En la sierra de Atapuerca, un nuevo yacimiento comienza a desvelar secretos milenarios bajo el nombre de Cueva Fantasma. Es, con diferencia, el mayor del conjunto arqueológico y uno de los más prometedores. Según explica el investigador Juan Marín, se trata de un enclave de una riqueza inusitada por la diversidad y densidad de restos hallados, en especial en su parte al aire libre, donde las hienas encontraron refugio hace entre 40.000 y 120.000 años.

Allí criaban y devoraban a sus presas con tal fruición que llegaron incluso al canibalismo: se han localizado huesos de hienas roídos por otros ejemplares de su misma especie. El terreno aparece tan saturado de restos que el equipo ha decidido dejarlos in situ para tomar imágenes en 3D de alta resolución antes de iniciar la retirada sistemática. Entre ellos hay huesos de numerosos herbívoros, pero también restos de carnívoros y varios renos, cuya presencia apunta a un periodo de frío extremo en la zona.

Un segundo sector del yacimiento muestra otro fenómeno: un depósito con gran cantidad de huesos de caballo que no presentan marcas de depredación. La hipótesis principal es que se trataba de animales enfermos, que acudían a la zona en busca de agua y acababan muriendo allí. La tercera zona, aún en fase inicial de excavación, es la propia cueva que da nombre al enclave, y podría albergar niveles tan antiguos como los de la Sima del Elefante, con entre un millón y un millón y medio de años de antigüedad.

En busca de neandertales

Según explica otro de los investigadores, Josep María Vergés, los trabajos actuales se centran en alcanzar la antigua boca de la cueva, a unos ocho metros de profundidad. La esperanza es que aparezcan restos de neandertales, una presencia muy escasa hasta ahora en Atapuerca, aunque el verdadero salto en el tiempo requerirá excavar al menos otros quince metros.

Mientras tanto, en El Mirador –otro de los yacimientos del complejo–, se estudian restos mucho más recientes: alrededor de 7.500 años de antigüedad. La abundancia de fragmentos cerámicos permitirá no solo reconstruir formas de alimentación del Neolítico, sino incluso conocer qué se cocinaba en esos recipientes. De momento, los análisis ya han revelado el uso de trigo en forma de pasta y, en uno de los vasos, restos de un opiáceo. La hipótesis del equipo es que se utilizaba como calmante más que con fines recreativos.

Hallazgos inesperados

Los trabajos continúan también en la zona de Galería, en la Trinchera del Ferrocarril, el área con más trayectoria de excavación de todo el complejo. Allí, los investigadores siguen hallando restos de animales en lo que debió ser una trampa natural: una sima a la que caían las presas y que luego era aprovechada por los habitantes de Gran Dolina, situada a escasa distancia. Hace unos 450.000 años, aquellos homínidos descendían hasta el lugar, recogían las piezas útiles y dejaban el resto. Solo se encuentran esqueletos parciales –columnas, cráneos– mientras que los huesos más valiosos, como los de las patas, aparecen en el antiguo campamento.

Los nuevos hallazgos subrayan la complejidad y el potencial del enclave de Atapuerca, donde conviven indicios de caza, refugio, prácticas alimentarias, comportamientos rituales y los primeros indicios de medicina primitiva. Y recuerdan que, bajo cada capa de tierra, puede aguardar un salto inesperado en la historia humana.