El Amazonas se erige como uno de los espacios naturales más importantes del planeta, punto fundamental en la lucha contra el cambio climático y centro en que se produce el 20% del oxígeno en la atmósfera de la Tierra. Y el denominado como 'pulmón del mundo' arde ahora a un nivel récord, unas llamas que ya han arrasado miles de hectáreas y que han dado la voz de alarma a nivel internacional, con miles de personas compartiendo la tragedia en redes sociales y recaudando financiación para las ONG que contribuyen a preservar la mayor selva tropical del mundo.
La noticia saltó a la prensa el pasado martes, aunque lo cierto es que los focos arrasan la zona desde hace dos semanas. Y, mientras el mundo llora la tragedia y clama por una solución, los medios brasileños de primer nivel como O Globo tratan el asunto como una noticia más dentro de la rutina informativa. Pero, ¿por qué?
Pregunta.- ¿Cuándo se originaron los incendios y qué ocurre realmente en el Amazonas?
Respuesta.- Lejos de ser una simple y puntual catástrofe natural, lo cierto es que la presencia de fuego en la reserva es una amenaza que viene de largo y que se repite año tras año por los profundos problemas medioambientales que arrastra este enclave. Pero no se trata de un único y devastador incendio, sino de pequeños focos extendidos a lo largo de toda la selva y que tienen su origen en la deforestación o en la explotación incontrolada de terreno para cultivo por parte de agricultores autóctonos.
Si bien el fuego es un habitual en el pulmón del mundo, lo cierto es que este año la alarma se ha intensificado porque las llamas avanzan a un ritmo récord y los registros han repuntado: en los ocho primeros meses del año, Brasil ha registrado 72.843 incendios, buena parte de ellos en la Amazonia, lo que supone un aumento del 80% en comparación con el mismo período del año pasado, y solo esta semana se han declarado 9.500 focos más, según un informe oficial del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE). Además, se han registrado otros 68 incendios en áreas de protección ambiental y conservación, la mayoría en la selva amazónica.
There was worldwide outcry when the Notre Dame cathedral was on fire. Why is there not the same level of outrage for the fires destroying the #AmazonRainforest? pic.twitter.com/VbSda5PYAK
— WWF UK (@wwf_uk) August 21, 2019
P.- ¿Cuántas hectáreas se han quemado ya?
R.- La Amazonia consta de nada menos que 7.000 millones de kilómetros cuadrados de selva y es el hogar de 34 millones de personas divididas en ocho países. Se calcula que los devastadores incendios originados desde hace semanas han calcinado más de 700.000 hectáreas de bosque y pastizales entre Brasil y Bolivia, un fuego que ya ha comenzado a expandirse por Paraguay y Perú.
El INPE lanza además otra dramática comparación: cada minuto, la extensión de un campo y medio de fútbol se destruye en este paraje natural.
P.- ¿Quién tiene la culpa?
R.- Si el ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, aseguró que los devastadores incendios han sido provocados por causas ajenas al hombre -el viento, el calor y el clima seco-, lo cierto es que numerosas organizaciones ambientales y expertos denuncian otra realidad: son los ganaderos y agricultores autóctonos los que 'limpian' la tierra para generar terreno de cultivo, por lo que muchos de estos focos terminan descontrolándose y causando este tipo de catástrofes naturales. Y basan su argumentación en un patrón: la mayor y peor cantidad de incendios anuales suele registrarse en los meses de agosto y septiembre, el mejor momento para la quema por la sequedad de la vegetación.
Así, otro de los motivos de la gran alarma natural de este año es el progresivo aumento de áreas deforestadas para fines empresariales y comerciales, que favorece la extensión de los incendios por la presencia de pastos y zonas secas que facilitan el paso de las llamas. De hecho, los diez municipios que presentan un mayor nivel de deforestación son los que concentran un mayor registro de focos.
Otro dato curioso es que el pulmón verde del planeta perdió 71 millones de hectáreas entre 1985 y 2017, período en que también se multiplicó el área destinada a la agricultura en esta zona.
P.- ¿Y el Gobierno de Brasil y Bolivia...?
R.- Más allá de los irreversibles daños causados en el Amazonas, los incendios están teniendo ingentes consecuencias políticas. Jair Bolsonaro es un reconocido escéptico del cambio climático y considera que hay una especie de "psicosis ambiental" que solo perjudica a la industria agrícola y ganadera. Ya en campaña, el líder brasileño prometió reducir las reservas indígenas en pro de terreno agrícola y, al igual que Trump, anunció su intención de abandonar el Acuerdo de París sobre cambio climático. Su ministro de Medio Ambiente, Ricado Salles, modificó entre 2016 y 2018 las medidas de protección ambiental para promover la industria minera, cuando ocupaba el mismo cargo en Sao Paulo.
Entre la repercusión mundial que ha tenido el fuego, Bolsonaro ha negado categóricamente que sus políticas hayan contribuido al desastre natural, aunque las cifras hablan por sí solas: los registros se han multiplicado desde que copó el poder en el mes de enero. "Los agricultores y ganaderos entienden el mensaje del presidente como una licencia para provocar incendios con total impunidad, con el fin de expandir sus operaciones en la selva", denuncian desde la organización Amazon Watch.
Lejos de presentar medidas que frenen la catástrofe, Bolsonaro llegó a culpar a las propias ONG como culpables del desastre: "Los indios, ¿quiere que culpe a los indios? ¿Quiere que culpe a los marcianos?... Todo el mundo es sospechoso, pero los mayores sospechosos son las ONG", respondió ante las preguntas de los periodistas. Unas declaraciones que ya le han costado críticas del primer nivel, como las del mandatario francés Emmanuel Macron.
P.- ¿Qué efectos puede tener en el largo plazo?
R.- El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) alerta de que si el Amazonas alcanza un punto de no retorno, las consecuencias para el mundo pueden ser trágicas. Se trata de una selva tropical que alberga al menos el 10% de la biodiversidad, produce el 20% del oxígeno del mundo, y es, en definitiva, el gran sumidero de dióxido de carbono del mundo, con entre 90.000 y 140.000 unidades métricas de carbono, según apunta la ONG. Su río, uno de los más importantes del mundo, vierte al menos una quinta parte del agua dulce que hay en la Tierra.
Si desaparece, toda esta cantidad de carbono -o la correspondiente en función del daño- se liberaría a la atmósfera acelerando a un ritmo de vértigo el calentamiento global y, por tanto, el aumento de la temperatura media a nivel mundial y grandes episodios de sequías. Todo ello por no hablar de la ingente pérdida de especies animales y vegetales y la imposibilidad de que, llegado un punto crítico, llegue a albergar vida humana.
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