Fabien Cousteau (París, 1957) no nació en un océano, pero casi. Su abuelo, Jacques-Yves Cousteau, gorro rojo y nariz puntiaguda, le transmitió desde bien pequeño esa pasión por el agua y la vida submarina. Ahora, casi 25 años después de la muerte del mítico explorador, su nieto está a punto de lanzar un proyecto que pretende cambiar para siempre la relación entre los humanos y los mares.

Se trata de una Estación Submarina Internacional, bautizada como Proteus, y que funcionaría de una manera similar a la Estación Espacial Internacional. Una plataforma que ya tiene lugar, las aguas de Curaçao, en el Caribe, y que si todo va según lo planeado, abrirá sus puertas en 2024.

Fabien Cousteau, junto a su abuelo, Jacques Cousteau, en una imagen de su infancia
Fabien, a hombros de su abuelo Jacques

"Cada vez que respiramos, lo hacemos gracias a los océanos y tenemos que cuidarlos. Para mí es mi casa, el lugar en el que me siento libre y donde encuentro la serenidad", señala Fabien Cousteau en una entrevista con El Independiente. "Y con Proteus podemos obtener respuestas que nos ayuden a dar soluciones al cambio climático. Se trata de salvar vidas", añade en el marco de Sutus, la cumbre de turismo espacial y subacuática celebrada a finales de septiembre en Les Roches, Marbella.

Pregunta: ¿La pasión por los océanos le viene únicamente por su abuelo?

Respuesta: Esa pregunta tiene una respuesta muy simple. El océano es mi casa, el paraíso, un lugar para soñar, en el que estoy agusto y que me traslada a mi infancia. En los océanos ocurren cosas maravillosas. Desde que era un niño estuve en el océano y eso me ayudó a saber y a valorar lo que hay debajo del mar.

P: ¿Siente todavía el gusanillo cada vez que se sumerge?

R: Es todavía un sitio que me produce una sensación extraña, es un lugar fascinante e intrigante. Eso es lo que mantiene mi curiosidad y debería tener la de mucha más gente. Es el sistema que soporta nuestra vida. Es la razón por la que existimos. Y desde otro punto de vista, igual más visual, es que guarda todavía muchísimos secretos, maravillas y preguntas sin responder. Además, desde un punto de vista puramente pragmático, nos puede dar soluciones a una pandemia, respuestas sobre la biomecánica y recursos para recolectar de una manera sostenible. Ahí tenemos todo de lo que dependemos para subsistir. Cada vez que respiramos, lo hacemos gracias a los océanos. Para mí es mi casa, el lugar en el que me siento libre y donde encuentro la serenidad.

P: Su abuelo es posiblemente el oceanógrafo más famoso de todos los tiempos. ¿Qué opinaría viendo la situación actual del cambio climático y la inacción de tantos gobiernos?

Fabien Cousteau, junto a su abuelo, Jacques Cousteau, en una imagen de su infancia
Fabien, junto a su abuelo Jacques Cousteau, en una imagen de su infancia Fabien Cousteau

R: El cambio climático fue un desafío para mi abuelo toda su vida. Mi abuelo empezó a hablar de cambio climático a principios de los los años 60 y de la contaminación y la sobreexplotación de los océanos varios años antes. Lo de ahora no sería algo nuevo para él. La frustración del cambio climático acompañó siempre a mi abuelo. Le frustraba que nadie hiciera nada cuando ya había una emergencia. Y han pasado más de dos décadas desde que murió (1997) y el problema no es que siga ahí, sino que va a peor.

P: ¿Tiene remedio esta situación?

R: Yo creo que hay luz al final del túnel. Ahora contamos con una herramienta que mi abuelo no tuvo, que son las redes sociales. Nos ayudan de una forma decisiva para activar comunidades y llegar al público para informarles de todo. Eso no era posible en la época de mi abuelo. La acción y la presión sobre los Gobiernos puede ser más rápida gracias a las redes sociales. Aunque no se han tomado grandes medidas, ningún gobierno debería negar que el mundo ha cambiado drásticamente en el último siglo. Tenemos las herramientas a nuestra disposición para ser responsables y cambiar las cosas, para insistir a nuestros gobiernos e instarles a que tomen decisiones que beneficien a la sociedad, que aseguren nuestra existencia y la de nuestras futuras generaciones.

P: Usted está ahora inmerso en el proyecto Proteus, ¿en qué consiste?

R: Proteus es la herramienta que nos falta todavía en la investigación de los océanos. Tenemos barcos, tenemos submarinos, pero no tenemos una estación oceánica similar a la Estación Espacial Internacional. Mi abuelo creó los primeros hábitats submarinos para humanos y escuché historias sobre eso toda mi vida. Después tuve la oportunidad de liderar un equipo de seis personas en el laboratorio submarino Aquarius, donde estuvimos 31 días bajo el agua investigando. Fue lo que me llevó a pensar en lo importante que sería crear una estación de investigación submarina para lanzar proyectos a corto y medio plazo. Es un complemento a todas las herramientas que llevamos décadas utilizando.

El proyecto ha recibido el apoyo de la Universidad de Northeastern, la Universidad de Rutgers y la Caribbean Research and Management of Biodiversity, una organización sin ánimo de lucro con sede en Curaçao

Recreación de cómo será Proteus

P: ¿Cuáles serían sus principales objetivos?

R: Lo que queremos es que nos dé información sobre la salud del océano durante 24 horas los siete días de la semana. Y que sepamos que hacer para respetar cada vez más el medio natural. Yo veo Proteus como si fuera un organismo vivo más dentro del agua y así es como debería actuar. Tendrá una estructura que funciona como un sistema central nervioso: habrá partes que estudien la concentración de microplásticos, otros de la polución de hidrocarburos, otro de la acidificación del agua, otro sobre la temperatura... Toda esa información se interrelaciona en un único núcleo de información que nos permitirá ver cambios a corto y largo plazo y avanzará problemas y soluciones.

En la mitología griega, Proteus es el hijo de Poseidón, dios del mar. La estación tendrá un coste aproximado de 135 millones de euros

P: ¿Cuándo estará listo?

R: Si seguimos en la trayectoria actual, creo que estamos a tiempo de empezar a finales de 2024. Estaría a unos 18 metros de profundidad y albergará un laboratorio, un invernadero subacuático y alojamiento para hasta 12 científicos. El de Curaçao sería el primero, el más ambicioso de todos porque es el pionero. Pero una vez diseñado, se podría replicar en cualquier lado. Se trata de un proyecto que puede salvar vidas. Nos va a dar una perspectiva mucho más amplia y nos permitirá tomar mejores decisiones contra el cambio climático.