Es el plan para los próximos diez años, la ‘hoja de ruta’ del euskera hasta 2034. En él, el reto pasa no sólo por seguir elevando su conocimiento sino fundamentalmente por incrementar el uso en todos los ámbitos sociales, económico-laborales y culturales. El plan AROA diseñado por el Gobierno vasco, y que ahora remitirá al Parlamento Vasco para recabar nuevas aportaciones de los partidos políticos, aspira a fijar un marco para “revitalizar” la lengua y para “empoderar” a los vascohablantes. En esta guía dirigida a instituciones públicas y entidades privadas se plantean medidas orientadas a elevar la presencia del euskera en la sociedad vasca.

Una de ellas pasa por euskaldunizar las “políticas de acogida” dirigidas a la población inmigrante que llega al País Vasco. Se subraya que el idioma es una herramienta esencial que facilita la integración y cohesión social. Por ello se insta a promover la escolarización en euskera y que ésta se produzca “cuanto antes”. Incluso se recuerda que los resultados mejoran si el proceso se lleva a cabo en municipios con elevados índices de uso del euskera: “Mejores oportunidades tendrán para conseguir todas las competencias necesarias para aprender y vivir en euskera”. Se apela a la necesidad de habilitar recursos para “garantizar el bienestar sociolingüístico” de la población inmigrante.

En el diagnóstico que realiza el informe se apunta que a la población de origen extranjero actualmente apenas se le dan conocimientos de euskera y de la comunidad vasca. Se recuerda que en los procesos de integración laboral para este colectivo se prioriza el castellano. Circunstancias todas ellas que llevan a que la población inmigrante vea el euskera como “algo lejano” y que la falta de recursos en la que se encuentran habitualmente dificulta que se acerquen al euskera.

"Acceder" al euskera

Se añade que en una sociedad envejecida como la vasca, con unos índices de natalidad muy bajos, el grado de multiculturalidad irá a más en los próximos años y la condición plurilingüe de la sociedad se acentuará. Será en ese contexto en el que también se tendrá que trabajar para fortalecer el euskera y expandir su uso. Se llama a habilitar recursos y a promover en los próximos años “las condiciones para que las personas recién llegadas puedan acceder al euskera”. Se recomienda que esta cuestión debe formar parte de las políticas de acogida y de las políticas lingüística de los ayuntamientos vascos, así como del sistema educativo.

El plan propone otras muchas medidas de impulso del euskera para la próxima década. Pasan en gran medida por mejorar los entornos sociales y digitales, así como el tratamiento de la lengua para lograr que quienes lo conocen lo puedan y quieran emplear. Una llamada a crear “ecosistemas” favorables al euskera.

En 1981 en el País Vasco había 450.000 vascohablantes, una cifra que se ha duplicado al alcanzar en la actualidad los 940.000 hablantes, según se apunta en el informe AROA. Una mejora que se sustenta en el impulso dado durante cuatro décadas a programas de normalización, educación y fomento del euskera. Se reconoce que todas estas inversiones han influido positivamente en la vitalidad del idioma pero se afirma que “no son suficientes”. Se añade que en muchos casos el uso que se ha hecho de los recursos económicos invertidos no siempre ha sido “el más adecuado”.

Desprestigio y frustración

La comisión encargada de elaborar este plan ha realizado un diagnóstico en el que se incluyen algunas de las amenazas ante las que se enfrenta el euskera en la actualidad y que se insta a corregir en el futuro. La primera que se cita hace referencia a que la percepción de pertenencia a una comunidad de vascohablantes, de ser ‘euskaldun’, se ha debilitado: “Muchas personas que además del euskera conocen otras lenguas no sienten la necesidad o deseo de integrar el euskera en su vida”, se lamenta.

Detecta que uno de cada cuatro vascos muestra cierta indiferencia hacia la lengua, “no está ni a favor ni en contra”. A ello suma cierto desprestigio en la imagen del euskera, que sufre un claro desgaste –se apunta- por los mensajes en los que se vincula a conceptos como la “imposición, la dificultad de aprendizaje o a ciertos estereotipos”. El incumplimiento de las expectativas de desarrollo entre la comunidad euskaldun habría generado cierto poso de “frustración”, se señala, a lo que se sumaría el “pesimismo, cansancio o conformismo” en el que habría caído una parte de la comunidad vascoparlante por la falta de espacios adecuados y apropiados para hablar en euskera.

La debilidad que padece la lengua se achaca en una parte a lo que se considera cierta descoordinación institucional y una insuficiente presencia y “prioridad en la agenda pública” de las políticas lingüísticas. Se reconoce que es una evidencia que el actual modelo educativo se ha demostrado con dificultades para que el alumnado alcance los objetivos de competencia lingüística deseados. También se concluye que falta una estrategia definida para “organizar y socializar nuevos discursos sobre el euskera”.