Quiere liderar el sector aeroespacial y llevar humanos a Marte con SpaceX. Promete fabricar coches que se conduzcan solos con Tesla. Y también está decidido desarrollar una tecnología que logre "restaurar la autonomía de quienes hoy tienen necesidades médicas insatisfechas y desbloquear el potencial humano del mañana" con Neuralink. Elon Musk quiere hacerlo todo y cuanto antes, mejor. Y lo último que hemos sabido, a través de mensajes en su cuenta de Twitter -llámalo X- es que ha implantado su primer chip cerebral en un humano.

Sabemos que el chip se llama 'Telepathy', y aunque se desconoce la identidad del sujeto que lo ha recibido, el propio Musk asegura que está mostrando resultados prometedores. Según explicó, se trataría de un sistema que "permite controlar tu teléfono u ordenador, y a través de ellos casi cualquier dispositivo, solo con la mente". Aunque los primeros pacientes que lo recibirán serán aquellos que sufran enfermedades que les hayan causado parálisis.

"El paso que ha dado Neuralink es importante. Pero hay precedentes, no es algo radicalmente nuevo", asegura Antonio Diéguez, Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Málaga. "En años anteriores ya se han colocado neuroimplantes en otros pacientes, con diversos grados de efectividad. Pero algunos han funcionando razonablemente bien", recuerda.

Y pone ejemplos. En 2021 un artículo científico publicado en la revista The New England Journal of Medicine relató cómo se había insertado una prótesis en el cerebro a un paciente tetrapléjico, que le permitía 'comunicarse' con un ordenador, aunque de manera muy limitada. En 2023 un grupo de científicos de la Universidad Stanford consiguió mejorar ese sistema, permitiendo al paciente comunicarse con la computadora a una velocidad más alta, de 62 palabras por minuto. Pero otros implantes parecidos también han logrado aliviar los síntomas del párkinson, de la epilepsia o de la depresión.

Sin embargo, Diéguez considera que el camino que está recorriendo Neuralink es diferente. Y todo porque Elon Musk, como siempre, quiere ir más allá que el resto. El empresario ha explicado en alguna ocasión que, en principio, utilizará estos implantes cerebrales para ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes con parálisis, como aquellos que sufren ELA. Pero se muestra convencido de que esta tecnología en un futuro servirá para ayudar a todas las personas. En otras palabras, es un transhumanista. Y está convencido de que la tecnología mejorará al ser humano, creando una especie de híbridos entre personas y máquinas.

"El transhumanismo es una corriente cultural y filosófica que defiende que podemos modificar al ser humano tecnológicamente para proporcionarle capacidades que no ha tenido hasta ahora. Y Elon Musk es uno de sus defensores. Los más radicales defienden incluso que se puede crear una nueva especie posthumana", relata Diéguez.

El tema, claro, genera mucho debate. Empezando por cómo calificar a estos 'nuevos' humanos que han incorporado tecnologías de este tipo. "Se habla de cíborgs, pero es un concepto muy ambiguo. Hay quien considera que llevar gafas o marcapasos ya te convierte en un cíborg, pero a mí eso me parece exagerado", comenta Diéguez.

"Se supone que cuando hablamos de cíborgs se trata de un organismo que tiene una parte orgánica y otra cibernética o electrónica. Y ambas deben tener unión y dependencia una de la otra. Si nos ponemos estrictos los proyectos como el de Neuralink podrían ser el comienzo de los ciborgs, pero sólo el comienzo porque es algo muy incipiente. Porque un neuroimplante no es muy diferente a un implante coclear como el que llevan los sordos", añade el experto.

Dilemas éticos y filosóficos

Como todo lo que hace Musk, este proceso no ha estado exento de polémica. Y es que antes de recibir la aprobación para testear sus implantes cerebrales en humanos -hace ocho meses- un grupo de médicos denunció que una docena de monos habían muerto en los ensayos que Neuralink hizo en animales. El empresario se defendió entonces asegurando que eligió esos animales porque tenían enfermedades terminales, y que esa era precisamente la causa de los fallecimientos.

"Uno de los dilemas que genera esta tecnología es precisamente el de la experimentación con animales, porque habría que evitar su sufrimiento y reducir al máximo los experimentos con ellos. Y por supuesto, con los humanos el cuidado debería ser incluso más exagerado. Pero si finalmente funciona y se pone en marcha se pueden presentar problemas éticos", resume Diéguez.

Uno de ellos es lo que el neurobiólogo Rafael Yuste, profesor en la Universidad de Columbia (Nueva York, EEUU), ha llamado el "hackeo cerebral". Porque los chips como el de Neurolink lo que permiten es la comunicación entre el cerebro y las máquinas. Lo que significa que si alguien pirateara esa máquina podría acceder a nuestra mente. Por eso el propio Yuste reclama defender nuestros "neuroderechos".

A partir de ahí, Diéguez habla de que la "identidad personal" se puede poner en jaque. Y es que estos sistemas podrían producir experiencias en los sujetos que podrían cambiar su comportamiento o personalidad. Y otra dudas es si podrían, como ya sucede con las redes sociales hoy en día, seleccionar para nosotros la información que nos llega, encajonándonos y no permitiéndonos acceder al resto.

Por todo ello, Diéguez apuesta por abrir el debate para regularlo: "Aunque algunas personas sean muy reticentes a hablar de regulación, los avances en inteligencia artificial han mostrado que es importante hacerlo. No se trata de impedir la investigación, sino de encauzarla. Y en el caso de las interfaces cerebro-máquina sería importante establecer los criterios para impedir que se desarrollen los escenarios menos deseables".

Futuro

Hay algunos expertos que consideran que los chips como el de Neuralink se van a perfeccionar muy rápido, hasta tal punto que en una o dos décadas estarán muy extendidos. Pero otros son más escépticos. En ese sentido, Diéguez apunta que los avances están siendo "lentos", aunque cree que estás tecnologías "ya están empezando a dar sus frutos".

Esto tiene también otra lectura. "Creo que nos vamos a volver más dependientes de las empresas tecnológicas. Neuralink es una compañía privada, con intereses comerciales, y es posible que en el anuncio de este nuevo chip haya algo de publicidad", resume Diéguez. "Al final esto dependerá de si se hacen investigaciones públicas que pongan a disposición del público este tipo de tecnologías o el peso recae sobre las investigaciones privadas que hagan las grandes compañías", zanja el profesor.