A veces, la tranquilidad de los parques públicos se interrumpe y sus puertas se cierran temporalmente al público. Aunque pueda parecer inusual, estas interrupciones son parte de la gestión necesaria. Esto garantiza tanto la seguridad de los visitantes como el bienestar del propio espacio verde.
Así funciona el protocolo de parques
El protocolo de cierre de un parque público, aunque puede variar ligeramente entre distintas ciudades o entidades gestoras, suele seguir una serie de pasos bien definidos. Así se garantiza la seguridad y la comunicación efectiva.
Generalmente, el proceso comienza con la detección de una situación que justifica el cierre. Una vez identificada la necesidad, se procede a la evaluación de la situación por parte del personal técnico o de seguridad del parque. Esta evaluación determina la magnitud del riesgo y si el cierre es parcial (afectando solo a una zona) o total.
Posteriormente, se activa la orden de cierre. Esta decisión suele ser tomada por la autoridad competente (ayuntamiento, departamento de parques y jardines, etc.) y se comunica de inmediato al personal del parque.
El siguiente paso es la señalización y el desalojo. Se colocan carteles informativos en las entradas y puntos clave del parque, indicando el motivo y la duración estimada del cierre.
¿Por qué se cierran los parques?
Las condiciones meteorológicas adversas son una de las razones más comunes y críticas para el cierre temporal de parques públicos. Esto es especialmente cierto en ciudades como Madrid. Cuando hay fuertes vientos, la principal preocupación es el riesgo de caída de ramas, o incluso árboles enteros. Los árboles, sobre todo los de gran tronco o aquellos con alguna debilidad estructural, pueden volverse extremadamente peligrosos bajo ráfagas intensas. Además, representan una seria amenaza para la seguridad de los visitantes. Además del riesgo directo de impacto, la caída de árboles puede dañar infraestructuras del parque como bancos o farolas.
Durante periodos de calor extremo, la exposición prolongada al sol y las altas temperaturas en zonas sin suficiente sombra pueden provocar golpes de calor. También puede causar deshidratación y otros problemas de salud graves. Esto es especialmente preocupante en poblaciones vulnerables como niños pequeños, personas mayores o aquellos con enfermedades crónicas. Aunque los parques ofrecen árboles y vegetación, el calor radiante de superficies duras y la falta de brisa en zonas urbanas pueden amplificar la sensación térmica. Así, se convierten en lugares de riesgo. Al cerrar estos espacios, las autoridades buscan disuadir a los ciudadanos de exponerse a condiciones potencialmente peligrosas. Además, les animan a buscar refugios climáticos o permanecer en interiores durante las horas de máxima insolación.
Impacto en la vida
El cierre de parques debido a condiciones adversas, como olas de calor o temporales, tiene un impacto considerable en el día a día de las personas. Principalmente, afecta a la salud y el bienestar de los ciudadanos. Esto es debido a que estos espacios verdes son a menudo los únicos refugios accesibles donde se busca sombra, se hace ejercicio o simplemente se relaja al aire libre. Al cerrarse, se eliminan estas opciones vitales. Esto expone a las personas a riesgos de salud relacionados con el calor o la inactividad. Esto es especialmente preocupante si no disponen de alternativas frescas en sus hogares.
Además, hay una repercusión directa en la vida social y comunitaria. Los parques son puntos de encuentro fundamentales donde familias, amigos y vecinos se reúnen, los niños juegan y se fomenta la interacción social. Su clausura interrumpe estas rutinas. También limita significativamente las oportunidades de socialización al aire libre. Este efecto es especialmente notable en ciudades como Madrid, donde los parques son una extensión del hogar para muchos. Su cierre, cada vez más frecuente por fenómenos climáticos extremos, subraya la creciente necesidad de adaptar los espacios urbanos a los desafíos del cambio climático.
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