Es un renacer algo nostálgico, un revivir la ocupación de la calle que durante muchos años amedrentó a la sociedad. Hoy es más un ejercicio de justificación y reivindicación del pasado que un intento por ‘socializar’ sufrimiento. No provoca grandes destrozos materiales ni actuaciones policiales, pero en muchos ámbitos duele igual, por su imagen y por su mensaje. Como aquella, también ésta convive con la indiferencia y el silencio social. Está ahí, como un elemento más del paisaje urbano y social de la Euskadi de 2023, la Euskadi postETA. Una exaltación de la figura de los terroristas de la banda que se muestra en paredes, pancartas y actos y que la justicia encaja como un ejercicio de libertad de expresión. La que los diversos grupos afines a ese mundo practican, como la de los 90, también es concebida como una 'lucha' y también es callejera. La toma del espacio pública actual es la nueva ‘Kale borroka’ de la izquierda abertzale, la de la oficial y la de la crítica, que en los últimos tiempos crece en número e intensidad.

Esta semana ha escrito un episodios más. Lo ha hecho subiendo un peldaño en la escalera de la miseria. Comenzó con el ataque al monolito en recuerdo de Fernando Buesa y Jorge Díez, en el lugar donde fueron asesinados por ETA en 2000, y continuó sólo un día después con otro ataque, en este caso contra el panteón familiar del exconsejero de Educación -con heces y pintura-. Sin duda, este episodio supone una vuelta de tuerca más en esta nueva espiral del entorno abertzale radical. Y de nuevo, un ejemplo de su resistencia a condenar su pasado. Por ahora, tan sólo alcanza a expresar un "rechazo" en mensajes de redes sociales, pero nada de condenar. En el Ayuntamiento de Vitoria Bildu fue incapaz de apoyar una declaración de condena por estos ataques.

Cuando en mayo de 2018 ETA anunció su disolución, en Euskadi se inició un nuevo tiempo: el de la memoria y el relato sobre lo ocurrido. Lo hizo con las instituciones impulsando centros, actos e informes de memoria y con la izquierda abertzale recolocándose en el nuevo tablero político y social. En ese movimiento el pasado le pesaba, le pesa, como una losa. La existencia aún de cientos de presos de ETA en prisión es el lastre con el que ha caminado todo este tiempo y al que aún debe amparo.

Panteón de la Familia Buesa atacado el pasado viernes con heces y pintura.

Sortu y su entorno han reiterado en numerosas ocasiones que su pretensión en este nuevo ciclo es ‘mitigar’, dentro de lo posible, el dolor de las víctimas. Es una manifestación que los hechos y la reacción de los colectivos de víctimas vienen cuestionando. Lo ha hecho cada verano con la proliferación de actos en recuerdo y homenaje a presos de la banda y en las instituciones evitando respaldar iniciativas que cuestionen la violencia de ETA. En la calle, la ‘lucha’, la ‘borroka’ de la izquierda abertzale, ha estado dividida entre críticos y sector oficial. Para unos y otros ahora el objetivo es otro, condicionar la memoria y el papel que la Historia tenga que otorgarles por su actuación en seis décadas de violencia terrorista.

Sólo las denuncias de las asociaciones de víctimas ante los homenajes de bienvenida a los presos de ETA a su salida de prisión, los ‘Ongi etorri’, provocaron que dejaran de celebrarse. Hasta hace apenas unos meses, el goteo de homenajes en plena calle, con pasacalles, bengalas y pasillos entre vítores era incesante. Hasta que la izquierda abertzale no anunció que trabajaría para evitarlos no han desaparecido.

Del 'Ongi etorri' al homenaje póstumo

Pero los homenajes a miembros de ETA no han desaparecido, sólo son de otro tipo. El entorno abertzale afín a Sortu nunca ha dejado de recordar y exaltar la figura de miembros de la banda fallecidos. En los últimos meses los actos de recuerdo se han multiplicado. Hace sólo unos días carteles con la imagen de 15 presos de ETA fallecidos, a los que se les calificaba como 'Gudaris vascos', y a los que se presentaba bajo el lema "Debemos ganar Euskal Herria por todos los que lo dieron todo". Es sólo un episodios más de la secuencia que se intensificó en verano y lo ha hecho más recientemente con motivo del ‘Gudari eguna’, el ‘Día del soldado vasco’. La 'lucha' en la calle se libra en aniversarios en pueblos y ciudades del País Vasco y Navarra en los que son recordados para honrar la memoria de militantes de la ETA fallecidos o encarcelados y ante los que no suelen faltar ‘aurreskus’ de honor, flores y el ‘Eusko gudariak’.

Sin duda el caso que mayor revuelo suscitó fue el ocurrido en agosto pasado, cuando Sortu respaldó el homenaje brindado a los cuatro jóvenes fallecidos en 2000 en el barrio de Bolueta (Bilbao) al estallarles la bomba que portaban en su coche. El rechazo de todos los partidos hizo que Urkullu llegara a calificarlo de “deplorable” y reprochara a los de Otegi el camino aún pendiente de recorrer que tienen por delante.

