Tras dos semanas de erupción los palmeros están desarrollando resiliencia volcánica, la angustia del avance de las coladas y los constantes movimientos sísmicos se han metido en su cotidianidad, pero eso no ha impedido que miles de palmeros se hayan sumado a las peticiones de participación ciudadana que han hecho instituciones científicas para obtener datos en sus investigaciones.

Desde el comienzo de la erupción los vulcanólogos empezaron a tomar muestras de cenizas por toda la isla y a realizar mapas de su distribución por el territorio. “En seguida nos dimos cuenta de la complejidad de la recogida de estas muestras, con la dificultad que tiene moverse por las carreteras y, además, como el viento sopla fuerte, rápidamente, mueve las cenizas”, explica Juana Vegas del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC). "A diferencia de las coladas que se quedan ahí para siempre, las cenizas se mueven por el viento y el agua”, asegura la vulcanóloga. 

En ese contexto pensaron que si ayudaba la población iban a ser más eficaces en recoger los datos y de manera más rápida. Así, pusieron en marcha la Operación Cenicienta.

Elaboraron vídeos de cómo los palmeros podían ayudar, bien recogiendo las cenizas y guardándolas, o bien recopilando los datos del espesor de la ceniza que encuentren en su ubicación y que después envían por correo electrónico. Estos datos sirven para completar su red de observación. El resultado, un éxito. “Los ciudadanos son lo mejor, rápidamente se han puesto en contacto con nosotros, no sólo en La Palma, sino también en La Gomera y El Hierro donde también está llegando ceniza”.  

Los datos que recopilan con las muestras de ceniza son determinantes para ellos. “Necesitamos saber hasta dónde llegan las cenizas y el espesor que alcanzan porque esto nos da una idea de la energía que ha tenido el volcán en cada momento. Pero, sobre todo, si estas cenizas en el futuro llueve y liberan algunos de los elementos químicos que tienen adheridos a las cenizas, puede tener implicaciones para la contaminación del suelo y las aguas subterráneas”, explica la científica. "Con esta información el Cabildo sabrá qué problemas puede haber de erosión y de depositaciones de las zonas más bajas. Vamos a hacer una serie de mapas de los efectos que va a tener la ceniza en esas poblaciones”, añade.

Todavía están analizando la composición de las cenizas, “pero sabemos por otras erupciones, en otros sitios, que a veces puede tener aluminio y flúor que en contacto con el agua estos elementos químicos se mueven y pasan al agua de escorrentía, pero estamos viendo en qué cantidad están y si son peligrosos o no”, asegura. “En algunos sitios ya tenemos hasta 30 centímetros de espesor de ceniza y lapilli que es material suelto en zonas de alta pendiente que tiene implicaciones para la vegetación, para los cultivos y las carreteras. Porque es peligroso conducir por las carreteras con la ceniza”. 

Una gruesa capa de ceniza y escoria cubre el techo de las viviendas del barrio de Las Manchas, en La Palma.
Una gruesa capa de ceniza y escoria cubre el techo de las viviendas del barrio de Las Manchas, en La Palma. EFE/Carlos de Saá

Sismología ciudadana

Otro ámbito de actuación de los ciudadanos respecto a esta crisis es la relativa a los terremotos. El Instituto Geológico Nacional pide a los ciudadanos, cuando hay un terremoto, que den información para poder determinar su intensidad. “Los terremotos tienen dos parámetros. La magnitud, que se mide con los instrumentos de medición que tenemos distribuidos por el territorio como sismómetros y acelerómetros y la intensidad, que se calcula  los efectos que ha producido el terremoto, que es una información que se recopila, principalmente de los ciudadanos”, explica Javier Fernández del IGN.

“Lo que nosotros recopilamos es cómo han sentido los ciudadanos los terremotos. Lo hacen  a través de un cuestionario que se puede consultar en el IGN en el que los ciudadanos cuentan cómo han sentido el terremoto”, explica. Los ciudadanos tienen que decir cómo estaban, si estaban durmiendo y se han despertado, si lo ha sentido más gente en su entorno, si se han roto objetos o sólo se han movido, etc . “Toda esa información, de cómo lo han sentido las personas y los efectos en los objetos y en la naturaleza y, en última instancia, los efectos en las estructuras, si hay fisuras pequeñas o grandes en las casas o se han caído elementos de la misma, nosotros la necesitamos para poder establecer la intensidad de un terremoto”, afirma el geólogo.

Desde el principio de la crisis se están recopilando y actualizando todos los días.  “Recibimos muchísima información. Sólo este fin de semana hemos recibido unos 7.000 cuestionarios a través de la aplicación de móvil y 600 formularios de la web". 

Esta información sobre la intensidad tiene más aplicaciones, “la utilizan otros organismos para establecer la norma de construcción sismorresistente de una zona, establecer los mapas de peligrosidad  que se usan para construir, así que se usan para muchas cosas. También para las compensaciones económicas del consorcio de compensación de seguros”, asegura Fernández.