Nuestros mares y océanos representan una vasta superficie del planeta y, a diferencia del territorio continental, no están delimitados por fronteras. Dos terceras partes de nuestros océanos son tierra de nadie. Esas masas de agua, su fauna y, desafortunadamente, toneladas de plásticos navegan libremente alrededor del planeta.

Así que la siguiente pregunta es: ¿realmente funciona la creación de áreas protegidas en la mar? La respuesta corta es sí. Pero pasemos a la práctica y mostremos cinco santuarios marinos que lo demuestran:

1. La Bahía de Monterrey, en California.

Monterrey representa el éxito en la historia de la conservación. Cualquier bióloga marina que, como yo, haya estado aquí, ha llegado al paraíso de la conservación y de las infraestructuras y presupuestos necesarios para desarrollar una protección efectiva. La pesca y caza en estas aguas costeras llevaron a alguno de los animales que las habitan al borde de la extinción. Pero desde que se estableció un Santuario Nacional Marino en 1992, sus aguas y la vida silvestre se han recuperado hasta cifras óptimas. Ahora es el hogar de leones marinos, pelícanos y nutrias marinas que moran en fondos ricos en bosques de grandes algas, el kelp. Monterrey es también un destino mundial del turismo de observación de ballenas, ya que sus aguas ricas en alimento atraen durante todo el año a ballenas jorobadas o al animal más grande del planeta, la ballena azul. El ecoturismo y la observación de la fauna han reforzado la protección de este lugar tan especial.

2. Papahānaumokuākea monumento nacional marino, en Hawaii.

Abarcando una superficie de más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados en mitad del océano Pacífico, este gigantesco santuario oceánico de nombre impronunciable para los castellanoparlantes, fue declarado por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en 2006, y ampliado aún más por su sucesor Barack Obama. Una buena muestra de la ausencia de color político en la protección marina.

En ese momento era la zona más grande del mundo protegida y actualmente alberga a más de 7.000 especies marinas, una de cada cuatro exclusivas del archipiélago de Hawaii. Un santuario que brinda protección a tortugas, el pato más amenazado del mundo, las amenazadas focas monje hawaianas que están en peligro de extinción, arrecifes de coral, millones de aves marinas y un importante legado cultural de los nativos de Hawaii. En este santuario está la famosa isla de coral Midway Atoll, un atolón vital para miles de albatros errantes por todos los mares.

3. Lamlash Bay, Arran, en Escocia

Los buenos perfumes vienen en pequeños frascos. Este es el tamaño de los escasos tres kilómetros cuadrados de protección de Lamlash Bay. Puede que no sea la zona protegida más famosa en todo el mundo, pero su protección llegó tras una dura y positiva batalla vecinal y comunitaria de las gentes de la zona. Los isleños de Arran hicieron lobby incansablemente con los políticos, llevaron a cabo estudios científicos, conversaron con los turistas y lucharon contra los intereses creados para lograr la protección de esta zona en la hermosa bahía de Lamlash.

Las ricas aguas protegidas de la bahía albergan una gran variedad de delicadas plantas y animales marinos, que dependen de los fondos de agregaciones coralinas de algas rojas, un hábitat maravilloso conocido como maerl. Los isleños sabían que era crucial detener los dragados por pesados aparejos de pesca para proteger este maerl y una forma de vida asociada al pulpo, las vieiras y las poblaciones de peces.

4. Isla de Alborán, España

En medio del mar que conecta el sur de España con el norte de África y en plena transición entre el Atlántico y el Mediterráneo, se encuentra esta reserva de casi 17 kilómetros cuadrados en torno a la isla de Alborán y el bajo “Piedra Escuela” al nordeste de la isla. Esta reserva protege unos afloramientos de aguas frías que han sido jugosamente perseguidas durante años por la flota de pesca industrial. Aguas frías significan presencia de grandes bancos de peces. Bajo sus fondos, hay cañones submarinos, bancos de arena, bosques de algas y arrecifes de coral de profundidad.

Aproximarse a este entorno es adentrarse en un festival de grandes manadas de delfines comunes y listados y de ballenas rorcual cruzando dentro y fuera del Mediterráneo y tortugas que paran a repostar en estas aguas de camino a las puestas de huevos en Centroamérica. Yo he tenido la suerte de trabajar en estas aguas durante muchos años y he constatado que lo que convierte esta reserva en un ejemplo de gestión es la presencia de una patrulla que, con esfuerzo diario, vigila las actividades en la zona, penaliza la pesca ilegal y permite una zonificación del área, con espacios donde toda actividad humana, excepto la investigación científica, está prohibida.

5. Mar de Ross, en el océano Antártico

El mar de Ross, en el océano Antártico, es el hogar de focas, orcas y pingüinos. Hace un año, una pequeña parte de sus aguas fue declarada espacio protegido, convirtiéndose así en un refugio marino seguro para la alimentación y reproducción de muchas especies.

Ahora tenemos la oportunidad de ir más lejos y hacer historia: lograr la reserva marina más grande del planeta.

Los científicos estiman que necesitamos proteger un 30% de nuestros océanos para otorgar la capacidad de recuperación que necesitan para proteger la vida silvestre y obtener beneficio de sus recursos. De momento, en todo el mundo solo tenemos protegido un 2,25%. El tiempo se agota para nuestros océanos: debemos actuar con urgencia y crear el marco legal adecuado para crear santuarios en aguas internacionales. Y queremos comenzar por el mar de Weddell, donde tenemos la oportunidad de lograr el Santuario más grande del planeta y donde existe una gobernanza positiva para su creación.

Los santuarios marinos funcionan. Vamos a por más.

Pilar Marcos es bióloga marina y  responsable de Biodiversidad de Greenpeace España.