En los últimos meses otro elemento ha comenzado a invadir, más si cabe, las calles del País Vasco. En esa lucha por condicionar la memoria y justificar la ‘lucha’ de los presos, el entorno abertzale ha aprovechado fiestas populares y actos municipales para recuperar los rostros de los presos. Si durante los primeros años tras la disolución de ETA su empleo se redujo de modo importante, hoy numerosos municipios cuentan en su ‘decoración’ municipal con pancartas, pintadas o cartelería con la silueta o incluso la imagen de los miembros de la banda que son vecinos del pueblo.

En no pocos actos populares su imagen ha estado asociada a actos de los programas de fiestas o a eventos en los que la participación de niños, para reclamar la vuelta ‘a casa’ de los presos o su amnistía, ha sido la reivindicación. Recientemente, en localidades como Oñati en un concierto un rectángulo giratorio proyectaba la imagen de los miembros de ETA de manera continuada mientras la música sonaba.   

"Ya no hay ningún disimulo"

La movilización callejera también ha aumentado de modo importante entre los colectivos críticos con la izquierda abertzale. En su caso, la reclamación de amnistía para los presos de ETA es su principal reclamación. En algunos incluso unos y otros han llegado a coincidir. El caso de Aitor Zelaia y Galder Barbado , condenados por la Audiencia Nacional por un delito de depósito de armas y munición, y que fueron detenidos el pasado viernes tras irrumpir en la delegación militar de Vitoria, ha multiplicado las movilizaciones. Las juventudes de Sortu, Ernai, ha impulsado en los últimos días una campaña reclamando la amnistía para estos “activistas vascos”. Lo ha hecho no sólo con numerosos actos y movilizaciones, incluidos institutos, sino con ataques a autobuses con pasajeros y en plena ruta, como ocurrió en San Sebastián y Bergara, para pintar sus rostros y su reivindicación.

Es cierto que ya no hay ‘Ongi etorris’, pero sí observamos que cada vez hay más actos de justificación y apoyo y cada vez más explícitos"

COVITE

El Observatorio de Radicalización que impulsa Covite, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco, ha visto cómo el número de actos de lo que denomina “actos de culto al terrorismo” y que ha ido documentando han ido aumentando de modo importante los últimos años. Si en 2020 la cifra de actos registrados era de 193, un año más tarde se elevo a 292 y a 589 el año pasado. Hasta este mes de junio le constan al menos 221 actos de este tipo, bien en forma de pancartas, de homenajes o de pintadas.

Hoy en Euskadi aún se pueden ver pintadas dando las gracias a ETA, vivas a la banda en las paredes o proclamas tildando de héroes o de ‘estrellas que guían desde el cielo’ a los miembros de la banda. “Es cierto que ya no hay ‘Ongi etorris’, pero sí observamos que cada vez hay más actos de justificación y apoyo y cada vez más explícitos en sus reclamaciones, como la petición de que los presos vuelvan a casa”, recuerdan desde Covite. Desde esta asociación subrayan que “las caras” de los presos han vuelto a emplearse de modo generalizado, “ya no hay ningún tipo de disimulo”.

Un régimen sancionador

Desde la Fundación Fernando Buesa subrayan la misma idea de que los homenajes o actos de respaldo a los presos proliferan cada vez más sin que “nadie haga nada”: “Se amparan en la libertad de expresión. Nosotros reclamamos que se introduzca en la Ley vasca de Víctimas del Terrorismo de 2008 un régimen sancionador”, asegura un portavoz de la Fundación. Recuerdan que recientemente se aprobó en el Parlamento Vasco la Ley vasca de Memoria Democrática que prevé sanciones a actos o personas que ensalcen o justifiquen el franquismo, “Pedimos lo mismo para casos de terrorismo y que las instituciones no puedan decir que no tienen herramientas para evitar este tipo de actos”.

De poco sirve que promovamos unidades didácticas que busquen deslegitimar la violencia y luego, en la calle, crezcan viendo con normalidad este tipo de actos"

Fundacion Fernando Buesa

Desde la Fundación Fernando Buesa aseguran que pese a la desaparición de los ‘Ongi etorris’ lo que ahora ha sucedido es que “han reconvertido esos actos” en forma de homenajes a etarras fallecidos o a aniversarios. Aseguran que se da la circunstancia de que los promueven tanto desde la izquierda abertzale oficial como la crítica, “parece que compiten a ver quién defiende más lo que fue y supuso ETA”.

Ante ello, alertan del riesgo y contradicción que supone que las instituciones “dejen hacer” y no actúen para evitar estos actos que consideran de enaltecimiento del terrorismo: “De algún modo, las nuevas generaciones están creciendo en un clima de legitimación de todo aquello. De poco sirve que promovamos unidades didácticas que busquen deslegitimar la violencia y luego, en la calle, crezcan viendo con normalidad este tipo de actos en los espacios públicos”.