cuidarán nuestra casa y nuestro país, y nosotros estamos orgullosos de ellos porque son unos patriotas”, comenta Marina con sus tres hijos, que tienen entre 5 y 10 años.

Alberto López

El padre Oleh reparte ayuda en Lugansk (Ucrania).

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Colas, cansancio y tristeza en la frontera de Medyka (Polonia).

Todas las personas refugiadas habían oído que al llegar a Polonia la solidaridad de la acogida les proporcionaría todo lo necesario para vivir, pero lo que se encuentran al cruzar la frontera a muchos les desborda: “Nunca podremos devolver lo que están haciendo por nosotros. Nos han ofrecido todo lo que necesitábamos y más, todo el mundo es amable y está siempre pendiente de nosotros y, sobre todo, de los más pequeños”, cuenta Alisha entre lágrimas.

Es como si el coronavirus hubiese desaparecido de repente porque ahora tenemos un problema mucho mayor

Desde el 28 de marzo las mascarillas ya no son obligatorias en los espacios cerrados en Polonia, pero desde mucho antes casi nadie las llevaba a pesar de que de vez en cuando algún aviso por megafonía recordaba la obligatoriedad de su uso. “Es como si el coronavirus hubiese desaparecido de repente porque ahora tenemos un problema mucho mayor, y es atender y acoger a todas las personas que llegan desde Ucrania”, trata de justificarse Lukasz, un joven voluntario polaco que también habla inglés y francés.

En Przemysl, como en el resto de estaciones en Polonia, hay carpas en las que se ofrece comida caliente y bocadillos continuamente, otras con ayuda básica de emergencia y productos de higiene y salud, hay una zona de descanso con camas improvisadas y también otra de juegos para los más pequeños al lado de las taquillas donde se adquieren los billetes. Durante todo el día los ciudadanos polacos llevan cochecitos de bebé, colchones, pañales, potitos, juguetes… pensado, sobre todo, en los más pequeños.

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Dibujos de paz en la estación Este de Varsovia.

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Un grupo de menores, son sus equipajes, en la Estación Central de Varsovia.

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Coches de bebés donados en la estación Este de Varsovia.

Decenas de voluntarios con un chaleco reflectante atienden y orientan en diversos idiomas a las personas refugiadas que llegan a las estaciones. Muchas saben dónde quieren ir, algunas incluso a otros países porque tienen allí algún familiar, pero otras se encuentran perdidas. A todos les gestionan un alojamiento, un medio de transporte gratuito y todo lo necesario para empezar una nueva vida, pero la mayoría coincide en querer quedarse lo más cerca posible de la frontera. “Estamos seguros de que vamos a ganar y de que la guerra terminará pronto. Nuestro pensamiento diario es que la guerra terminará mañana y que así podremos regresar pronto a nuestra casa”, explica de manera muy convincente Tetiana.

Más de medio centenar de misioneros salesianos trabaja en las principales ciudades de Ucrania

En Ucrania, 11 presencias salesianas repartidas en nueve ciudades por todo el país llevaban meses preparándose para lo que nadie quería que ocurriera: acopio de agua y productos de primera necesidad, acondicionamiento de sótanos para hacer las veces de refugio, cursos de evacuación para los alumnos… Más de medio centenar de misioneros salesianos trabaja en las ciudades de Leópolis, Kiev, Dnipro, Bibrka, Odesa, Peremyshlany, Korostyshiv, Zhytomyr y Novosilka y continúan ayudando a la población desplazada.

“Nuestras escuelas en Ucrania continúan funcionando, aunque en la mayoría de los casos lo hacen con las clases online, ya que muchos profesores y alumnos están fuera del país. Sin embargo, se reparte ayuda material de emergencia para la población en todas ellas y en muchas se ofrece refugio para las familias. En la actualidad, casi un millar de menores asiste a las clases de forma presencial y online, y tenemos acogidos a más de 70 menores en nuestras instalaciones”, asegura Mykhaylo Chaban, superior de los Salesianos en Ucrania.

Alberto López

Ayuda humanitaria para repartir en Salesianos de Varsovia.

Alberto López

Actividades para los menores en Salesianos de Cracovia.

Pocos días después de comenzar los bombardeos, medio centenar de menores huérfanos acogidos por los Salesianos en Leópolis, fue trasladado a Eslovaquia. Tras dos jornadas de viaje en autobús, han comenzado una nueva vida junto a sus cinco educadores y con las mismas actividades en una casa salesiana en la localidad de Drienica.

Al viajar nos encontramos con largas filas de coches en sentido contrario cargados de personas que huyen, y cuanto más se acerca uno al frente, más se hace sentir la presencia de los militares y el peligro

También hay varios misioneros salesianos que viajan en furgonetas y minibuses desde el primer día del conflicto a las ciudades situadas más al este del país para llevar medicinas, grupos electrógenos, agua y productos de primera necesidad a la población más aislada por la guerra. En el viaje de regreso logran evacuar a personas mayores y a niños y niñas para trasladarlos a lugares más seguros en el oeste. “Al viajar nos encontramos con largas filas de coches en sentido contrario cargados de personas que huyen, y cuanto más se acerca uno al frente, más se hace sentir la presencia de los militares y el peligro, pero esas personas no se merecen vivir una guerra y por eso realizaremos estos viajes mientras podamos”, comenta el misionero salesiano Oleh Ladnyuk.

