Alberto Núñez Feijó se ha marcado el objetivo de alcanzar de nuevo para su partido 10 millones de votos lo que se traduciría en una holgada mayoría absoluta. Así lo ha señalado durante la presentación de su candidatura a la presidencia del PP en una larga intervención, casi más propia de la clausura del evento este domingo. Porque en este contexto ha presentado un largo decálogo, una especie de 'diez mandamientos' -que ha denominado "manual de decencia" para contraponerlo al "manual de resistencia" de Pedro Sánchez- de la que será su actuación futura en caso de llegar al gobierno de la nación, siendo uno de ellos el de la "centralidad".

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Con el apoyo incontestable del 99,24 por ciento del voto de los compromisarios -no hubo primera vuelta al no existir más candidatos- ha defendido que dicha centralidad "no es indefinición sino ambición, ganas de concitar más acuerdos, de no prescindir de la ideología ni de los principios". "Las medidas más justas -ha agregado precisamente en presencia de José María Aznar- llegan desde el centro reformista que nuestro partido acuñó en 1999". Y tras afirmar que el PP es "la casa común" de los democristianos, liberales y reformistas ha apelado a "volver a ser un partido de diez millones de votantes, este es el objetivo. Y lo demás es el trabajo para conseguirlo".

Mientras a veinte kilómetros el PSOE entraba en combustión, Feijóo ha presentado su candidatura a la reelección en un congreso triunfalista convencido de que, a la próxima irá la vencida. También su mano derecha y nuevo secretario general, Miguel Tellado, ha puesto números a los resultados de una hipotética consulta electoral: cuarenta escaños más. El problema de este tipo de predicciones es que si no se cumplen siempre se leerá en clave de no haber alcanzado los objetivos previstos, aunque todo depende de que, esta vez sí, cuando sea, puedan llegar al Gobierno de la Nación.

No me lo consintáis si hago lo que hace él, echarme del partido. No consintáis la degradación de un partido de Estado"

Entre las escasas alusiones implícitas que ha hecho a Pedro Sánchez, le ha pedido a su partido que "no me lo consintáis si hago lo que hace él, echarme del partido. No consintáis la degradación de un partido de estado". En todo caso no cree que le vaya a pasar lo mismo porque "tengo un trazabilidad, con virtudes y defectos pero siempre he podido mirar a los ojos a los ciudanos a los que me debo". Y hasta ha echado mano de Adolfo Suárez y Lola Flores al afirmar que "puedo prometer y prometo porque tengo palabra y la cumplo. Si me queréis, votadme".

A sabiendas de que esta será su segunda y última oportunidad, ha defendido que la hoja de ruta del PP "ha de ser clara, conocida y honesta. La próxima legislatura no será al uso, acabando con todos los atropellos de la pesadilla que estamos viviendo y acometiendo las reformas necesarias que impidan hacer tanto daño a la nación, parar el deterioro de las instituciones y de democracia y garantizar que ningún presidente pueda volver a deteriorarlas. Nuestro partido debe ser esperanza. Somos la única alternativa a la actual decadencia. Quiero llegar para que España gane".

Los 'diez mandamientos'

La de "llegar" ha sido una idea recurrente. Llegar para "un cambio de raíz en España" conforme a un decálogo, un "manual de decencia", que, además de la centralidad, está marcado por la idea del proyecto general, el respeto a la diversidad, los valores, la justicia, la igualdad, la dignidad, el interés general, la determinación y la libertad.

Significa, que "no vamos a negociar la unidad de los españoles", que "conmigo España nunca estará en venta cueste lo que cueste"; que el PP "no es una secta y la pluralidad no es un problema, el problema es convertirla en trinchera" o el análisis en torno a que "la crisis que sufre el país va más allá de los problemas económicos y sociales, es de confianza y de valores, de prioridades equivocadas, al servicio de unos pocos o de uno solo. Vamos a romper con todos los disparates". En el capítulo de la justicia, entendida en su acepción más amplia, ha apelado a que España "no es un cortijo para hacer y deshacer lo que el poderoso o su familia, o sus amigos, les convengan. Solo los delincuentes temen a la justicia y la amordazan en lugar de esperar su libre criterio".

Sobrevolando en todo momento la crisis por la que atraviesa el Gobierno de coalición y el PSOE, no sólo por los casos de machismo y supuesto abusos, sino por las tramas de corrupción, ha avisado que con él en Moncloa no se hará "la vista gorda con quien llega a la política para servirse. No voy a aplicar la doble moral de ser indulgente con los nuestros y exigentes con los otros", también quiere un gobierno "que no mienta ni robe" a los ciudadanos. Exige libertad "para poner a España por delante de mi partido y de mí mismo y para decir la verdad y cumplir el programa y la palabra. A diferencia de otros, este partido es contundentemente libre. No somos el partido que nuestros adversarios quiere que seamos, sino el que necesita nuestro país".

Un momento especialmente emotivo, con el auditorio puesto en pie, lo ha constituido su mención a las víctimas del terrorismo, sobre todo cuando ha recordado a dos víctimas del PSOE, Ernest Lluch y Fernando Buesa "porque ni no lo hace su partido lo hacemos nosotros. Todos los muertos por el terrorismo son nuestros muertos".

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