Hace cuatro milenios los antiguos egipcios vincularon las epidemias que periódicamente diezmaban su población a una maldición enviada por Sejmet, la diosa con cuerpo de mujer y cabeza de leona que era -al mismo tiempo- la deidad de la guerra y la venganza y la de la curación y la protección de los faraones.

“No tenían un término específico para las enfermedades contagiosas, las epidemias o las plagas. Pensaban que eran males traídos por demonios, mensajeros y agentes de la diosa Sejmet, que encarnaba dos aristas muy diferentes: por un lado, un aspecto peligroso y destructivo; y por otro, uno protector y curativo. Era la diosa egipcia de la medicina y la protectora de los médicos”, relató a El Independiente Břetislav Vachala, un reputado egiptólogo checo, antes de su fallecimiento, acaecido hace un año.

Vachala, arqueólogo, arabista y diplomático, dedicó sus últimos años de vida a compilar el conocimiento médico de los antiguos egipcios. “La medicina de los antiguos egipcios”, el primer tomo de su monumental obra publicado en inglés por la Universidad Americana de El Cairo, aborda la sabiduría faraónica en los campos de la cirugía, la ginecología, la pediatría y la obstetricia.

Máscara de un ataúd del siglo II d.c. hallado por una misión italiana que ha encontrado rastros de epidemias
Máscara de un ataúd del siglo II d.c. hallado por una misión italiana que ha encontrado rastros de epidemias Associazione Culturale per lo Studio dell’Egitto e del Sudan

Los galenos de una de las civilizaciones más fascinantes de la Historia empleaban prácticas quirúrgicas avanzadas mientras fiaban la prevención y el tratamiento de las enfermedades a remedios naturales y encantamientos mágicos. El segundo volumen -dedicado a la medicina interna con las soluciones aportadas a patologías respiratorias, digestivas o estomacales, constipados y diarreas- vio la luz en febrero.


“En el antiguo Egipto las epidemias también podrían propagarse a través del aliento pestilente producido por las manifestaciones divinas del ojo del dios Ra, o enviando sus flechas envenenadas y usando sus cuchillos para asesinar en masa”, explicó Vachala, curtido por más de cuatro décadas de excavaciones en la tierra de los faraones.

Una plaga anual

La existencia de epidemias como la que hoy mantiene en vilo al planeta está documentada en los papiros que sobrevivieron durante miles bajos las arenas del desierto. “La información más precisa sobre las epidemias está disponible desde el principio del Imperio Nuevo (alrededor del 1.550 a.C.). Había una llamada 'plaga anual' que ha sido identificada como una enfermedad infecciosa y que seguía un patrón estacional”, señaló el académico. En uno de los textos, fechado hace tres milenios, “se puede incluso correlacionar los pronósticos de las enfermedades infecciosas con los días previos a la crecida del Nilo, a principios de julio. La epidemia anual duraría los meses de la inundación y su período posterior, entre septiembre y noviembre. La etapa con mayor propagación incluía todo el verano”.

La epidemia anual duraría los meses de la inundación y su período posterior, entre septiembre y noviembre. La etapa con mayor propagación incluía todo el verano

La más grave de las epidemias que enfrentaron los antiguos egipcios fue la apodada “enfermedad asiática o cananita”, “vinculada inicialmente a los habitantes de las zonas portuarias y costeras del mediterráneo oriental”. “En base a los síntomas detallados en el papiro médico egipcio es posible identificarla con la peste bubónica”, apuntó Vachala.

La más grave de las epidemias que enfrentaron los antiguos egipcios fue la apodada “enfermedad asiática o cananita”

La peste bubónica está causada por la picadura de una pulga infectada. El ganglio linfático se inflama, y origina una tensión dolorosa del tejido, denominada “bubón” que -sin tratamiento- puede provocar la muerte rápidamente.

“Cuando detecte el hinchazón del derramamiento de sangre de Khonsu [una deidad egipcia] en cualquier parte del cuerpo humano y descubra un pico puntiagudo y un fondo uniforme y vea que los ojos del paciente están verdes e inflamados y su cuerpo caliente, tenga cuidado”, detalla el fragmento del papiro Ebers dedicado a la enfermedad en la que también se describe las distintas fases o variantes del mal, distinguiendo a los pacientes que pueden salvar la vida y los que carecen de toda esperanza de recuperación.

“Si encuentra el hinchazón en ambos hombros, brazos, ingles o muslos y tiene pus, ¡no puede hacer nada por él¡ En cambio, si el hinchazón se asemeja a una herida o hematoma y se localiza en pecho, pezones o cualquier otro lugar del cuerpo; va y viene; y se hunde bajo sus dedos y se forma agua por fuera, puede decir: 'Está en mis manos''.

Remedio a base de excrementos de mosca

Para tratarla, el documento prescribe un remedio a base de “excrementos de mosca, harina de trigo, sal, habas, galena y aceite, sin agregar agua”. “Administre el medicamento hasta que el paciente se recupere”, expone el texto. “Según la concepción de los médicos egipcios, esta enfermedad estaba provocada por un encantamiento mágico maligno. La medicina administrada actuaría también de un modo mágico”, subrayó Vachala.

Según la concepción de los médicos egipcios, esta enfermedad estaba provocada por un encantamiento mágico maligno. La medicina administrada actuaría también de un modo mágico

A su juicio, la falta de pruebas historiográficas sobre las epidemias que asolaron a los faraones se puede compensar con los hallazgos, aún escasos, en las decenas de yacimientos que misiones locales y extranjeras gestionan a lo largo y ancho del país. En Tell el Daba, en el delta del Nilo, se han rescatado múltiples enterramientos con cadáveres arrojados sin cuidado y formando pilas. “Se considera una evidencia arqueológica de una epidemia, probablemente de peste bubónica. Datan del período entre 1720 y 1710”, advirtió el profesor.

Busto del faraón Ajenatón Rennett Stowe

“Otra prueba se encuentra en el llamado cementerio de las tumbas sureñas de Tell el Amarna, la capital del rey Ajenatón. Registramos allí un pico inusual de fallecimientos entre gente joven, que se hallaba en el final de la adolescencia o en sus veinte años. Corresponde a la emergencia de una epidemia. La evidencia entomológica de ectoparásitos, pulgas y ratas del Nilo en Amarna y en otras partes de Egipto corrobora la idea”.


Las fosas comunes, huérfanas de nombres y del lujo y el mimo con el que se enterraron las clases más altas, arrojan luz -milenios después- sobre tiempos similares al actual. “Las epidemias regresaron con bastante frecuencia al antiguo Egipto. Los deficientes estándares de higiene en el país ayudaron a su propagación. Las prácticas rituales, médicas y religiosas eran medios para hacer frente tanto a las pestes recurrentes como a diversas enfermedades y desastres ambientales”, deslizó Vachala.

Los faraones y su legión de súbditos las afrontaron con la misma resiliencia que demostraron en otros tantos reveses. “Las amenazas más serias para la vida de los antiguos egipcios eran la hambruna, las enfermedades, las epidemias, las crecidas del Nilo, las tempestades, los torrentes y los terremotos que al mismo tiempo funcionaban como parte de su vida. Se puede decir incluso que, durante siglos y milenios, la sociedad egipcia aprendió a adaptarse a ellos”, concluye.