Tras la odisea de la huida, en la frontera las personas refugiadas reciben todo tipo de atenciones para que puedan descansar, comer algo e informarse sobre las posibilidades a partir de ese momento. Los misioneros salesianos, acompañados por voluntarios, también asisten a las personas que cruzan la frontera y los orientan. Algunos ya conocían a los Salesianos en Ucrania y se alegran de encontrarse con ellos, otros sólo buscan un lugar para descansar unos días y seguir el viaje a otro país, y un tercer grupo, que no sabe adónde ir, puede permanecer durante más tiempo en los alojamientos salesianos preparados para ellos.

Más de 75.000 menores ucranianos ya están escolarizados en escuelas polacas

El seminario salesiano de Cracovia, por ejemplo, acoge a medio centenar de personas refugiadas ucranianas: “Son mujeres con niños y niñas en edad escolar que han formado aquí una gran familia. Viven en un edificio independiente con sus habitaciones, sus salones de estar y de juegos para los niños, y tienen su comedor y su lavandería propios. Algunos están de paso, pero otros llevan con nosotros varias semanas y hacen grandes esfuerzos por integrarse”, asegura Marcin Wociek, responsable de la acogida de refugiados en Cracovia, y cuyo teléfono no deja de sonar: “Durante las 24 horas te pueden avisar desde la coordinación de alguna de las estaciones de que uno o varios grupos familiares han sido asignados aquí y nosotros vamos a buscarlos para que se sientan tranquilos y a gusto desde el primer momento”.

El gobierno polaco, como toda la Unión Europea, se ha volcado con la crisis humanitaria de Ucrania como no lo había hecho antes con ninguna otra emergencia. Más de 75.000 menores ucranianos ya están escolarizados en escuelas polacas, y además de regularizar la situación de todos los que llegan, el Estado ha ofrecido, durante dos meses, la cantidad del equivalente a 8 euros por día y persona refugiada para que puedan comenzar una nueva vida en Polonia.

Alberto López

Actividades para los menores en Salesianos de Varsovia.

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Ayuda humanitaria para Ucrania desde Salesianos Cracovia

En estos más de 50 días de invasión, más de 7.000 personas refugiadas han pasado por las instalaciones salesianas de Polonia, Eslovaquia, Moldavia, Hungría y Rumanía. Sólo en Polonia hay preparadas más de 1.100 plazas en las casas salesianas para acoger a los refugiados que quieren quedarse en el país. “A todos ellos se les ofrece atención médica, psicológica, administrativa, y todo tipo de facilidades para la escolarización de los niños y niñas, el aprendizaje de otro idioma y actividades de ocio y tiempo libre. Ellos agradecen lo que les facilitamos, pero lo que más aprecian es una buena conexión wifi para estar en contacto con los familiares que tuvieron que quedarse en Ucrania”, comenta Krzysztof Grzendiziski, salesiano polaco y coordinador de la emergencia.

Gracias a la solidaridad salesiana mundial, cerca de tres millones de euros ya han sido enviados a los lugares que más lo necesitan para paliar los efectos de la guerra en las personas desplazadas y refugiadas. Diversos proyectos de emergencia ya se han puesto en marcha, tanto en Ucrania como en los países de acogida de las personas refugiadas, para poder acondicionar espacios y ofrecerles la atención que necesitan. Otros proyectos van orientados al transporte de ayuda humanitaria a Ucrania y al reparto en las ciudades más necesitadas.

Nuestra campaña de Misiones Salesianas, Emergencia Ucrania, apoya algunos de estos proyectos concretos de acogida de población refugiada ucraniana en las localidades polacas de Czerwinsk y Rozanystok, así como el transporte y el reparto de ayuda humanitaria a Ucrania desde Cracovia y la atención a la población desplazada en Zhytomyr.

Ojalá que el conflicto acabe pronto y podamos pensar y ponernos a trabajar todos en la fase de reconstrucción

Por desgracia, estamos en una primera fase de la emergencia que no sabemos muy bien cuánto tiempo durará. Ojalá que el conflicto acabe pronto y podamos pensar y ponernos a trabajar todos en la fase de reconstrucción. Para ello, será necesario que la paz sea estable y duradera y que las personas desplazadas y refugiadas puedan regresar a sus hogares. Mientras tanto, y como en tantos conflictos muchas veces olvidados, la atención a las personas, y de manera especial a los niños, es nuestra prioridad.

Los deseos de Yarina, una joven de 20 años que estudiaba en la Universidad de Kiev y que ahora reside en los Salesianos de Varsovia, resumen la nueva situación que afronta el mundo en la actualidad: “Ojalá que este tsunami de solidaridad no disminuya con el tiempo, pero también, ojalá que todas las personas que han sufrido una guerra en cualquier parte del mundo tuvieran las mismas oportunidades y facilidades que nos estamos encontrando nosotros… Por favor, no os olvidéis de nosotros ni de Ucrania”.

Alberto López es miembro de Misiones Salesianas.