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El infierno familiar de cinco niños en Castellón

La Audiencia de Castellón condena a una mujer a 21 años de prisión por maltratar, vejar y compartir pornografía con sus hijos y a su pareja, el padre, a seis meses de cárcel por tenerlos en situación de abandono

Juzgados de Castellón. EFE.

Los niños iban a recoger droga y jeringuillas a los proveedores de sus padres, que consumían heroína y cocaína a diario delante de ellos y en alguna ocasión incluso ellos también la probaron. Pero eso fue lo menos traumático que tuvieron que vivir en el hogar familiar.

La Audiencia de Castellón acaba de condenar a una mujer a 21 años de prisión por los delitos de malos tratos habituales, delito continuado de exhibicionismo, delito continuado de exhibición de material pornográfico, delito de lesiones de grave enfermedad psíquica y delito continuado de agresiones sexuales a sus hijos de 10, nueve y siete años de edad entre finales de los años 90 y 2010, cuando finalmente ingresaron en un centro de acogida de Castellón.

Por los tres primeros delitos, cometidos hace más de diez años y que llegaron a juicio en octubre de 2022, el padre de los menores, que iba entrando y saliendo de la cárcel por otros motivos y permitiendo el maltrato más brutal de la madre hacia los hijos, ha sido condenado a seis meses de prisión. Los jueces han condenado también a ambos a indemnizar con 20.000 euros a cada uno de sus tres hijos. Tenían otras dos, de dos y cuatro años de edad que también presenciaron los hechos hasta que los servicios públicos pasaron a ocuparse de todos, por lo que los jueces de la Audiencia Provincial de Castellón no han visto que se vieran igual de afectadas que sus hermanos por el trato sufrido.

La madre les golpeó con palos, cinturones, hebillas, hierros o quemó a uno de ellos los genitales con una cuchara

Según los hechos probados de la sentencia consultada por El Independiente, los tres niños mayores "eran agredidos físicamente y con crueldad por su madre de forma continuada, tirándoles del pelo, arrastrándoles por el suelo, golpeándoles incluso con objetos tales como palos, cinturones, hebillas, hierros, llegando en una ocasión a poner una cuchara de cocina hirviendo en la zona genital de uno de ellos".

Estos hechos se habrían producido en ausencia del padre cuando estuvo preso, pero cuando regresó a la vivienda al salir de la cárcel tampoco impidió que su mujer los llevara a cabo, según los magistrados Horacio Badenes, Pedro Javier Altares y Manuel Guillermo Altava.

Los condenados "mantenían relaciones sexuales delante de sus hijos, la madre también mantuvo relaciones sexuales en presencia de sus hijos con otros hombres. Era frecuente también el visionado de películas de contenido pornográfico adulto junto con los menores como algo normalizado, de forma que uno de ellos empezó a desarrollar conductas sexuales inapropiadas para su edad, como tocamientos y movimientos sexuales imitando a los adultos, incluso con sus hermanas".

Una de las hermanas sufrió agresión sexual con 6 años

Mientras el padre estaba en prisión, según la sentencia, la niña mayor "fue objeto de conductas sexuales, de abusos y agresiones de dicha naturaleza tanto por parte de un familiar como de una de las parejas de la madre". Tenía entre 6 o 7 años cuando el familiar cuya identidad no ha podido ser determinada obligó a la menor a hacerle una felación y le pegó con un cinturón porque intentó penetrarla y no lo consiguió.

Según el duro relato de hechos, construido a partir de las declaraciones del infierno vivido por los menores ante la Fiscalía y los directores del colegio y los centros donde estuvieron ingresados, los padres "eran consumidores de sustancias tóxicas, especialmente heroína y cocaína, realizando dicho consumo a diario, en presencia de sus hijos, y no solamente ellos, sino que también los menores, fundamentalmente los tres mayores, se ocupaban de suministrar la droga que sus padres dejaban a su cargo; de ir a buscar droga de otros consumidores conocidos y agujas para sus padres, llegando los menores a probar tales sustancias". La madre "ofrecía servicios sexuales a terceras personas por dinero y en ocasiones sustraía sus pertenencias como forma de procurarse el modo de sufragar el consumo, siendo que dichas situaciones se daban también en presencia de sus hijos, fuera con quien fuera, que en ocasiones eran además usados para hurtar a los clientes". El segundo de los niños acompañaba al padre a "quitar cobre. Los niños, además, eran usados para la mendicidad" y la madre les mandaba "a casa del abuelo materno para que le quitaran dinero".

Los tres hijos por cuyo maltrato se condena a los padres sufren graves secuelas psicológicas

Los hechos comenzaron a investigarse en el Juzgado de Instrucción 6 de Castellón en 2017. Tres años antes de que los niños ingresaran en el centro de acogida, en 2007, ya se activó el Protocolo de Desprotección puesto que el segundo de los hijos, con siete años, empezó a "exteriorizar comportamientos sexuales inadecuados de forma generalizada". Entre 2008 y 2009 los niños dejaron de ir al colegio, de abril a junio de 2009 la familia se marchó a Tarragona sin poder localizarles y, cuando volvieron, "acudían sucios al colegio, sin almuerzo, desaliñados, con falta de higiene personal, aspecto triste y cansado, desarrollo físico inadecuado, elevado absentismo y asunción por parte de la mayor de tareas impropias para su edad como el responsabilizarse de sus hermanos o realización de tareas de casa para las que no tenía edad ni capacidad de asumir y eran delegadas en ella, ejerciendo la mendicidad", se puede leer en la sentencia de la Audiencia de Castellón.

Los tres hijos por cuyo maltrato se condena a los padres sufren graves secuelas psicológicas, pero las más graves son las de la mayor de los hijos que sufrió agresión sexual, que fue declarada judicialmente incapaz por sentencia de 2018. Según los informes forenses, fue diagnosticada de depresión con respuestas autolesivas y epilepsia que presenta graves secuelas psicológicas tanto a nivel de salud mental como en el desarrollo de la personalidad, como serios problemas de relación y conducta que hacen imprescindible la continuación de tratamiento psiquiátrico y psicológico.

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