"A Alejandro (Fernández, presidente del PP catalán) se le está poniendo cara de Vidal-Quadras". Es la chanza que corre entre los círculos populares de Cataluña, también entre los periodistas que acumulan más horas de vuelo en la política catalana. Aquellos que recuerdan como Jordi Pujol exigió a José María Aznar, en el Majestic de Barcelona, la cabeza del entonces presidente del PP catalán, Alejo Vidal-Quadras. Y Aznar se la sirvió en bandeja.

Alejandro Fernández comparte con Vidal-Quadras la acerada dialéctica contra el nacionalismo. Pero si finalmente es relevado -como fuentes del partido llevan anunciando desde hace año y medio- no lo será por la animadversión de sus rivales si no de sus compañeros de partido. De hecho, tanto Quim Torra como Pere Aragonès le han reconocido en más de una ocasión su habilidad en la tribuna del Parlament, pese a ser el diputado que les ha retado de forma más lacerante.

El problema de Fernández radica, probablemente, en lanzar dardos igual de certeros contra la dirección de su partido. Y no sólo la actual. Eso, y haber retado a al mismo tiempo a todas las familias del PP catalán, sin ser capaz de construir unas bases propias que consolidaran su presidencia al frente del partido en Cataluña. Pretendió acabar con todas a la vez, en el peor momento del PP. Y ellas han acabado con él.

"Alejandro es uno de los parlamentarios más brillantes no solo de Cataluña, sino de España. Su problema es que es un sociópata, cuando fue diputado en el Congreso se encerraba a estudiar en vez de socializar" con sus compañeros de otras provincias, relata un ex compañero de Fernández para explicar por qué ese parlamentario brillante está a punto de ser defenestrado por la dirección del PP.

Auge y caída con Casado

Llegó a la presidencia del PP catalán y apoyó a Pablo Casado en su toma del poder en Génova, convencido de que la renovación del partido le permitiría hacer lo mismo en Cataluña. Pero la relación se torció con los meses, hasta hacerse inviable con el número dos de Casado, Teodoro García Egea.

La caída de Casado le dio nuevas esperanzas, cuando muchos en Cataluña le daban por finiquitado tras la estrepitosa derrota en las elecciones autonómicas, en las que perdió el grupo parlamentario. Fue una campaña especialmente dura para Fernández, por motivos personales y por la renuncia de su mano derecha, Daniel Serrano, por una denuncia por abuso sexual que después fue sobreseída.

Para sus defensores, el principal responsable del fracaso fue el propio Casado, que rompió la campaña con unas declaraciones en RAC1 en las cuestionó la actuación policial el 1-O. Para sus detractores, la candidatura, en la que integró a la ex portavoz de Cs, Lorena Roldán, y a la número dos de Manuel Valls, Eva Parera, de modo que él fue el único militante del PP escogido bajo las siglas del partido.

Ruptura con Feijóo

La llegada de Alberto Núñez Feijóo volvió a dejar en punto muerto el relevo de la presidencia en Cataluña. Pero Fernández no recuperó en ningún momento las riendas del partido, como demostró la confección de las listas municipales, en las que sus candidatos fueron sistemáticamente apartados.

La respuesta del presidente catalán se tradujo en una desidia cercana al plante, participando en actos electorales en otra comunidad durante una de las visitas de Feijóo a Cataluña. Aunque la ruptura definitiva se produjo cuando Fernández hizo público en redes que había rechazado la oferta del partido para integrarse en las listas del PP a las generales.

Twitter volvió a ser el escenario escogido cuando decidió enmendar la estrategia de Génova sobre la negociación con Junts. Un tuit que lo puso definitivamente en la picota, al tiempo que lo convierte en la voz favorita de los críticos con Feijóo.