En 1981 Pablo Escobar importó desde un zoológico estadounidense cuatro ejemplares de hipopótamo africano (tres hembras y un macho). Una especie de 'trofeos' que sirvieron para alimentar la colección privada de animales exóticos que el narcotraficante tenía en su Hacienda Nápoles (ubicada en Puerto Triunfo, Colombia), que incluía también rinocerontes, jirafas o cebras. Tras la muerte de Escobar, la mayoría de animales fueron reubicados. Pero los hipopótamos lograron escapar.

Con el tiempo, los cuatro ejemplares originales se fueron multiplicando hasta ser decenas. Y migraron al río Magdalena, donde han logrado, para sorpresa de muchos, adaptarse y sobrevivir. Desde entonces se han convertido en un reclamo turístico en la zona. Pero también han provocado profundos cambios en el ecosistema, que han puesto en peligro a la biodiversidad del lugar y a las personas que allí habitan. Un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades colombianas.

Los hipopótamos de Escobar son un ejemplo perfecto de los problemas que pueden llegar a ocasionar animales fuera de su hábitat natural. Y precisamente este lunes la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) ha presentado el mayor análisis hasta la fecha sobre las especies invasoras, los problemas que generan y sus posibles soluciones. Un estudio en el que han participado más de 80 expertos a nivel mundial procedentes de 49 países.

Según sus datos, las especies invasoras juegan un papel clave en el 60% de las extinciones mundiales de plantas y animales (y en el 16% de los casos fueron la única causa de estas desapariciones). Los costes anuales que provocan superan ya los 423.000 millones de dólares y se han cuadruplicado cada década desde 1970.

"Las actividades humanas han introducido más de 37.000 especies exóticas en regiones y biomas de todo el mundo. Esta estimación es prudente y crece a un ritmo sin precedentes. Más de 3.500 de ellas son especies exóticas invasoras nocivas, que amenazan gravemente a la naturaleza, a las personas y a la buena calidad de vida. Aunque a menudo son ignoradas hasta que es demasiado tarde, constituyen un reto importante para la población de todas las regiones y países", expresaron los autores.

La investigación apunta a que, de las diez especies invasoras más extendidas del mundo, siete son plantas vasculares: jacinto de agua (que se ha extendido a 74 regiones); lantana (69); leucaena (55); ricino (47); árbol del cielo (46); falsa acacia (45) y hierba de Siam (43). Las tres restantes son pequeños mamíferos: rata común (60), ratón casero (49) y rata marrón (48).

Cada año se registran 200 nuevas especies exóticas. Y el informe prevé un aumento del 36 % de aquí a 2050 en comparación con 2005, en un escenario sin cambios. Es decir, suponiendo que se mantienen las tendencias pasadas en los factores de cambio.

Un problema global

Pero no todas las especies exóticas se convierten en invasoras, Para catalogarlas así tienen que haberse establecido, propagado y causado impactos negativos en la naturaleza y, a menudo, también en las personas. Se sabe que alrededor del 6% de las plantas exóticas, el 22% de los invertebrados exóticos, el 14% de los vertebrados exóticos y el 11 % de los microbios exóticos son invasores.

"Las personas con mayor dependencia directa de la naturaleza, como los pueblos indígenas y las comunidades locales, corren un riesgo incluso aún mayor. Más de 2.300 especies exóticas invasoras se encuentran en tierras que están bajo la custodia y cuidado de pueblos indígenas, lo cual supone una amenaza para su calidad de vida e incluso su identidad cultural", se recoge en el informe, que alerta de que al menos 218 especies exóticas invasoras han sido responsables de más de 1.200 extinciones locales.

Casi el 80 % de los impactos de las especies exóticas invasoras sobre las contribuciones de la naturaleza a las personas son también negativos, especialmente a través del daño a los suministros de alimentos. Y del mismo modo, el 85 % de los impactos documentados afectan de forma negativa a la calidad de vida de las personas. Una buena muestra son las enfermedades como la malaria, la fiebre del Zika o del Nilo Occidental, propagadas por especies exóticas invasoras de mosquitos, que se están extendiendo por todo el mundo.

Pero ejemplos hay muchos. Desde los castores norteamericanos y las ostras del Pacífico, que han transformado ecosistemas por completo -provocando graves daños para las especies autóctonas- hasta el cangrejo verde europeo, que ha afectado a los bancos comerciales de marisco en Nueva Inglaterra, o el mejillón de agua dulce, que ha provocado graves daños en los recursos pesqueros de importancia local en la India. 

El informe muestra que el 34 % de los impactos de las invasiones biológicas se registraron en América, el 31 % en Europa y Asia Central, el 25 % en Asia y el Pacífico y alrededor del 7 % en África. La mayoría de los impactos negativos se han registrado en el medio terrestre (alrededor del 75 %), especialmente en bosques, zonas arboladas y zonas cultivadas, y un número mucho menor en hábitats de agua dulce (14 %) y marinos (10 %). Las especies exóticas invasoras resultan más dañinas en las islas, donde el número de plantas exóticas supera ya al de plantas autóctonas en más del 25% de los casos.

El mayor informe hasta la fecha

El informe de IPBES ha tenido un coste de más de 1,5 millones de dólares estadounidenses, y ha tardado cuatro años y medio en elaborarse. Se basa en más de 13.000 referencias que recogen la diversidad de conocimientos existentes sobre las especies exóticas invasoras, incluidos artículos científicos, informes gubernamentales y conocimientos indígenas y locales. Todo ello lo convierte en el estudio de evaluación sobre las especies exóticas invasoras más exhaustivo jamás realizado.

"La futura amenaza de las especies exóticas invasoras es preocupante", afirmó la catedrática Helen Roy, copresidenta del estudio. "Desde 1970 se ha detectado el 37 % de las 37.000 especies exóticas conocidas en la actualidad, principalmente a causa del aumento de los niveles de comercio mundial y de los viajes humanos. En condiciones 'normales', prevemos que el número total de especies exóticas continuará aumentando de este modo. Y el cambio climático empeorará todavía más la situación", añadió.

Los autores apuntan a la colaboración internacional como el único camino posible, y señalaron que la principal solución es la prevención, seguida de la erradicación. Pero cuando esto no es posible, a menudo las especies exóticas invasoras se pueden contener y controlar, sobre todo en sistemas terrestres y de aguas cerradas, así como en la acuicultura. Esa contención puede ser física, química o biológica, aunque la idoneidad y eficacia de cada opción depende del contexto local.

Por ejemplo, el uso del control biológico de plantas e invertebrados exóticos invasores, como la introducción del hongo roya para controlar la vid amarga en la región de Asia-Pacífico, ha resultado efectivo, con éxito en más del 60 % de los casos conocidos.

Sin embargo, el informe asegura que aunque el 80 % de los países cuentan con objetivos relacionados con la gestión de las especies exóticas invasoras en sus planes nacionales de biodiversidad, únicamente el 17 % dispone de leyes o normativas que abordan específicamente estas cuestiones. "Esto también hace que aumente el riesgo de especies exóticas invasoras para los estados vecinos", aseguran los autores, que explican que "el 45 % de los países no invierte en la gestión de invasiones biológicas".

"Actuar contra esto siempre va a provocar conflictos sociales. Por eso la solución es incorporar a todos los actores sociales para llegar a consensos, y no hacer esto de manera unilateral", aseguró Aníbal Pauchard, copresidente del informe y profesor de la facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción e Instituto de Ecología y Biodiversidad (Chile). "La gente tiene que entender que la no acción también tiene un componente ético, y un coste ambiental", concluyó.